Wayne W. Dyer
Construye tu destino
Manifiesta tu yo íntimo y realiza
tus aspiraciones
Contraportada
¿Cuántas veces, en un momento de
desesperanza o de desconsuelo, te has dicho: «Necesitaría cambiar, pero soy así
y no puedo hacerlo»? Todas esas veces te has engañado respecto a tu capacidad
de actuar sobre tu destino. Porque dentro de ti tienes el poder para conseguir
todo aquello que puedas desear. Para hacerlo, no tienes más que volcarte en tu
interior. Esta obra te enseñará qué tienes que buscar en él: son sólo nueve
principios, nueve pistas que no te convertirán en alguien nuevo, pero sí que te
permitirán aflorar lo mejor que, dormido, tienes en tu interior. Principios tan
sencillos como confiar en ti mismo, reconocerte en lo que eres y mereces, ser
generoso y agradecido, aceptarte como parte de un todo, lo que hará que tú
también seas ese todo.
Construye tu destino no te
cambiará la vida. Pero será la indispensable herramienta para que tú la
cambies.
Wayne W. Dyer
Ha sido profesor de Psicología
del Asesoramiento en la St. John's University de Nueva York y es uno de los
autores de libros de autoayuda más carismáticos. Entre sus obras publicadas por
esta editorial destacan Evite ser utilizado, Tus zonas sagradas, Tus zonas
mágicas, La fuerza de creer y La sabiduría de todos los tiempos, además de Tus
zonas erróneas, el libro de autoayuda más influyente hasta la fecha.
Shri Guruji
Gracias por la inspiración para
explorar el mundo de las manifestaciones.
NAMASTE!
Título original:
MANIFEST YOUR DESTINY Traducido
de la edición original de Harper Collins Publishers Inc., Nueva York, 1997
¿No está escrito en vuestra Ley:
«Yo he dicho: dioses sois»?
Juan, 10,34
Aquel día comprenderéis que yo
estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros.
Juan, 14,20
Índice
Introducción
Primer principio. Sé consciente
de tu ser superior
Segundo principio. Confiar en ti
mismo es confiar en la sabiduría que te creó
Tercer principio. No eres un
organismo en un entorno, sino un ambientorganismo
Cuarto principio. Puedes atraer
hacia ti aquello que deseas
Quinto principio. Respeta tus
méritos para recibir
Sexto principio. Conéctate a la
fuente divina con un amor incondicional
Séptimo principio. Medita al
sonido de la creación
Octavo principio. Desvincúlate
pacientemente del resultado
Noveno principio. Abraza tus
manifestaciones con gratitud y generosidad
Resumen
Introducción
Tienes, dentro de ti mismo, el
poder para conseguir todo aquello que puedas desear. Este es el tema central de
Construye tu destino, que no se parece a ningún otro libro que haya escrito
previamente. He elegido escribir sobre el tema de la manifestación porque me he
sentido atraído hacia él, y no porque sea el siguiente paso lógico en la
sucesión de libros que he producido a lo largo de las dos últimas décadas. Y
parece que me he sentido atraído hacia este tema por una fuerza que no me ha
permitido ignorarlo.
Al empezar a escribir, noto una
cierta humildad junto con una sensación de arrogancia por el simple hecho de
abordar esta cuestión. Esos sentimientos me plantearon preguntas como: ¿Quién
soy yo para escribir sobre esta capacidad para manifestarse? ¿Qué sé realmente
sobre la manifestación? ¿Acaso no está reservado ese ámbito a los seres divinos?
¿Qué me otorga autoridad para dirigirme a los demás acerca de una capacidad que
pertenece singularmente a los dioses? Estas preguntas se agitaron en mi mente;
en último término me vi más motivado de lo que quisiera aceptar por las dudas
sobre mí mismo.
Al iniciar la tarea de escribir
sobre estos principios espirituales, no tenía ni la menor idea de lo que iba a
decir, cómo lo diría y cuántos principios encontraría. Hice entonces lo que
había animado a hacer a mis lectores de mi libro más reciente Tu yo sagrado.
Desterré de mi mente todas mis dudas y empecé a escuchar las voces interiores
que seguían diciéndome que recibiría la guía que necesitaba y que no me
encontraría a solas en este proyecto. En otras palabras, me rendí y profundicé
en mis meditaciones, permitiéndome a mí mismo liberarme de todo temor y duda y,
simplemente, confiar.
Una parte de mí mismo sabía que
todos nosotros poseemos la capacidad para manifestar el mundo invisible del
espíritu en el mundo material. Lo creía así porque las palabras de todos los
grandes maestros espirituales nos animan a vernos como seres ilimitados y a ver
que hasta el más humilde de nosotros tiene a su disposición el poder divino de
Dios, en cada uno de los momentos de nuestras vidas. Pero parecía una tarea
intimidante el atreverme a escribir eso en un libro, y ofrecer los principios
espirituales que tenemos que aprender y dominar para hacerlo así.
Fue entonces, cuando consideraba
el escribir sobre esos principios sin tener siquiera una idea muy clara de
cuáles eran con exactitud y en qué orden debía presentarlos, cuando recibí un
mensaje de un maestro llamado Guruji, a quien está dedicado este libro. En ese
mensaje, Shri Guruji me daba instrucciones para que escuchara una cinta sobre
el poder de manifestarse y para que practicara en mi propia vida lo que se me
enseñaba, para luego presentar al mundo esta técnica de la manifestación. Me
explicó que la capacidad paró manifestarse había sido conocida y practicada por
los grandes maestros y sabios orientales durante miles de años y que se mantuvo
luego en secreto durante siglos.
Escuché la cinta con gran interés
y empecé a practicar en mis meditaciones cotidianas los principios de la
manifestación, tal como se presentan en este libro. Experimenté resultados
asombrosos casi de inmediato. Empecé a incluir entonces un análisis de esos
resultados en mis conferencias y a enseñar esos principios espirituales, que
había empezado a practicar en mi vida, aunque sin catalogarlos u organizarlos
de ninguna forma.
Pocos meses más tarde produje un
disco compacto y casete titulado Meditaciones para la manifestación, y miles de
personas empezaron a utilizar estos principios y a practicar las técnicas
meditativas de la manifestación. Los resultados han sido mentalmente
increíbles. Las personas que utilizan estas técnicas y una meditación sana, me
han escrito desde todas las partes del mundo.
La meditación sana, descrita en
este libro, ha producido manifestaciones asombrosas en las vidas de muchas
personas. He escuchado contar historias de manifestación de ascensos laborales,
de personas supuestamente imposibilitadas para tener un bebé y que, sin
embargo, lo han tenido, de desprenderse de una casa que se hallaba a la venta
durante algunos años sin encontrar compradores potenciales, y de otras historias
de prosperidad y curación que bordean el verdadero milagro.
Sé que estos principios
funcionan. Su poder milagroso no se basa en la creencia, sino en la certeza. Sé
que tenemos poderes divinos que no hemos utilizado hasta ahora debido
principalmente a nuestros condicionamientos. Sé que tú, si practicas
aplicadamente estos nueve principios, puedes empezar a manifestar por ti mismo
todo aquello que seas capaz de concebir con tu mente.
Soy consciente de que entrar en
este ámbito de la manifestación es como recorrer un camino con el que no
estamos familiarizados. Al decidir entrar en lo desconocido, es evidente que no
puedes saber con seguridad lo que te espera. Te pido, por tanto, que evites
cuidadosamente llenar ese camino con ideas preconcebidas. Haz un esfuerzo por
leer estos principios y por empezar a aplicarlos en tu vida cotidiana sin
juzgarlos basándose en aquello que ha sido condicionado a creer sobre sí mismo
como una persona que «sólo es humana» y, en consecuencia, limitada. Las ideas
preconcebidas sólo servirán para contaminar tu potencial ilimitado para
manifestar tu deseo más querido. Lo que desees tiene una importancia
fundamental, aunque es posible que no hayas pensado nunca que el deseo y una
conciencia espiritual superior sean cosas compatibles.
Es imposible imaginar un mundo
sin deseo. Crear es desear. Incluso el deseo de no tener ningún deseo, ya es en
sí mismo un deseo. Tus deseos, cultivados como semillas de potencial en el
camino de la conciencia espiritual, pueden florecer en forma de libertad para
poder tenerlos en paz y armonía con tu propio inundo.
Darse permiso a uno mismo para
explorar ese camino significa tomarse la libertad de utilizar la mente para
crear el mundo material exacto que encaja con tu mundo interior. Ese mundo
interior es el que actúa como catalizador para determinar las experiencias del
mundo físico. Tendrás que abandonar la idea de que te encuentras impotente ante
las circunstancias de tu vida. Necesitarás abandonar la mentalidad de grupo que
te dice que eres incapaz de producir una manifestación. El pensamiento de grupo
inhibe tus capacidades naturales para crear tu propia vida, tal y como deseas
que sea.
Examina las presiones y creencias
que has incorporado en ti mismo, que reflejan el pensamiento de tu familia más
inmediata, de tu familia más amplia, de tu comunidad, el grupo religioso al que
perteneces, el grupo étnico, el grupo educativo/empresarial, o cualquier otra
multitud de unidades especializadas de personas. Determina aquellos ámbitos en
los que tu vida se ve mediatizada por las disposiciones mentales
predeterminadas, que hacen que tu evolución personal sea más lenta porque
aquello que realmente deseas o crees no obtiene ninguna energía de tu propia
singularidad.
Al mantenerte conectado con una
conciencia de grupo, estás diciendo en realidad: «Elijo evolucionar
lentamente». Además, esa disposición mental siempre te da permiso para ser
débil e impotente. Elige evolucionar con un grupo, en lugar de hacerlo
espontáneamente, tal como te dicta tu conciencia interior.
Si comprendes verdaderamente la
capacidad para la manifestación, te darás cuenta de que puedes controlar la
velocidad a la que se produzca el cambio en tu vida. Un místico practicante se
manifestará rápidamente porque está conectado con el mundo situado detrás de
sus ojos, en lugar de ver el mundo como algo dictado por los ojos del grupo y
de todos sus antecesores.
Al experimentar la desconexión
respecto a esas fuerzas exteriores, verás cómo aumenta drásticamente la
velocidad de tu evolución. Si escuchas una voz interior, detrás de los globos
oculares, que te dice: «Avanza», ya no aguardarás a esperar a alguien para
avanzar, antes de dar el primer paso. Ya no tendrás que revisar tus sugerencias
para contrastarlas con la mentalidad del grupo, que está destinada a mantenerte
seguro y a desanimar tu individualidad.
Pude iniciar mi viaje de
iluminación sólo después de reconocer plenamente que el acuerdo del grupo para
mantenerme a salvo y para amarme inadecuadamente, no me permitía buscar algo de
más empeño. Si esperas a que todos los demás hayan aprendido a manifestar sus
deseos más queridos, no dispondrás de tiempo suficiente en esta vida para
iniciar siquiera tu propio viaje. Tienes que desconectarte de tu
condicionamiento y saber, dentro de ese espacio íntimo situado detrás de tus
ojos, que puedes aceptar y aceptarás el desafío de manifestar tu destino.
Al cultivar la convicción interna
sobre la manifestación del mundo de lo invisible en el mundo material,
comprenderás que hay una fuerza universal que se encuentra en todas las cosas
del universo. No hay un Dios separado para cada individuo, cada planta, cada
animal, cada mineral. Todos son uno. En consecuencia, la misma fuerza divina
que hay dentro de ti, que te hace pensar y respirar, se encuentra simultáneamente
en todos los seres humanos y en todas las cosas. Es algo universal. Así pues,
no existe lugar alguno en el que no esté. En consecuencia, lo que percibes como
ausente de tu propia vida, también contiene la misma fuerza divina o
inteligencia universal que está dentro de ti.
La manifestación, por lo tanto,
no es más que el dar forma a un nuevo aspecto de ti mismo. No estás creando
algo a partir de la nada. Aprende a alinearte con un aspecto de tu ser que tus
sentidos no sabían que pudiera ser activado. Esto constituye una parte muy
importante de esta comprensión. ¡Tú y aquel que deseas manifestar en tu vida
sois uno!
Cuando escribía este libro, tuve
la experiencia de escritura más pacífica de la que he disfrutado jamás. Lo que
tienes ahora entre tus manos es el resultado de estos nueve principios. Cada
día hacía exactamente lo que había escrito acerca de ellos.
Mientras los practicaba, me di
cuenta de que estaba produciendo un manual para la manifestación espiritual,
que cualquiera podía tomar y empezar a aplicar en el mismo instante en que leía
las palabras impresas. Sabía que no tenía necesidad de llenar este libro con
cientos de ejemplos de estos principios y cómo habían funcionado en mí y en
muchos de mis estudiantes, así como entre los lectores distribuidos por todo el
mundo. Sabía que no era necesario incluir un gran número de citas y
afirmaciones, como he hecho en muchos de mis libros anteriores. Esto era algo
completamente diferente.
La palabra clave que mantuve en
mi mente mientras escribía y que permitió que estos principios se manifestaran
a través de mí fue «ceñirse» al tema. Para mí, eso significó renunciar a toda
palabrería extraña, a no incluir casos de estudio y a utilizar un mínimo de
citas. Me acostumbré a un estilo de escritura caracterizado como: «Di lo que
quieras decir. Dilo con sencillez. Dilo directamente. Dilo desde el fondo de tu
corazón y resiste la tentación de escribir con exceso». Y eso fue lo que hice
al producir este libro.
No hay capítulos sino,
sencillamente, nueve principios. Cada uno de ellos se explica de la forma más
simple y directa que he sido capaz de encontrar. Cada uno de ellos procede
directamente desde el fondo de mi corazón y no de mi cabeza. Escuché mi propia
guía y luego escribí lo que ésta me indicaba. Sólo paré cuando tuve la
sensación de haber dicho lo que necesitaba decir y de haber aportado
sugerencias específicas para poner en práctica estos principios. Tienes en tus
manos el manual que más se «ciñe» al tema y que he sido capaz de producir para
enseñar los principios fundamentales para la manifestación individual.
Tengo la convicción de que, si
practicas estos nueve principios, encontrarás guía. No estarás solo en este
viaje y verás cómo tus deseos se manifiestan como tu destino en tu vida
cotidiana.
Finalmente, sabrás que tu tarea
consiste en decir «¡Sí!», en lugar de preguntar «Cómo?». Yo sólo te envío todas
las luces verdes.
Wayne W. DYER
Primer principio
Sé consciente de tu ser superior
Dentro de ti mismo existe una
capacidad divina para la manifestación y para atraer todo aquello que necesitas
o deseas. Esta es una afirmación tan poderosa que te sugiero vuelvas a leerla
para saborearla, antes de iniciar este viaje.
La mayor parte de las cosas que
se nos enseña a creer acerca de nuestra realidad entran en conflicto con esa
afirmación. No obstante, estoy tan convencido de que es cierta y valiosa que te
animo a desprenderte de todas tus vacilaciones y permitir que ese pensamiento
entre en tu conciencia: Tengo la capacidad divina para manifestar y atraer lo que
necesito o deseo.
Ser consciente de tu ser superior
no es algo que ocurra a través del esfuerzo físico, ni puede basarse en
técnicas sobrenaturales como invocar a los ángeles para que realicen esa tarea
celestial en tu nombre. De lo que se trata, esencialmente, es de aprender que
eres un cuerpo físico situado en un mundo material, al mismo tiempo que un ser
no físico que puede acceder a un nivel superior. Ese nivel superior se
encuentra dentro de ti mismo y se llega a él a través de las fases del desarrollo
adulto.
Son muchos los escritores que han
explorado las fases de desarrollo de la infancia hasta la adolescencia, pero
muy pocos de ellos han escrito sobre las fases de desarrollo de la edad adulta.
Una vez que alcanzamos la edad adulta, cada uno de nosotros parece pasar por
cuatro fases. Esas fases de nuestra vida representan una forma de pensar,
aunque no están necesariamente asociadas con la edad o la experiencia. Algunos
de nosotros avanzamos con rapidez a través de ellas, aprendemos a una edad temprana
que somos un yo físico al mismo tiempo que un yo superior. Otros, en cambio,
permanecen durante toda su vida anclados en una de las primeras fases.
Carl Jung, en El hombre moderno
en busca de un alma, ofreció algunas percepciones críticas sobre las tareas de
desarrollo de la edad adulta. Estaba convencido de que la conciencia de un yo
superior constituye una tarea de desarrollo de la edad adulta. En la siguiente
sección ofrezco mi propia interpretación de las fases del desarrollo adulto del
doctor Jung.
Escribo sobre estas fases con un
cierto grado de experiencia porque he pasado muchos años en cada una de ellas.
Han sido como peldaños para ascender a mi conciencia de un yo superior. Cada
fase supuso experiencias que me permitieron seguir avanzando en mi pensamiento
y en mi conciencia. En último término, llegué al nivel en los que pude utilizar
esos nueve principios para crear mi propia vida. Es decir, para manifestar mi
propio destino.
Al leerlos, examina las fases
personales y únicas de tu desarrollo adulto que encuentran un paralelo en los
arquetipos del doctor Jung. Tu objetivo consiste en ser consciente de tu yo
superior como una dimensión de tu ser que trasciende las limitaciones del mundo
físico.
LAS CUATRO FASES DEL DESARROLLO
ADULTO
El atleta
La palabra «atleta» no tiene aquí
la intención de denigrar a los atletas o el comportamiento atlético, sino la de
servir como una descripción del período de nuestras vidas adultas en el que nos
identificamos fundamentalmente con nuestro cuerpo físico y en cómo funciona en
nuestra vida cotidiana. Es el período en el que medimos nuestro valor y
felicidad por nuestro aspecto y nuestras capacidades físicas.
Esas capacidades son muy
numerosas y singularmente personales. Pueden incluir cosas tales como la
rapidez con la que podemos correr, lo lejos que arrojemos una pelota, lo alto
que podamos saltar y el tamaño de nuestros músculos. Juzgamos el valor de
nuestro aspecto físico por un canon de capacidad de atracción basado en la
forma, el tamaño, el color y la textura de las partes del cuerpo, el cabello y
la tez. En una cultura de consumo como la nuestra, el juicio se extiende
incluso al aspecto de nuestros automóviles, casas y ropas.
Se trata de preocupaciones que
tenemos cuando la persona se encuentra en la fase inicial del desarrollo
adulto. Es el período en el que la vida parece imposible sin un espejo y una
corriente continua de aprobación que nos haga sentirnos seguros. La fase del
atleta es el período de nuestro desarrollo adulto en el que nos identificamos
más completamente con nuestro rendimiento, atracción y logros.
Muchas personas dejan atrás la
fase del atleta y llegan a hacerse consideraciones más significativas. Algunos
de nosotros entramos y salirnos de esta fase, dependiendo de nuestras
circunstancias personales. Unos pocos permanecen en la fase del atleta durante
toda tu vida.
Que tú avances más allá de la
fase del atleta es algo que viene determinado por cómo te obsesiones por tu
propio cuerpo como fuente primordial de auto identificación. Evidentemente, es
saludable cuidar del cuerpo, tratándolo amablemente, ejercitándolo y
nutriéndolo de la mejor forma que te permitan tus circunstancias.
Enorgullecerte de tu aspecto físico y disfrutar de los cumplidos que se te
hagan no significa, sin embargo, que estás obsesionado por tu cuerpo. No
obstante, si tus actividades cotidianas giran alrededor de un criterio
determinado de rendimiento y aspecto, te encuentras en la fase que he dado en
llamar del «atleta».
No es éste un período en el que
puedas practicar el arte de la manifestación. Para alcanzar la capacidad de
saber y utilizar tu energía interior divina, tienes que superar la idea de que
eres un ser exclusivamente físico.
El guerrero
Una vez que hemos dejado atrás la
fase del atleta, entramos generalmente en la fase del guerrero. Se trata de un
período en el que el ego domina nuestras vidas y nos sentimos impulsados a
conquistar el mundo para demostrar nuestra superioridad. Mi definición del ego
es la idea que tenemos de nosotros mismos como importantes y separados de todos
los demás. Esto puede verse como un acrónimo de exclusivamente guía
oportunista, puesto que el ego representa nuestra identificación exclusiva con
nuestro sí mismo físico y oportunista en nuestro mundo material.
El objetivo del guerrero impulsado
por el ego es el de someter y derrotar a los demás en una carrera por alcanzar
el primer puesto. Durante esta fase nos ocupamos de alcanzar objetivos y logros
en competencia con otros. Esa fase dominada por el ego está llena de ansiedad,
y de una interminable comparación de nuestro éxito. Los trofeos, recompensas,
títulos y la acumulación de objetos materiales es lo que nos sirve para
registrar nuestros logros. El guerrero se siente intensamente preocupado por el
futuro y por todo aquello o aquel que pueda interponerse en su camino o
interferir con su estatus. Se ve motivado por eslóganes como: «Si no sabes
adónde vas, ¿cómo sabrás que has llegado?»; «El tiempo es oro, y el oro lo es
todo»; «Ganar no lo es todo, es lo único»; «La vida es lucha»; «Si yo no
consigo lo que me corresponde, algún otro lo conseguirá».
En la fase del guerrero, el
estatus y la posición en la vida se convierten en obsesiones. Convencer a los
demás de nuestra superioridad es el motivo de este período de la vida en el que
el ego es el director. Es el período en que tratamos de hacer lo que hacen los
guerreros: conquistar y reclamar para nosotros los despojos de nuestras
victorias.
La prueba para determinar si has
abandonado esta fase o no consiste en examinar cuál es la fuerza impulsora en
tu vida. Si la respuesta es conquistar, derrotar, adquirir, comprar y ganar a
toda costa, está claro que todavía te encuentras en la fase del guerrero.
Probablemente entrarás y saldrás con regularidad de esta fase como una forma de
funcionar con efectividad en el mercado. Sólo tú mismo puedes determinar con
qué intensidad esa actitud domina tu existencia e impulsa tu vida. Si vives
fundamentalmente instalado en este nivel, no podrás llegar a manifestar, en el
sentido que estoy describiendo.
El estadista
La fase de la vida dominada por
el estadista es el período en que se ha logrado domeñar el ego y cambiar la
conciencia. En esta fase, queremos saber qué es lo importante para la otra
persona. En lugar de obsesionarnos por nuestras propias cuitas, podemos
preguntar con verdadero interés cuáles son las del otro. Hemos empezado a saber
que nuestro propósito fundamental es el de dar, antes que el de recibir. El
estadista sigue siendo alguien que trata de lograr cosas y, con mucha
frecuencia, es atlético. No obstante, el impulso interior es el de servir a los
demás.
La auténtica libertad no puede
experimentarse hasta que no se aprenda a dominar el ego y dejar atrás la
obsesión por uno mismo. Cuando te sientas alterado, ansioso o sin propósito,
pregúntate en qué medida eso se debe a tu forma de valorar cómo estás siendo
tratado y percibido. Sólo se es verdaderamente libre cuando puede uno
desprenderse de sus propios pensamientos sobre sí mismo durante un prolongado
período de tiempo.
Pasar de la fase del guerrero a
la del estadista fue para mí una experiencia extremadamente liberadora. Antes
de efectuar el cambio tuve que considerar todas las necesidades de mi ego
cuando daba conferencias. Eso significaba abrigar preocupación acerca de cómo
sería recibido y analizado, si la gente querría comprar mis libros y cintas, o
acerca del temor de perder la compostura y alterarme.
Llegó entonces un momento en el
que, sin necesidad de realizar ningún esfuerzo consciente, empecé a meditar
antes de mis conferencias. Durante mi meditación, recitaba en silencio un
mantra en el que me preguntaba cómo podía servir. Mi pronunciación mejoró
significativamente una vez que me alejaba de mi ego y entraba en la fase del
estadista.
La fase estadista de la edad
adulta tiene que ver con el servicio y el agradecimiento por todo aquello que
uno ha logrado en la vida. En este nivel te encuentras muy cerca de tu yo
superior. La fuerza fundamental en tu vida ya no es el deseo de ser el más
poderoso y atractivo, o el de dominar y conquistar. Has entrado en el ámbito de
la paz interior. Siempre se encuentra la bendición que se busca cuando se actúa
al servicio de los demás, independientemente de lo que hagas o de cuáles sean
tus intereses.
Una de las historias más
conmovedoras que he escuchado es la de la madre Teresa que, incluso superados
los ochenta años, cuida de los menesterosos que encuentra en las calles de
Calcuta. Una amiga mía de Phoenix tenía programado hacerle una entrevista
radiofónica. Mientras conversaban, antes de iniciar la entrevista, Pat le dijo:
«Madre Teresa, ¿hay algo que yo pueda hacer para ayudar a tu causa? ¿Puedo
ayudarla a conseguir dinero o darle alguna publicidad?».
La madre Teresa contestó: «No,
Pat, no necesita hacer nada. Mi causa no tiene nada que ver con la publicidad,
y tampoco con el dinero. Se trata de algo mucho más elevado que eso».
Pat insistió y dijo: «¿De veras
que no hay nada que pueda hacer por usted? Me siento impotente».
La respuesta de la madre Teresa
fue: «Si realmente desea hacer algo, Pat, levántese mañana a las cuatro y salga
a las calles de Phoenix. Encuentre a alguien que viva en ellas y que crea que
está solo, y convénzalo de que no lo está. Eso es lo que puede hacer». Eso es
una verdadera persona estadista, capaz de entregar a los demás todos y cada uno
de los días de su existencia.
Al ayudar a otros a saber que no
están solos, que también ellos tienen un espíritu divino dentro de sí,
independientemente de las circunstancias de sus vidas, avanzamos hacia un yo
superior que nos aporta una sensación de paz y propósito que no puede
alcanzarse en las experiencias del atleta y del guerrero. Es aquí donde podemos
recordar las palabras de la madre Teresa: «Cada día veo a Jesucristo con toda
clase de doloridos disfraces».
Todavía existe una fase superior
a la del estadista. La cuarta fase es hacia donde te he estado dirigiendo
cuidadosamente en este viaje de desarrollo de la conciencia.
El espíritu
Al margen de la edad que tengas y
la posición que ocupes, cuando se entra en esta fase de la vida, se reconoce la
verdadera esencia, el yo superior. Al conocer tu yo superior, te encuentras
camino de convertirte en el cocreador de todo tu mundo, de aprender a controlar
las circunstancias de tu vida y a participar con seguridad en el acto de la
creación. Así, te conviertes literalmente en un manifestador.
La fase espiritual de la vida se
caracteriza por una conciencia de que este lugar llamado tierra no es tu hogar.
Sabes que no eres un atleta, un guerrero o incluso un estadista, sino una
energía infinita, ilimitada, inmortal, universal y eterna que reside
temporalmente en un cuerpo. Sabes que nada muere, que todo es una energía que
se encuentra cambiando constantemente.
Como alma con un cuerpo, te
sientes apasionadamente atraído hacia tu mundo interior. Dejas atrás los
temores y empiezas a experimentar una especie de distanciamiento con respecto a
este piano físico. Te conviertes en un observador de tu mundo y pasas a otras
dimensiones de la conciencia. Esta energía interior infinita no está solo en
ti, sino también en todas las cosas y todas las personas vivas o que hayan
vivido en el pasado. Empieza a saber eso íntimamente.
Para evolucionar más allá del
plano terrenal, necesitas aprender a dejarlo a voluntad para encontrar la
fuente de esa energía infinita que es la responsable de llenar tus pulmones,
hacer latir tu corazón, crecer tu cabello y permitirte leer las palabras de
esta página. Tú, como ser físico, no haces crecer tu cabello; es la naturaleza
la que lo hace por ti. La energía que tú eres se encarga de todos los detalles.
Ese espíritu que tú eres no se halla contenido en modo alguno por el dominio
físico. No tiene fronteras, ni formas, ni limites en sus bordes exteriores. Tú
eres consciente de la verdadera fuente de la vida, aun cuando se te haya condicionado
para pensar de otro modo.
Al alcanzar este nivel, te
encuentras en el espacio en el que pienso como estar en este mundo, pero sin
ser de este mundo.
Esa energía que eres, y que
puedes llamar como quieras, espíritu, alma, no puede morir nunca y nunca ha
muerto en el pasado. La mayoría de la gente piensa en el mundo espiritual como
algo que sucederá en el futuro, que conocerán después de la muerte. A la
mayoría de nosotros se nos ha enseñado que el yo superior es algo que no se
puede conocer mientras nos encontremos atrapados en un cuerpo en este planeta.
No obstante, el espíritu es ahora. Está en ti en este preciso momento y la
energía no es algo que terminarás por conocer, sino que es lo que tú eres aquí
y ahora.
La energía invisible que estuvo
en un tiempo en Shakespeare, en Picasso, en Galileo o en cualquier forma humana,
también está disponible para todos nosotros. Esa es la razón por la que la
energía espiritual no muere, sino que simplemente cambia de forma.
Aun cuando nuestro cerebro
racional haya sido entrenado para creer que cuando una persona muere su
espíritu desaparece, la verdad es que no se puede destruir la energía. Tu yo
superior es el espíritu actualmente existente dentro de ti. La energía que fue
Picasso no fue su cuerpo, como tampoco la energía que fue Shakespeare estuvo en
su cuerpo. Fueron los sentimientos internos y el genio creativo lo que tomaron
la forma de un cuerpo y una creación sobre el lienzo o el papel. Eso no murió
nunca. No puede morir porque no tiene fronteras, ni principio ni final, ni
características físicas a las que podamos llamar forma.
Esa energía está dentro de ti. Si
quieres conocerla, puedes sintonizar con ella y, cuando lo hagas, abandona las
limitaciones de este plano terrenal para entrar en una dimensión sin límites
que te permite crear y atraer hacia ti todo aquello que deseas o necesitas para
este viaje.
En este nivel, te desprendes de
tu apego emocional a lo que consideras tu propia realidad. Ese desapego se ve
seguido por la conciencia de que el observador que hay dentro de ti, que
observa siempre lo que le rodea y sus propios pensamientos, es en realidad la
fuente de tu mundo físico. Esto, unido a tu voluntad de entrar en ese ámbito,
es el inicio del aprendizaje para atraer hacia ti aquello que deseas y necesitas
mientras te encuentras en un mundo físico.
Hasta ese momento es muy probable
que no hayas podido desprenderte de tu apego por el mundo material. Quizá creas
que no existe otro mundo. Si fuera así, has abandonado tu capacidad divina, lo
cual es la causa de lo intensamente que te apegas al mundo sensorial. Adquirir
la conciencia de que posees un yo superior que es universal y eterno, te
permitirá acceder con mayor libertad a ese mundo y participar en el acto de
manifestar los deseos de tu corazón.
LO VISIBLE Y LO INVISIBLE
Considera por un momento el mundo
de la forma que ves a tu alrededor, incluido tu cuerpo. ¿Cuál es la causa de
todo lo que observas? Contempla quién es el que observa y toma nota de todo el
«material». ¿Quién es ese invisible «Yo» dentro de todos los tubos, huesos,
arterias y piel que constituyen tu forma física? Para conocerte auténticamente
a ti mismo, tienes que comprender que todo aquello que observas a tu alrededor
fue y es causado por algo que existe en el mundo de lo invisible. Ese algo es
el mundo del espíritu.
Al observar un roble gigantesco,
pregúntate qué hizo que el árbol se convirtiera en lo que es ahora. Empezó a
partir de una diminuta bellota, un joven plantón que creció hasta convertirse
en un poderoso árbol. Tu mente lógica y racional te dice que dentro de aquella
bellota tuvo que haber algo parecido a la «arboridad». Lo único que encuentras
es una masa de materia amarronada, de polvo en reposo. Si examinas más
atentamente esa masa amarronada que constituye la bellota, encontrarás jirones
más pequeños de materia amarronada, hasta que en último término descubrirás
moléculas característicamente «abellotadas». Luego encontrarás átomos y después
electrones y partículas subatómicas, hasta que finalmente encontrarás lo más
pequeño posible con ayuda de un potente microscopio. Aquí descubrirás que no
existen partículas, sino ondas de energía que van y vienen misteriosamente.
Tu conclusión será que la bellota
y el árbol tienen un creador invisible e inconmensurable, llamado espíritu o
alma por aquellos de nosotros que necesitan clasificar estas cosas. La fuente
de todo, por tanto, es una no cosa, ya que no se encuentra en la dimensión de
lo mensurable.
Este mundo invisible que es la
fuente del mundo de lo que se ve, es también la causa original de tu
existencia. Obsérvate científicamente a ti mismo y descubrirás que no eres tu
propia creación. Si no te has creado a ti mismo, ¿qué es lo que te ha creado?
Podemos remontarnos a la
concepción y explicar la creación como una gota de protoplasma humano que
colisiona con otra, y que tiene como resultado tu apariencia en forma de una
diminuta mancha que creció hasta convertirse en el cuerpo que eres ahora. Pero,
si reflexionas un poco más sobre esas gotas de protoplasma humano y aumentas la
potencia del microscopio, y si haces lo mismo con la mancha que fue tu primera
experiencia de forma, descubrirás la misma verdad que definió a la bellota. Al
principio eres energía, una energía que no tiene dimensiones, que no está en el
mundo visible. Ese es nuestro yo original. Es una potencialidad, no un objeto.
Una «atracción futura» si quieres, el potencial de convertirte en algo y dejar
de ser una no cosa.
De un modo u otro, todo el mundo
cree que tiene un alma o un espíritu, pero que no es importante para la vida
cotidiana. Puede llegar a ser realmente significativo, sin embargo, después de
que muera el cuerpo. Aquí adopto una postura diferente, que constituye el
núcleo de este primer principio de la manifestación. Te conducirá a tu yo
superior y luego a la capacidad para vivir una vida milagrosa de cocrear con
Dios tu estado ideal del ser. Además, este espíritu es permanente e incapaz de
perderse o eliminarse.
Tu destino es el de convertirte
en cocreador con Dios y atesorar la santidad de todo lo que existe en este
mundo de la forma que llamamos hogar, pero que en realidad sólo es un lugar de
paso transitorio.
Tu capacidad creativa se origina
en la mente invisible. Se inicia en el mundo invisible de las ondas y la
energía. Así sucede también con los planetas, las estrellas, las flores, los
animales, las rocas, tú mismo, tus posesiones, tus creaciones..., todo, sin
excepciones. Examina cualquier cosa y descubrirás que en el núcleo no hay
forma, sino sólo una cualidad invisible que le hace llegar desde el mundo de lo
invisible al mundo de lo observable.
Es este mundo de lo invisible lo
que quisiera que consideraras a medida que lees estas palabras. Imagina que hay
dos mundos en los que coexistieras en todo momento. Mira ahora a tu alrededor,
al mundo de la forma. Mira luego dentro de ti mismo para darte cuenta de que
ahí comienza la dimensión invisible, la que ni siquiera estamos cerca de
comprender.
Luego, da el gran salto hacia la
conciencia de que eres simultáneamente estos dos mundos. No estás separado del
mundo de lo invisible más de lo que lo estás del mundo de lo visible. Eres una
combinación de ambas cosas en todo momento de tu vida, aun cuando hayas
terminado por creer que resides exclusivamente en el mundo de lo visible, y que
lo invisible es otra cosa, diferente a ti mismo. Eres tú, todo ello. ¡Ahora
mismo!
El problema al que nos
enfrentamos la mayoría de nosotros para convertirnos en manifestadores y
aprender a controlar las circunstancias de nuestras vidas es que hemos perdido
nuestra capacidad para oscilar entre el mundo de la forma y el mundo de lo
invisible. Imagina que existe una línea que cruza la estancia donde te
encuentras en este momento. Supón que todo lo que se encuentra a la derecha de
esa línea representa el mundo de lo visto. A la izquierda de la línea está todo
aquello que es la causa de lo que se encuentra a la derecha. El mundo invisible
está en la izquierda, y el mundo visible en la derecha.
Cuestiona ahora la creencia de
que tú (el conjunto de ti mismo) no puedes entrar en el mundo situado a la
izquierda de la línea imaginaria. Si cruzaras esa línea de vez en cuando,
entrarías en el mundo del creador. ¿Se te ha enseñado que el creador es algo
que se encuentra fuera de ti mismo? (En el segundo principio abordaré esto con
más detalle.) Si es así, tu mundo interior (el mundo de lo invisible) está
lleno de ideas que te prohiben participar en el proceso creativo.
Hay dogmas que consideran que la
idea de participar en el proceso creativo es una blasfemia, o una estupidez, o
bien tenerse a uno mismo en una consideración demasiado alta. Pero volvamos a
la frase inicial de este primer principio y leámosla de nuevo hasta que resuene
en tu interior: Dentro de ti mismo existe una capacidad divina para la
manifestación y para atraer todo aquello que necesitas o deseas.
Es incluso más que estar dentro
de ti. Eres tú, y tienes que superar tus condicionamientos y darte permiso para
entrar en ese mundo. Cruza la línea que separa tu yo físico del yo que es igual
de real, solo que invisible. Al superar los obstáculos mentales que te impiden
cruzar la línea, tu yo invisible será el billete que te conducirá a la creación
en tu vida.
TRASCENDER TU CONDICIONAMIENTO
Te guste o no te guste, todos
nosotros hemos sido condicionados para pensar y actuar de formas que se han
hecho automáticas. Tenemos que imaginar cómo superar ese condicionamiento si
queremos tener acceso a nuestro yo superior. Puedes estar seguro de que el ego
no se tomará a bien esta clase de esfuerzo.
Pedirle al ego que contribuya a
disminuir su propia importancia, para que tú puedas tener acceso a tu yo
superior equivale a tratar de sostenerse sobre los hombros. El ego es tan
incapaz de apartarse, como deferencia ante el espíritu, como el ojo es capaz de
verse a sí mismo o la punta de tu lengua es capaz de tocarse a sí misma.
Así pues, tu tarea se convierte
en un montón de paradojas. Si confías en que tu ego te ayude a superar sus
propias influencias, no harás sino fortalecer el dominio que ejerce sobre ti.
Tienes que imaginar cómo emancipar la conciencia de las limitaciones de tu
mente y de tu cuerpo.
En el estado del ego te
experimentas generalmente a ti mismo como una entidad separada. Para ir más
allá de este condicionamiento querrás empezar a verte como humanidad, antes que
como una forma separada de un cuerpo. Dicho con palabras muy sencillas, si
tienes la sensación de hallarte desconectado del resto de la humanidad y ser
verdaderamente una entidad separada que necesita ponerse a prueba a sí misma y
competir con los demás, no podrás manifestar el deseo de tu corazón.
La manifestación no se refiere a
conseguir cosas que no estén aquí. Se trata más bien de atraer lo que ya está
aquí y forma parte de ti mismo en un nivel espiritual. Si permaneces separado,
aquello que deseas que se manifieste será continuamente inalcanzable para ti.
Si desplazas esa conciencia a tu alrededor y puedes verte a ti mismo como parte
de lo que deseas, habrás trascendido el condicionamiento de tu ego, y de todos
los demás egos que hayan contribuido a este proceso en tu vida.
Con la toma de conciencia de Dios
dentro de ti mismo, no sólo disuelves la identificación de tu ego como separado
de Dios, sino que dejas atrás tus viejas formas de verte a ti mismo. Al
despertar a tu yo superior, superarás con la práctica tu condicionamiento como
ser separado.
A continuación, se indican
algunos de los pensamientos condicionados que hacen que el ego domine tu vida y
te impiden materializar lo que tú deseas y lo que te desea a ti.
1. No tengo control sobre mi
vida. Esa fuerza se halla situada fuera de mí. Esta clase de respuesta
condicionada a las circunstancias de tu vida sitúa la responsabilidad al margen
de ti y se convierte en una excusa útil cuando tu vida no sigue el camino que a
ti te gustaría que siguiera.
Puedes cambiar esta percepción en
cualquier momento y empezar a confiar en que la fuerza vital del universo es
exactamente lo que tú eres. Piensa cada día en esta idea percibiendo cómo fluye
la fuerza vital a través de ti. Aleja tu atención de los pensamientos dominados
por el ego acerca de las circunstancias de tu vida, y céntralos en el momento
presente, observando conscientemente cómo respiras, los sonidos, las texturas,
los olores y escenas que experimenta la fuerza vital a través de ti. Practica
el alejamiento de los pensamientos acerca de tu vida en un momento dado, y
procura experimentar la fuerza de la vida fluyendo a través de tus sentidos.
2. La gente no puede manifestar,
todo depende de cómo caiga el dado cósmico. Es una idea muy popular, sobre todo
entre aquellos que se encuentran en circunstancias que no les son propicias.
Echar la culpa de lo que sucede a alguna fuerza externa e invisible que
controla el universo es un hábito de condicionamiento que conduce a la discapacitación
y, en último término, a la derrota. Tendrás que desprenderte de esta
alucinación de que no tienes capacidad para atraer lo que deseas. Ten en cuenta
que no estás practicando la magia cuando aprendes a manifestarte, sino que
simplemente manifiestas un nuevo aspecto de ti mismo que ha permanecido oculto.
El universo no es algo que esté
fuera de ti. Tú eres el universo. Tú eres esa fuerza que se manifiesta en todas
las cosas, incluso en aquellas que no han logrado aparecer en tu vida hasta
ahora. Recuerda, será lo que tú quieras que sea. Si crees que no puedes hacer
algo, eso es precisamente lo que sucederá. «No puedo» conduce a la siguiente
respuesta condicionada.
3. Lo he intentado antes y nunca
ha funcionado. En este caso, la respuesta condicionada estriba en creer que, si
intentas algo y fracasas, cualquier nuevo intento resultará en un fracaso.
Aquí, la palabra clave es «intentar». Intentar algo significa esforzarse,
trabajar por conseguir algo, dedicarle una gran cantidad de esfuerzo,
establecer objetivos y así sucesivamente.
Deja el libro por un momento e
intenta tomar un lápiz de la mesa. Simplemente, intenta tomarlo. Descubrirás
que no existe eso de «intentarlo». O lo tomas o no lo tomas. Punto. Lo que tú
llamas intentar tomarlo, es, simplemente, no tomar el lápiz.
Despréndete de tu obsesión por el
pasado y los intentos y, en lugar de eso, permanece relajado y tranquilo,
centrado en el momento presente, observando tu fuerza vital libre de juicios y
explicaciones. Verás como las cosas buenas empiezan a multiplicarse en tu vida
a medida que comprendas que tienes capacidad para influir en lo que te pase y
que hay todo un universo lleno de abundancia esperándote una vez que abandones
ese razonamiento que dice que tu pasado tiene que ser tu presente.
La razón por la que no has
logrado manifestar lo que deseas es porque te encuentras apegado a una idea
errónea. Tu pasado es una ilusión. Es el camino que has dejado atrás, y no
puedes volver a él, al margen de lo que creas. Ahora estás en el presente, y el
camino que tienes ante ti está lleno de cosas nuevas que no has hecho aún.
Ahora puedes cambiar esa actitud a partir de tu mundo interior.
4. Sólo pueden manifestarse los
seres altamente evolucionados. Así es como habla el ego, diciéndote que estás
separado y eres distinto de tus maestros espirituales y de otros que viven en
los niveles más altos. Aun cuando cada práctica espiritual te anime a ver
aquello de divino que hay en ti, a saber que posees la misma mente que tu
maestro, y a descubrir el reino de los cielos dentro de ti mismo, tu ego no
puede aceptarlo. Se halla entregado a la separación y te convence de que eres
menos que esos otros seres altamente evolucionados de los que has oído hablar.
Rechaza esos pensamientos e
imagina cómo esa fuerza invisible que es la esencia divina que hay en ti te une
a los demás seres. Nunca pongas a otros por encima o por debajo de ti,
considéralos como a iguales. Es necesario asimilar esta idea plenamente antes
de poder experimentar una verdadera transformación.
Estos son algunos de los
pensamientos que dan vueltas en tu cabeza cada vez que contemplas la idea de
tener lo que deseas.
El primer principio espiritual te
ayudará a superar tus condicionamientos. Para ello deberás adoptar una nueva
actitud con respecto a ti mismo y aplicarla en la vida cotidiana. Más que
invitarte a leer sobre tu yo superior, te animo a que lo conozcas, a que lo
busques en ti mismo y nunca vuelvas a dudar de él.
Tener una filosofía es inútil si
se trata simplemente de una lista memorizada de rituales y enseñanzas de los
expertos. Para que una filosofía funcione tiene que convertirse en una pauta de
energía que utilices en tu vida cotidiana. Tienes que poseer una verdad eterna,
al mismo tiempo que una calidad utilitaria que te la haga sentir. Sé que es
cierto porque yo mismo la he aplicado y funciona.
También tú tienes un yo superior,
y puedes llegar a conocerlo tanto en su dimensión visible como en la que no lo
es. Una vez que te hayas convencido de esto, perderá tu poder la convicción de
que el ego es la fuerza motivadora y dominante en tu vida.
Te animo a seguir las siguientes
sugerencias para desarrollar este primer principio como una parte permanente de
tu conciencia total. Este plan de acción funcionó para mí. Si me encuentro con
una duda, regreso a este plan de cuatro puntos, que siempre me permite volver a
reconciliarme con mi yo superior.
CÓMO CONOCER TÚ YO SUPERIOR SIN
NINGUNA DUDA
1. He aquí una gran definición de
iluminación: estar inmerso y hallarse rodeado de paz.
Tu yo superior sólo desea que te
sientas en paz. No juzga, compara o exige que derrotes a nadie, o que seas
mejor que nadie. Sólo desea que te sientas en paz. Cada vez que estés a punto
de actuar, hazte la siguiente pregunta: «¿Me va a traer paz lo que estoy a
punto de decir o hacer?». Si la respuesta es afirmativa, adelante, déjate guiar
por la sabiduría de tu yo superior. Si la respuesta es negativa, recuerda que
es tu ego el que está actuando.
El ego promueve la confusión
porque desea establecer su carácter individual, su separación de todo lo demás,
incluido Dios. Te empujará en la dirección del juicio y la comparación, te hará
insistir en tener razón y ser mejor. Puedes conocer tu yo superior escuchando
la voz que sólo desea que te sientas en paz.
2. Ve más allá de la restricción
del plano físico. El propósito del yo superior consiste en ayudarte en este
esfuerzo. Lo hace creando un santuario interno que es tuyo y sólo tuyo. Acude a
este retiro interior silencioso con tanta frecuencia como puedas, y libérate de
las cosas que te atan al mundo exterior del ego.
Al retirarte a este santuario,
brotará dentro de ti una luz que aprenderás a conocer y respetar. Esa luz es tu
conexión con la energía de la manifestación. Es como tomar un baño de luz pura;
sentirás esta energía al tiempo que te retiras silenciosamente a tu interior.
Esta luz no forma parte del plano terrenal. Te ayudará a ir más allá del mundo
físico. Recuerda que no puedes ir más allá del plano terrenal si te encuentras
todavía en él. Tu yo real e invisible puedes atraer la energía del sol, el
viento y de todo aquello que sea celestial.
3. Niégate a defenderte ante
cualquiera o ante nada en el plano terrenal. Tienes que aprender a permanecer
dentro de tu pauta de energía superior, al margen de lo que suceda ante ti en
el mundo material. Eso significa que te conviertes en una especie de sabio
desconocido que se niega a interactuar con nada de lo que exista en este plano
físico.
Ese es el desafío del yo
superior. Está más allá del sistema de realidad que identificas como materia y
como forma. Utiliza tu luz interior para tu alineamiento y permite que quienes
estén en desacuerdo con esa perspectiva tengan sus propios puntos de vista.
Está en paz. No explicas ni haces gala de tu energía. Tú lo sabes, y eso es más
que suficiente para ti.
4. Finalmente, ríndete y confía en
la sabiduría que te creó. Estás desarrollando una fe que trasciende las
convicciones y las enseñanzas de los demás. Esa confianza es tu rincón de
libertad, y siempre será tuyo. De hecho, es tan importante que configura el
segundo principio espiritual de la manifestación, sobre lo que leerás en cuanto
pases a la siguiente sección.
Tu yo superior no es simplemente
una idea altiva y espiritualista. Es una forma de ser. Es el primer principio
que tienes que entender y asumir para atraer hacia ti lo que deseas y necesitas
para este paréntesis de eternidad que conoces como vida.
Segundo principio
Confiar en ti mismo es confiar en
la sabiduría que te creó
Aprender a confiar puede ser
difícil al principio. Será un ejercicio inútil si te basas en tu mente para crear
confianza. Ello se debe a que la mente funciona sobre problemas materiales
mediante la interpretación de datos sensoriales. Al volverse hacia las
cuestiones espirituales, la mente intenta encontrar respuestas intelectuales
mediante la utilización de pruebas, razonamiento lógico y teórico. Exige
garantías y pruebas para establecer resultados tangibles.
En contraste, el método del
corazón, centrado en la comprensión espiritual, supone un reconocimiento
intuitivo del valor del amor. Mientras que la mente trata de conocer el
espíritu estableciendo condiciones lógicas que deben satisfacerse para que se
produzca una liberación de amor, el corazón emplea como método el amor
intuitivo. No es la conclusión de ningún razonamiento. Es la forma de actuar
propia de la espontaneidad, no el resultado de un regateo con el intelecto. El
corazón confía en la sabiduría interior que siente y conoce espontáneamente,
mientras que la mente exige pruebas científicas para poder confiar.
En occidente, a la mayoría de
nosotros se nos ha enseñado que el centro de nuestra sabiduría se encuentra en
la cabeza. Si se le pregunta a la gente dónde cree que está su capacidad para
procesar el pensamiento y la experiencia, generalmente responderá que en el
cerebro. Si se plantea la misma pregunta a personas conscientes
espiritualmente, te indicarán que en el corazón.
Cuando la mente busca
corroboración mediante pruebas específicas como ayuda para la comprensión
espiritual, está invadiendo un ámbito mucho más apropiado para el corazón. Por
esta razón, es necesario confiar en lo que el corazón sabe. Sin una confianza
total es imposible conocer los milagros del yo superior y convertirse en un
manifestador.
La vida espiritual no depende de
la acumulación de información intelectual. La espiritualidad necesita del suelo
fértil de los sentimientos que aporta la dimensión de lo invisible. Es
imperativo confiar en el espacio de tu corazón para el crecimiento de una vida
espiritual sana.
Eso significa cultivar una
armonía entre mente y corazón y, para la mayoría de nosotros, eso supone a su
vez terminar con la dominación del intelecto. La mente tiene que rendir su
papel como juez permanente y permitir que el corazón contribuya con su
sabiduría. Es este proceso de rendimiento el que permite que la confianza empiece
a florecer, para sustituir a la duda.
La desconfianza se inicia pronto
en la mayoría de los seres humanos. Es útil para darnos cuenta de por qué no se
le ha permitido al espacio del corazón ser el centro de nuestro ser. A continuación,
se indican dos teorías que describen nuestro lugar en la naturaleza. Creo que
estarás de acuerdo en que la primera teoría ilustra por qué se halla tan
profundamente enraizada la desconfianza en nosotros mismos y nuestras
capacidades divinas.
Dos TEORÍAS DE LA NATURALEZA QUE
AFECTAN A NUESTRA CAPACIDAD PARA CONFIAR
Primera teoría: la naturaleza
como un mecanismo
En la visión mecanicista de la
naturaleza, todo es un artefacto hecho por un jefe que tiene muchos nombres
diferentes. En la visión occidental, a ese jefe se le llama Dios.
Este Dios es representado a
menudo como un ser masculino de barba blanca, que habita en el cielo y crea el
mundo natural. En esta teoría, el mundo es un constructo y Dios el constructor.
El Dios bíblico es paternal, autoritario, benéfico y, en muchos aspectos,
tiránico.
Sigue la pista de todas las cosas
y conoce con exactitud lo que hace todo el mundo, y cuándo se transgreden sus
leyes.
Uno de los aspectos operativos de
esta teoría de la naturaleza es la idea del castigo por los propios pecados.
Este Dios/padre nos pide cuentas por las transgresiones, juzgadas por varios
intérpretes de sus leyes que han afirmado, a través de la historia, tener
acceso a lo divino. Esencialmente, el universo es una monarquía en la que Dios
es el rey y nosotros los súbditos. Se considera que todos los súbditos nacen
con la mancha del pecado como parte de su naturaleza y, en consecuencia, no son
dignos de confianza.
Esta teoría de la naturaleza hace
que mucha gente se sienta enajenada, fomentando así la opinión de que estamos
separados del jefe. Cuanto más separados nos sentimos de este Dios, tanto más
percibimos la necesidad de crear alguna forma de sentirnos valiosos. Así pues,
creamos la idea de nuestra importancia basándonos en elementos externos a los
que llamamos «ego».
En último término, la dependencia
del ego conduce a una mayor separación en la medida en que la vida se convierte
en una contienda y una competencia con otros que nosotros mismos hemos
designado. Pero la sensación de enajenación se ve parcialmente apaciguada por
la actitud, dirigida por el ego, de «nosotros contra ellos». Se categoriza y se
evalúa a la gente sobre la base de lo «egonómico», que incluye aspecto,
tradición, lenguaje y características físicas.
Estoy convencido de que lo más
preocupante de esta teoría de la naturaleza es el impacto que tiene sobre
nuestra capacidad para movernos desde la seguridad que da confiar en uno mismo.
Una vez que alguien se ha convencido de no ser digno, de ser básicamente un
pecador, está perdido. Si no se es digno, ¿cómo puede uno pensar que lo es? No
puede.
Todo se halla sujeto a duda
cuando Dios es un jefe vengativo. Eso conduce a la confusión de dudar de todo,
porque nuestras opiniones, sentimientos y convicciones no son dignas. En este
marco, no se puede mantener siquiera la confianza en Dios, debido a la
desconfianza hacia nosotros mismos. Y no confiar en ese Dios puede suponer el
transgredir una de sus leyes. Es una situación sin salida.
Esta teoría de la indignidad de
la naturaleza, por popular que sea, es absolutamente incompatible con el
segundo principio de la manifestación. No se puede sintonizar con el poder y la
energía del universo para crear y atraer una vida abundante si esa energía y
ese poder radican fuera de uno mismo.
Segunda teoría: la naturaleza
como espontánea e imparcial
Según esta teoría de la
espontaneidad, Dios es inteligencia universal que fluye a través de todas las
cosas, que inspira el despliegue del proceso natural. Se pone el énfasis en la
necesidad de que reconozcamos la esencia divina que hay en todas las cosas, en
lugar de esforzarnos por gestionar y controlar el mundo natural. La fuerza
vital es imparcial y la responsable de toda creación.
En esta teoría, la naturaleza es
un despliegue no forzado de las formas de la vida, y no hay «jefe» alguno. En
lugar de aprender a gestionar y controlar el mundo natural, el impulso consiste
en confiar en él. En esta teoría, Dios ama todas las cosas.
Los seres humanos son un aspecto
de este Dios y son, por lo tanto, portadores de divinidad. En general, esta
teoría considera a los seres humanos como el nivel superior de la vida. Confiar
en este ser más evolucionado, supone confiar en la paradoja de lo que conocemos
como comportamiento bueno y malo, egoísta y desprendido, avaricioso y generoso,
de la misma manera que respetamos otras formas vitales confiando en sus
procesos.
Si confiamos en nuestra
naturaleza, no hay necesidad de inventar un ego que esté separado de lo divino.
Sabremos instintivamente cómo vivir en armonía con la naturaleza. Cuando
aprendamos a considerar a Dios como un poder invisible y amoroso que forma
parte de todas las cosas y nos permite tomar nuestras propias decisiones, Dios
se convertirá en una parte de nosotros mismos.
Estoy convencido de que nuestra
naturaleza es mucho más fiable que nuestros pensamientos. Este segundo
principio está orientado a fomentar el conocimiento de nosotros mismos, de modo
que el proceso natural de lo que deseamos también nos desee a nosotros.
Consideremos cómo nuestro sistema biológico atrae lo que necesita para que
crezca el cabello, para digerir el alimento, para que las uñas sean duras o los
pechos blandos, sin necesidad de que nuestros pensamientos dirijan el proceso.
El pensar nos puede llevar a menudo por mal camino, mientras que nuestra naturaleza
se despliega en forma de cuerpos y mentes que funcionan extraordinariamente
bien. Cuando se confía en este proceso natural, se empieza a confiar en la
naturaleza de todas las cosas. El Dios que hay en todo informa las propias y
confiadas respuestas ante la vida.
El propio orden de la naturaleza
es a veces tortuoso y otras veces recto, como se ve en las formas de las nubes
o de las montañas. No siguen ninguna pauta que podamos percibir y, sin embargo,
son perfectas. Cuando insistimos en controlar la naturaleza, estamos
interfiriendo en ella.
La necesidad de corregir la
naturaleza muestra desconfianza. Pero cuando nos relajamos y asumimos las
infinitas variaciones del universo, estamos permitiendo que la divinidad de la
naturaleza fluya y se despliegue a través de nuestra vida. Hemos sintonizado
entonces con lo divino.
Piensa en ti mismo como una
conciencia representada por Dios, del mismo modo que una ola forma parte del
océano que está representado por el propio océano. Esta teoría de la naturaleza
promoverá la clase de confianza que necesitas para atraer todo lo que te
pertenece en el universo. Esa energía divina e invisible es el océano del que
forma parte tu ola. Puedes llamarlo Dios, océano o cualquier otra cosa.
Se trata aquí de una toma de conciencia
profundamente exquisita porque en tu interior sabrás que formas parte de todas
las cosas. Y eso conduce a manifestaciones milagrosas en el sentido de que te
encuentras realmente conectado con todo lo que deseas que se manifieste, y
finalmente sabes que esta es tu verdad.
ESTAR EN TODAS LAS COSAS AL MISMO
TIEMPO
La auténtica confianza sólo se
alcanza a través de la sabiduría del corazón. Al penetrar en este espacio
seguro, acudirá a ti todo aquello que te pertenezca porque has creado la
capacidad interna para recibirlo. La ironía es que aquello que deseas recibir
forma en realidad parte de ti mismo. Este puede ser un concepto difícil de
asimilar, debido al apego del ego a ser separado y especial.
No hay en tu mente racional nada
capaz de convencerte de que el agua se compone de dos partes de hidrógeno y una
de oxígeno. Aparentemente no es más que un líquido que fluye y no tiene nada
que ver con gases. Pero cuando analizamos el agua, se ponen de manifiesto sus
elementos constituyentes. Y lo mismo sucede con la idea de estar en todas las
cosas al mismo tiempo.
En nuestra experiencia cotidiana
no hay nada que nos dé muchas razones para creer que nuestra mente tiene, como
uno de sus elementos constituyentes, algo invisible que está en todas las cosas
vivas. Sin embargo, cuando examinamos nuestra fuerza vital y utilizamos la
mecánica cuántica, descubrimos que esa energía no es, de hecho, una partícula,
sino una onda que es la misma en toda forma de vida.
Confiarás en la energía universal
cuando aceptes este hecho «irracional»: no sólo eres digno de confianza, sino
que formas parte de la misma fuerza vital que existe en todas partes. Si crees
esto realmente, te darás cuenta de que todo lo que falta en tu vida forma parte
de la misma energía que hay en ti. La manifestación se convierte entonces en el
arte de atraer aquello que ya forma parte de uno mismo.
En cierto sentido, es como pensar
que las cosas que deseas están sobre una cuerda infinitamente larga, a pesar de
lo cual están unidas a ti de alguna forma invisible. Sólo es una cuestión de
confianza el atraer esa cuerda hacia ti, y todo aquello que debe llegar a tu
vida estará ahí una vez que hayas desarrollado la capacidad para recibirlo.
Pero no podrás recibirlo, ni acercarte remotamente si no estás plenamente
convencido de que eres una extensión de Dios.
Me agrada pensar en Dios como el
océano y en mí mismo como un vaso. Si introduzco el vaso en el océano, me
siento como un vaso lleno de Dios. No importa cómo lo analice, el caso es que
seguirá conteniendo a Dios. Ahora bien, el vaso de Dios no es tan grande como
el océano, ni tan omnisciente ni omnipotente, pero sigue siendo Dios. Esta
metáfora me permite confiar tanto en mí mismo como en la sabiduría que me ha
creado, y me permite ver también nuestra unicidad.
Deliberadamente, he preferido no
utilizar muchas citas en este libro. Pero quiero resaltar que todo maestro
espiritual y todos los santos, maestros, gurús o sacerdotes que ha habido en la
historia, han expuesto un consejo similar. Esta filosofía perenne conecta a
toda la humanidad, desde los tiempos tribales y antiguos, hasta los civilizados
y actuales. Es el mensaje de que Dios está dentro y fuera de todas las cosas
vivas. Y también de que hay un mundo del que formamos parte y que no se haya
sujeto a las leyes del tiempo y el espacio. Más aún, todos formamos parte de
ese mundo espiritual invisible.
Puesto que está en todas partes
no sólo está dentro de ti sino que eres tú. Esto significa que es en nosotros
mismos donde tenemos que buscar a Dios. La afirmación «Tú y el Padre sois uno»
es mucho más que una advertencia eclesiástica. Es una afirmación de tu propia
realidad.
Con la práctica, puedes aprender
a conocer esta realidad. Puedes aprender a ver el aura alrededor de todas las
cosas vivas, a ayudar a los demás protegiendo tu energía y dándoles fortaleza y
sustento. En realidad, no se trata tanto de una habilidad que pueda aprenderse
como de confiar en la energía que forma parte de uno mismo.
Es posible que la forma más
efectiva de confiar en tu realidad propia sea a través del poder de la oración.
La oración y la confianza nos ofrecen métodos aparentemente mágicos para
manifestar el deseo divino. Pero primero quizá tengas que cambiar viejas
percepciones relativas a la oración, y buscar en tu interior una visión
completamente nueva.
ORACIÓN Y CONFIANZA
Por lo que se refiere a la
oración parece que vemos a menudo a Dios como una especie de gigantesca máquina
expendedora situada en el cielo, capaz de concedernos todos nuestros deseos una
vez que hayamos introducido en la ranura las monedas adecuadas en forma de
oraciones. Insertamos oraciones, apretamos el botón y confiamos en que Dios nos
dispensará los bienes que solicitamos. La máquina expendedora se convierte así
en objeto de nuestra veneración. Le decimos a la máquina lo buena que es y lo
mucho que la adoramos, y esperamos que sea buena con nosotros a cambio.
La premisa básica de esta actitud
es que Dios está fuera de nosotros y, por lo tanto, lo que necesitamos y
deseamos también está fuera de nosotros. Esta forma de oración es como
practicar la ausencia, antes que la presencia de Dios. Si creemos estar
separados de Dios, el enfoque de la máquina expendedora por lo que se refiere a
la oración no hace sino reforzar y profundizar esta convicción.
Prefiero promover la idea de la
oración como una comunión con Dios. Rezar a nivel espiritual se convierte
entonces en un acto que me permite tener la certeza de que Dios está tan cerca
de nosotros como nuestro propio aliento. Lo que buscamos en la oración es la
experiencia de coexistir con Dios. La oración es nuestra forma de comunicar que
estamos preparados para que se manifiesten los deseos de esta energía sagrada a
través de nuestra forma humana. No hay separación, ni ausencia de Dios en
nosotros, sino simplemente la presencia de esta fuerza en nuestro interior.
En consecuencia, la verdadera
experiencia de Dios no cambia ni altera a Dios, sino que nos cambia a nosotros.
Cura nuestro sentido de la separación. Si no nos vemos cambiados por la
oración, es porque nos hemos negado la oportunidad de conocer la sabiduría que
nos ha creado.
La búsqueda de la felicidad fuera
de nosotros mismos vuelve a encender la idea de que no somos completos y relega
la oración al estatus de ruego ante un jefe Dios. Pedimos entonces favores, en
lugar de buscar una manifestación de nuestro yo invisible e inspirado.
La oración, al nivel al que yo me
refiero, no es pedir algo, del mismo modo que tratar de convertirse en un
manifestador no es pedir que algo aparezca en tu vida. Lo que calificó como
oración auténtica es invitar al deseo divino a expresarse a través de uno
mismo. Que exprese el más elevado propósito, por mi bien o por el de toda la
humanidad. En este nivel, la oración expresa mi experiencia de la unicidad con
la energía divina.
Quizá esta pueda parecerte una
idea radical o incluso blasfema, pero constituye la fuente de todas las
tradiciones espirituales. He aquí unos pocos ejemplos.
Cristianismo: el reino de los
cielos está dentro de ti. Islamismo: quienes se conocen a sí mismos conocen a
tu Dios. Budismo: mira dentro de ti mismo, tú eres el Buda.
Vedanta (parte del hinduismo):
Atman (la conciencia individual) y Brahman (la conciencia universal) son uno.
Yoga (parte del hinduismo): Dios
habita dentro de ti como tú mismo. Confucianismo: el cielo, la tierra y el
humano son un solo cuerpo.
Upanishads (parte del hinduismo):
al entenderse a uno mismo, se conoce todo este universo.
Superar los condicionamientos en
este ámbito es crucial. Al principio, quizá puedas aceptar esta idea a un nivel
intelectual, pero es posible que no puedas convertirla en una experiencia
auténtica. Así pues, te sugiero que conviertas la oración en una experiencia,
utilizándola para sustituir los continuos pensamientos que te asalten durante
el día. Utiliza tu confianza para comulgar con Dios en lugar de pasar el tiempo
en un estado de cháchara constante.
Sustituye los pensamientos sobre
tus experiencias por la experiencia de la oración. Por ejemplo, rezar en este
sentido puede ser simplemente una frase como: «Ahora me guía lo sagrado», o «El
amor sagrado fluye ahora a través de mí», y recítalo en silencio, en lugar de
pensar. Este tipo de oración te ayudará a cultivar tu lado espiritual y a
evitar la cháchara del ego, de modo que pueda crecer lo que tú deseas y lo que
te desea a ti. Mi práctica personal de la oración consiste en participar en una
comunión con Dios, en la que veo a Dios dentro de mí mismo y le pido fortaleza
y sabiduría para superar cualquier problema que pueda tener. Sé que no estoy
separado de esta fuerza vital que llamamos Dios. Sé que esta fuerza me conecta
con todo lo que existe en el universo, y que al dirigir mi atención hacia
aquello que deseo atraer, no estoy haciendo en realidad más que manifestar un
nuevo aspecto de mí mismo.
Luego dejo que se produzcan los
resultados, que el universo se ocupe de los detalles. Me retiro en paz y me
recuerdo a mí mismo que tener el cielo en la tierra es una elección que tengo
que hacer, no un lugar que tenga que encontrar. Soy yo quien decido si quiero
que la fuerza de Dios fluya a través de mí sin restricciones, participando así
de este modo en la creación de mi propia vida. La confianza, pues, es la base
de mi oración y con ella llega la paz, que es la esencia de la manifestación.
PAZ: EL RESULTADO DE LA CONFIANZA
Tu yo superior desea que
experimentes paz, que es una definición de la iluminación. Quizá recuerdes que
anteriormente definí la iluminación como estar inmerso y rodeado de paz. Cuanto
más confíes en la sabiduría que lo crea todo, tanto más confiarás en ti mismo.
El resultado de confiar es que tienes a tu alcance una enorme sensación de paz.
Cuando el ego insista en ganar,
comparar o juzgar, podrás suavizar y calmar sus temores con la sensación de paz
surgida a partir de la confianza. Cuando seas capaz de confiar, sabrás que Dios
y tú sois uno, del mismo modo que el vaso de agua del océano es el océano
mismo. Eres la fuerza de Dios, del mismo modo que una ola es lo que el océano
hace.
A medida que crezca esta
conciencia, descubrirás que eres una persona más pacífica y, en consecuencia,
la iluminación se convertirá en una parte de tu estilo de vida. Ser
independiente de la opinión de los demás y desprenderse de la necesidad de
tener razón son dos poderosos indicadores de que tu vida se desplaza hacia la seguridad
que da confiar en Dios y en uno mismo. Y, sin embargo, hay en nuestras vidas
muchas personas que perturban nuestro estado de paz. La cuestión entonces
estriba en aprender cómo manejar a aquellos que perturban consciente o
inconscientemente nuestra experiencia de la confianza y la paz.
En cierta ocasión escribí un
ensayo en un tono un tanto chistoso titulado «Su compañero del alma es la
persona a la que más le cuesta soportar». La esencia del ensayo era que la
gente que aparece en nuestra vida y con la que estamos de acuerdo y compartimos
intereses similares, fáciles de aceptar, nos enseñan de hecho muy poco. Pero
aquellos otros capaces de sacarnos de quicio y encolerizarnos a la menor
provocación son nuestros verdaderos maestros.
La persona que realmente puede
perturbar tu estado de paz es aquella que te recuerda que no te encuentras
verdaderamente en el estado de paz o iluminación que brota de la confianza. En
ese momento, esta persona se convierte en tu mejor maestro, y es a ella a quien
debieras dar las gracias, y a Dios, por haberla enviado a tu vida. Cuando
llegue el día en que puedas trascender la cólera, la rabia y la alteración que
esa persona parece provocar, y decirle: «Gracias por ser mi maestro», habrás
reconocido a un compañero del alma.
Todo aquel que aparezca en tu
vida y pueda sacarte de quicio y hacerte sentir frenético es un maestro
disfrazado de ser manipulador, desconsiderado, frustrante y no comprensivo. La
paz iluminadora significa que no sólo estás en paz con aquellos que comparten
tus intereses y que están de acuerdo contigo, o con los extraños que van y
vienen, sino también con aquellos maestros que te recuerdan que todavía te
queda mucho que hacer para estar en paz contigo mismo.
Da gracias por todos esos grandes
maestros espirituales que han aparecido en tu vida en forma de hijos, cónyuges
actuales o pasados, vecinos irritantes, compañeros de trabajo, extraños
detestables y otras personas similares, pues ellos te ayudan a permanecer en
estado de paz e iluminación. Te permiten saber día a día cuánto trabajo te
queda realmente por hacer, y en qué aspectos no has logrado aún dominarte a ti
mismo.
La paz se consigue cuando el yo
superior domina en tu vida. La paz interior que se deriva de la confianza hará
que tu alma goce de una excelente salud. Ten en cuenta que sólo existe un alma
real, y que la personalidad no es más que un vehículo para el todo. No se puede
dividir lo infinito. No hay división posible. Debes confiar.
Dividir significa que uno se
aleja de la identificación con la fuerza de Dios, y se refugia en el ego. Y eso
trae consigo la ausencia de paz y de confianza en la sabiduría que lo ha creado
todo.
Puedes hacer muchas cosas, de una
manera regular, para convertir en una realidad en tu vida este segundo
principio de confiar en la unicidad. He aquí unas pocas sugerencias para
alimentar la confianza en ti mismo y en la unicidad.
CÓMO CONFIAR EN UNO MISMO Y EN LA
SABIDURÍA QUE LO CREÓ
• Empieza por admitir tu
confusión o tus fracasos. Al hacerlo así, evitarás el error de dejarte guiar
por una falsa seguridad en ti mismo. Recuerda que la verdadera confianza supone
desprenderse de todo condicionamiento que enseñe que la confianza en uno mismo
se basa en ser especial o diferente.
Al ser honesto contigo mismo en
todo aspecto de tu vida, dejas de identificarte con lo separado. Estás
preparado entonces para comprender que la confianza en ti mismo y la confianza
en la verdad última son una sola y misma cosa. Procura recordar que eres hijo
de Dios, y que la fuerza que hay en él está en ti. Deja que afirmaciones como
«Yo soy él» y «El soy yo» broten de tu interior.
• Ten en cuenta que no puedes
alcanzar un terreno más elevado si te aferras a un nivel más bajo. No puedes
abandonar el mundo físico si estás tan apegado a él que te niegas a
abandonarlo. El concepto de confianza supone rendirse y confiar en la fuerza de
Dios.
Imagínate a ti mismo cayendo
desde un precipicio mientras te aferras a una enorme roca, convencido de que
esta te protegerá. Desprenderse de la roca es una metáfora de la rendición y la
confianza. Continuarás viviendo y respirando en el plano físico terrenal, pero
te darás cuenta de que no eres sólo un cuerpo y una mente, y de que la roca no
es tu salvación. Tus necesidades y exigencias dejan de existir, y te conviertes
en parte de la conciencia única.
Naturalmente, sigues literalmente
en el cuerpo, pero ahora también te has unido a la conciencia única. Esta
confianza te permite participar en el acto de la creación, y experimentar el
mundo que te rodea de modo muy diferente. Ahora podrás transferir a tus
circunstancias personales la libertad y el respeto que recibes de Dios.
• Rebélate contra la filosofía
que predica la idea de Dios como jefe, como figura autoritaria y tirano
benevolente. El rechazo de este modelo no significa que seas ateo, sino que más
bien crees en el verdadero significado de la divinidad.
Nadie te exige que te sientas
inferior, que te veas a ti mismo como un pecador, que te postres de rodillas
ante ídolos y dogmas para creer en Dios. Considera las palabras de san Pablo en
el Nuevo Testamento cuando dice: «Dejad que esta mente esté en vosotros, como
estuvo también en Cristo Jesús, a quien estando en la forma de Dios no le
pareció irrespetuoso ser igual a Dios». Esta es la clase de confianza que debes
adoptar para conocer tu lado divino.
• Que confíes no significa que no
experimentes nunca los altibajos de la vida. Habrá picos y valles mientras
vivas en este plano físico. No hay felicidad sin la experiencia opuesta de la
infelicidad. Es en el equilibrio entre los opuestos en lo que se basa la vida
en el plano físico.
No abandones la confianza cuando
tu ego crea que las cosas debieran ser diferentes a como son. No abandones en
los momentos de oscuridad, porque a ella seguirá la luz. Debes buscar una
lección, porque tu confianza te permitirá observar esos momentos difíciles
desde fuera, sin dejar que caigas en el error de considerarlos una parte
inevitable de tu vida. Desde esta perspectiva, no estás a merced de la energía
de tu ego, que insiste en que todo tiene que ser perfecto y que cuando no lo es
tienes razones para abandonar tu confianza en lo divino.
Los baches, simplemente, forman
parte del plano físico, pero no de ti. Tú formas parte de la sabiduría
invisible que creó todo este plano físico y puedes confiar en ella de la forma
más completa.
• En esta vieja idea de confianza
hay una sabiduría intemporal. Cualquier persona puede percibir los problemas en
su interior, pero si confía espiritualmente se dará cuenta de que en su
interior también están las soluciones.
Al confiar en ti mismo no buscas
las soluciones a tus problemas fuera de ti mismo. En lugar de eso, mantienes tu
confianza, y eso te permite atraer la energía necesaria para encontrar la
solución.
• Toma tus problemas más serios y
preséntaselos a Dios. Di algo así como: «No he podido resolver estos temas en
mi vida y he utilizado todas las técnicas que conozco. Quisiera mostrar mi
confianza en la fuerza divina colocándolos simplemente en tus manos. Al hacerlo
así, sé que la fuerza divina que eres tú, Dios, también soy yo, y confío en que
esta acción me conducirá a la solución de estos problemas».
Te puedo asegurar que este método
te pondrá en contacto directo con un poder muy superior al que puedas encontrar
en una botella, una cuenta bancaria, un cónyuge, una enfermedad o cualquier
otra cosa del plano terrenal a la que puedas recurrir. Yo dejé atrás todas las
adicciones de mi vida gracias a estas simples palabras: «Lo he intentado todo,
y ahora pongo mi confianza en Dios».
No se trataba de algo externo.
Simplemente confié en esa fuerza y esta empezó a mostrarse en mi programa de
abstinencia diaria. Confié en la sabiduría eterna y también confié en mi
capacidad de recibir esa sabiduría y aplicarla. Este mismo proceso ha sido la
fuente de todas las manifestaciones que he vivido y continúa transpirando en mi
vida diaria.
• La presencia de una confianza
completa se manifiesta abiertamente en tu vida cuando todo aquello que piensas,
sientes y haces se encuentra equilibrado y en armonía. Por el contrario, la
disparidad entre pensamiento, estado emocional y comportamiento refleja un
alejamiento de la actitud de confianza que intento animarte a adoptar al poner
en práctica este segundo principio de la manifestación.
Examina atentamente sus
pensamientos. Comprueba si esos pensamientos son totalmente congruentes con tus
acciones. Decir «Creo en un cuerpo saludable» y dedicarse a comer de modo poco
saludable, disuelve la confianza en uno mismo. El pensamiento, las emociones y
el comportamiento congruentes constituyen fuertes indicadores de la confianza
que tienes en ti mismo. Y ten en cuenta que, al confiar en ti mismo, estás
confiando al mismo tiempo en Dios.
Cuando uno es incongruente con
sus pensamientos, está demostrando falta de confianza en la divinidad que es su
propia esencia. Sé honesto contigo mismo. Identifica las incongruencias y
confía en tu capacidad para trascenderlas, y atraerás así la energía que
necesitas para efectuar esta transformación. Pero si te aferras a la
incongruencia, si piensas una cosa y te comportas de modo poco sincero,
sabotearás tu capacidad para confiar en ti mismo y también en la sabiduría
infinita.
Al practicar la rendición, has de
reconocer la riqueza que hay en ti, en lugar de lamentarte por tu supuesta
impotencia. Al practicar la confianza espiritual, estás rindiendo tu ego y
todas tus creencias alucinatorias ante un poder superior. Simplemente, te dejas
llevar, sabiendo que la guía divina está siempre contigo.
• Inicia una práctica de
meditación para dedicarte a contemplar el principio supremo que se encuentra
más allá de las mezquindades de este mundo. Sí, estás en este mundo, pero no te
hayas contaminado por él. La mente necesita y anhela serenidad. La meditación
no se reduce simplemente a hacer que la mente crea que está meditando. La
meditación es, literalmente, la personificación de la verdad y la confianza. La
liberación se revela en la purificación de la mente.
La práctica de la meditación es
una poderosa herramienta en mi vida. Soy escritor, a veces escribo durante
horas y todo fluye mágicamente. Llega entonces un momento en el que ya no
encuentro más palabras. Deseo escribir y no sucede nada. Por mucho que lo
intente, no consigo escribir nada.
En esos momentos, he aprendido a
dejar la máquina de escribir y a sentarme tranquilamente, a cerrar los ojos y
rendirme. Ni siquiera sé ante qué me rindo, pero simplemente me dejo llevar e
intento purificar mi mente. Luego, al cabo de un tiempo de haberme rendido a la
meditación, siento que contacto con algo que es una fuente de inspiración, y
escribo entonces una página tras otra, sin tener ni la menor idea de dónde
procede. Este proceso de cerrar los ojos y de serenarme, me proporciona la
capacidad para conectar con esa fuente de inspiración. Y la palabra
«inspiración» viene de «en espíritu».
Eso es confianza. Eso es gracia.
Es saber que puedo enfrentarme literalmente a mí mismo con un espíritu de
serenidad, y que atraeré hacia mí aquello que busco. Esta es la energía de la
manifestación y se produce con mayor frecuencia cuando la mente está serena. Es
la mente serena la que entra en contacto con la verdad.
Cuando meditamos, entramos en
contacto con la parte de nosotros mismos que es verdad. El proceso de rendición
nos ayuda a utilizar esta verdad en nuestras actividades cotidianas. Lo mismo
sucede con la confianza. Ríndete a ella en tus momentos de serenidad y
conocerás la verdad de este principio.
Este segundo principio espiritual
de la manifestación nos conduce a un lugar superior dentro de nosotros mismos.
Nos aporta la confianza en algo distinto a aquello que percibimos con nuestros
sentidos. Ilumina dentro de nosotros la certeza de que en este viaje hay muchas
más cosas de las que se ven a simple vista, y eso nos reconforta hasta el punto
de que la ansiedad y la duda dejan paso a una gran paz interior.
Cuando se confía, se sabe. Y algo
que se sabe no puede verse silenciado por las opiniones contradictorias de
cualquier persona con la que se encuentre. Cuando esa confianza se convierta en
tu estilo de vida, serás independiente de la opinión de los demás. No
necesitarás demostrarte nada ni a ti mismo ni a nadie, ni convencer a nadie de
la razón de tus puntos de vista.
Serás un sabio silencioso, que se
mueve a través de este plano material sabiendo que has conectado con una fuente
de inspiración que te proporciona todo el sustento que necesitas. De hecho,
empezarás a ver cómo este plano terrenal es en realidad una gran parte de ti
mismo, mucho más de lo que hubieras podido imaginar. Y ese es precisamente el
tema del tercer principio de la manifestación.
Tercer principio
No eres un organismo en un
entorno, sino un ambientorganismo
Una de las razones por las que a
la mayoría de nosotros nos resulta tan extraña la idea de poder manifestar es
porque se nos ha hecho creer que, como individuos, nos encontramos separados de
nuestro entorno. Creemos que nuestro papel consiste en dominar el entorno en
que nos encontramos. Armados con esta clase de lógica, despreciamos nuestra
capacidad para percibir nuestra conexión con el entorno.
Debido a nuestro sentido de la
desconexión, creemos que no tenernos el poder para atraer de nuestro entorno
todo aquello que deseamos. En consecuencia, cuando logramos manifestar algo
creemos que es una simple cuestión de suerte o casualidad. Una vez que cambiamos
esta idea sobre nosotros mismos, activamos nuestra capacidad para manifestar y
la vemos como una función de nuestra divinidad, antes que como una
imposibilidad o un producto de la suerte o la coincidencia.
Este tercer principio de la
manifestación se inicia con la comprensión de que es absolutamente imposible
describirnos a nosotros mismos como seres separados de nuestro entorno. Voy a
acuñar una nueva palabra, un neologismo, con el propósito de articular este
principio. Durante el resto de este capítulo considérate como un
ambientorganismo. Esta palabra significa que no existe la menor diferencia
entre tú y tu entorno. Tú eres tu entorno y, lo que es más importante para los
propósitos de este libro, tu entorno eres tú.
NUESTRA NATURALEZA COMO
AMBIENTORGANISMO
Trata de pensar en el mundo que
te rodea, en tu entorno, como si se tratara de una extensión de tu cuerpo. Es
decir, como si no estuvieras separado del mundo exterior que ves. En esta
definición, resulta imposible describirse a uno mismo sin incluir todo aquello
que le rodea. De hecho, ni siquiera es posible verse o escucharse a uno mismo
como una entidad separada de su entorno.
Por ejemplo, imagínate caminando,
tú solo. No puedes caminar sin describir también sobre qué caminas. Sin la
tierra o el suelo, sólo estarían tus piernas moviéndose y, naturalmente, eso no
es caminar. Tu experiencia de caminar también incluye el aire que respiras
mientras caminas, la gravedad que te impide flotar en el espacio, los
guijarros, o la alfombra, o la arena o el cemento sobre los que caminas, y la
composición de estos elementos.
Examina también, por ejemplo, la
página que estás leyendo en este momento. ¿Qué es lo que ves? Tinta negra
formando letras que forman a su vez las palabras que lees. Prueba a imaginar
esas palabras sin la presencia del fondo sobre el que están impresas. La página
en blanco sobre la que se han impreso las palabras no es la que recibe tu
atención y, sin embargo, esta página que sostienes como una unidad del libro es
la que crea un significado, en combinación con las unidades individuales de
impresión llamadas palabras. El entorno en el que se encuentran esas palabras
se halla inextricablemente incluido en la página misma.
En esta analogía, tú eres las
palabras y tu fondo es todo aquello sobre lo que tú estás impreso, por así
decirlo. Es importante comprender este principio para poder convertirse en un
manifestador. Del mismo modo que las estrellas del cielo serían imposibles de
percibir sin el fondo de un cielo oscuro, tú tampoco podrías ver tu propio
cuerpo, o el cuerpo de nadie, sin un fondo que estuviera en contraste con ese
cuerpo, así te aplica este principio a ti.
No puedes pensar en ti mismo con
independencia de tu entorno. Por eso te invito a que dejes de considerarte como
un organismo independiente dentro de un entorno, y te veas más bien como una
extensión de él. El resultado será que empezarás a ver que todo lo que hay a tu
alrededor forma parte de ti mismo y viceversa. Tu entorno no es algo que
controles o que pueda controlarte. Es una extensión de ti, al igual que tú eres
una extensión de él.
Se trata de un concepto singular,
un tanto difícil de asimilar. Es imperativo, sin embargo, para comprender la
premisa de este libro. Eres un organismo diferenciado y a la vez inseparable de
tu entorno.
SER, SIMULTÁNEAMENTE, UN
INDIVIDUO Y UN ENTORNO
¿Ha visto alguna vez a una
persona con frente pero sin espalda? ¿Ha visto alguna vez a una persona con un
exterior pero sin un interior? Estas preguntas retóricas tienen la intención de
estimularte a considerar cómo puedes ser diferenciado e indiferenciado al mismo
tiempo y por qué esto es importante para aprender a manifestar tu vida tal y
como tu decidas.
La naturaleza de este mundo
físico es esencialmente la de las ondas. Cada onda de energía que constituye
una masa física tiene una cresta o pico y un nadir o valle. Estos altos y bajos
de la onda siempre son fáciles de identificar como separados y, no obstante,
siempre están juntos. No se puede tomar un cubo de crestas y observarlas con
independencia de sus correspondientes valles. Esta es la característica
fundamental de la naturaleza. Los polos norte y sur de un imán siempre van
juntos y, sin embargo, siempre son característicamente distintos. Tu frente
tiene siempre una espalda, tu interior tiene siempre un exterior, y ahora debes
extender también esta comprensión hacia aquello que se encuentra fuera de ti
mismo.
Naturalmente, eres un individuo
que funciona dentro de este entorno, y es posible describirte tanto a ti como
tu entorno con una terminología identificativa separada que todos
comprenderíamos. Pero también debes recordar que no puedes separarte de tu
entorno. Eres característicamente distinto, del mismo modo que lo son las
crestas de las ondas con respecto al fondo de las mismas, pero te hayas irrevocablemente
conectado con el mundo exterior, del mismo modo que lo está el fondo de la onda
con su cresta.
Una vez que empieces a comprender
esta sencilla verdad, las experiencias místicas de la manifestación también se
te abrirán como una posibilidad genuina. La mayoría de nosotros no hemos
logrado comprender esta pequeña verdad, lo que ha hecho que nos dejemos guiar
por la idea errónea de que, ya que somos organismos separados de nuestro
entorno, debemos controlarlo. Al hacerlo así, claro está, no sólo mostramos una
falta de respeto por nuestro entorno, sino también por nuestra propia
naturaleza básica como ambientorganismos.
CONTROLAR LA NATURALEZA O VERLA
COMO NOSOTROS MISMOS
Al pensar en nosotros mismos como
característicamente distintos de nuestro entorno, adoptamos la postura de
ejercer control sobre él. Esta forma de pensar nos conduce a un comportamiento
destructivo, tanto en el nivel colectivo como en el personal.
Destruimos los bosques, las
marismas, las montañas, los ríos, la flora y la fauna o cualquier otra cosa que
impida o dificulte la obtención de beneficios y nuestra propia conveniencia, o
algo que llamamos el «progreso» de la civilización. Defendemos todas estas
actividades sin comprender que, con ellas, también nos destruimos a nosotros
mismos. En último término, haremos que la tierra sea inhabitable si no nos
damos cuenta de que con esta caprichosa falta de consideración hacia la
naturaleza estamos matando una parte de nosotros mismos.
Es necesario que todos aprendamos
a sentir que somos parte integrante de nuestro entorno. Tal vez entonces
dejaremos de intentar someterlo. No acabamos de tratarlo con cariño, suavidad y
respeto porque estamos convencidos de que aquello que procuramos dominar es
algo distinto a nosotros mismos. Pero, como hemos visto, no podemos existir
independientemente de nuestro entorno, del mismo modo que no podemos tener un
exterior sin un interior.
La idea de considerarnos como un
ambientorganismo nos exige respetar todo aquello que encontremos. Una vez que
podamos respetar aquello que es externo a nosotros, empezaremos a vivir en
armonía con nuestro entorno, en lugar de controlarlo.
A nivel personal, reconocer que
la naturaleza forma parte de nosotros mismos, nos abrirá un sinfín de
posibilidades de manifestación. Sentiremos que formamos parte de un mundo
inteligente. Así, la inteligencia que está en mí, también está en mi entorno.
Gracias a esta toma de conciencia, también podremos ver con mucha mayor
claridad la conexión que existe entre todas las cosas. Sabremos entonces que si
algo parece faltar en nuestras vidas, se debe a que nos enseñaron
equivocadamente que aquello que nos falta debemos buscarlo fuera de nosotros
mismos.
Como ambientorganismo, sé que la
energía de lo que parece faltar en mi entorno personal y la energía de mi
propio cuerpo (interior y exterior, frente y espalda) es la misma. Así pues,
cuando veo que algo me falta, sé que es porque me veo a mí mismo alejado de
aquello con lo que quiero estar conectado.
A partir de ahí, empezarás a
tomar conciencia de que puedes conseguir cuanto desees, puesto que ya estás
inextricablemente conectado a ello al nivel de la energía. La ilusión de que es
algo inalcanzable irá desapareciendo, y sentirás la capacidad de manifestarte
como un aspecto más de tu personalidad del que no eras consciente.
Y no te sentirás sólo como parte
de tu entorno, sino como parte de todo y todos cuantos formen parte de él. Tu
nueva fe ya no te permitirá ver nada como separado. La separación estará
siempre ahí, como lo está la cresta de la ola con respecto a la base, pero
seguirán siendo inseparables aunque estén separadas, serán diferentes aunque
sean indiferenciadas al mismo tiempo. Habrás fusionado así la dicotomía que te
impide utilizar esa energía conectiva. Empezarás a verte a ti mismo como una
parte orgánica de este mundo, antes que como una entidad separada del mismo.
VERSE A UNO MISMO COMO UNA PARTE
ORGÁNICA DE ESTE MUNDO
Existe una creencia popular según
la cual «llegamos a este mundo». Así, asumimos continuamente la idea de que quiénes
somos y de dónde venimos constituyen dos mundos diferentes. La esencia de este
tercer principio espiritual para manifestar nuestro destino es que no existe
separación, y que, más que llegar a este mundo como un proyecto de
construcción, lo que realmente sucede es que brotamos de él.
Observa un ciruelo y examina cómo
aparecen las ciruelas en nuestro mundo. Se planta una semilla y el árbol crece,
hasta que termina por florecer y producir ciruelas. La inteligencia de la
ciruela está en este mundo, y también está en la semilla, en la flor, en el
tronco, en las ramas y raíces. Cada elemento del ciruelo tiene en sí
inteligencia de ciruela. No decimos que las ciruelas proceden del mundo
espiritual de la esencia de ciruela que luego se convierte en una fruta física
en el plano terrenal. De hecho, al observar un ciruelo, podemos decir con toda
ingenuidad que da ciruelas. Cada año, el árbol da ciruelas.
Del mismo modo que un ciruelo da
ciruelas, tú también surges a partir de este mundo, con la misma energía que se
encuentra en cada aspecto de tu ser. Si pudieras contemplar la tierra desde
cierta distancia, observarías que tiene rocas, océanos, vegetación y que está
habitada por personas. Tu persona es el resultado de lo que está haciendo el
universo a un nivel consciente, del mismo modo que una ola es lo que hace el
océano, y una ciruela es lo que hace el ciruelo. La inteligencia que hay en ti,
por invisible que pueda ser, está en ti en cada una de las fases de tu creación
y experiencia vital, y también es la misma en toda otra persona, así como en
todas las cosas de nuestro mundo físico.
A la mayoría de nosotros se nos
ha enseñado lo contrario. Generalmente, se piensa en la creación como algo
dividido en el ámbito espiritual de lo invisible y en el mundo físico de la
materia. También suele pensarse que somos el resultado de un acto de
construcción, y que antes que tener nuestro origen a partir del mundo, hemos
sido colocados en él. Esto, claro está, no hace sino reforzar la idea de
impotencia, de que no tenemos nada que ver con el acto de la creación. Si
quieres aprender a intervenir en la creación de los diferentes aspectos de tu
vida, tendrás que dejar atrás estas viejas ideas, pero ten en cuenta que no es
fácil. El proceso de condicionamiento forma parte de nosotros desde el
principio mismo de nuestra existencia.
Una vez que aprendas a verte como
alguien que tiene su origen a partir de este mundo, comprenderás que la
inteligencia original que se encontraba en la semilla misma de tu procreación,
es una energía que fluye a través de todo lo que existe en tu mundo. Tú y el
entorno donde tiene lugar el proceso de tu crecimiento tenéis vuestras propias
características, pero siempre estáis conectados. Sois tan inseparables como lo
es tu respiración del aire que respiras, tu caminar del suelo sobre el que
caminas, y tus pensamientos del organismo con el que piensas.
Observa que todos respiramos el
mismo aire, caminamos sobre el mismo suelo y pensamos como un organismo, lo
mismo que tú. Tú estás de hecho conectado con todos estos seres. No es ninguna
casualidad que alguien que viva en un país distante, con diferentes
características físicas exteriores y un idioma distinto, pueda morir y donarte
su hígado, sus riñones o su córnea, y acomodar la fuerza vital que fluye en ti.
Esta idea de tener nuestro origen a partir del mundo, o de ser el resultado de
la población terrenal, del mismo modo que la ciruela es el resultado del
ciruelo, tiene ventajas para el proceso de manifestar el propio destino. Te
capacita con la sabiduría de la creación, en lugar de convertirte en un títere
cuyas cuerdas se ven controladas por fuerzas exteriores.
Al creer que aquello que está
situado fuera de mí no soy yo, y que no formamos parte del proceso de población
de la tierra, cultivamos una actitud de extrañamiento y hostilidad. Esa
mentalidad nos conduce a hablar de nuestra conquista del entorno, lo que
significa que no podemos capitalizar la toma de conciencia de ser seres
conectados. La necesidad de conquistar nos enajena del mundo.
Un dicho indígena americano,
enormemente importante, dice: «Ningún árbol tiene ramas tan estúpidas como para
luchar entre ellas». ¡Imagina cuál sería el resultado de tal comportamiento por
parte del árbol! El árbol y todas sus partes morirían si hicieran algo tan
absurdo. Y, sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos cuando nos vemos
como individuos separados con respecto a todas las demás personas que tienen su
origen a partir de la misma inteligencia divina.
Crecemos a partir de nuestro
mundo y somos el resultado de lo que está haciendo la inteligencia divina, y
esa es una conexión que nunca podemos perder. Piensa que eres como un síntoma
del universo, no un extraño.
Aquello que nosotros consideramos
el espíritu que hay dentro de nosotros es en realidad esa inteligencia divina e
invisible que nos permite existir y que hace que sigamos creciendo a partir de
este mundo. También es separable de nuestra esencia física y nuestro entorno, y
de todo y todos los demás que existen en el universo. Si piensas de otro modo,
reforzarás tu incapacidad para influir sobre tu destino y para manifestar o
atraer hacia ti cualquier cosa.
Al saber que creces a partir de
este mundo del mismo modo que una manzana lo hace a partir del manzano, te
identificas con la esencia espiritual. Y es la identificación con esta esencia
interior lo que te permite establecer con todo lo demás una conexión que te
ayudará a atraer tus deseos hacia tu mundo físico. Este poder de atracción será
el tema del cuarto principio descrito en este libro.
Pero, por ahora, lo que quiero es
que percibas claramente cómo creces a partir de este mundo. Deseo que percibas
la diferencia entre este concepto y aquel otro que promulga nuestra llegada
aquí desde un mundo separado, a través de un poder que está fuera de nosotros.
No eres un destello momentáneo de conciencia personificada entre dos negruras
eternas. Eres una esencia que crece eternamente en este mundo, un mundo en el
que el espíritu y la manifestación del espíritu parecen diferentes para los
sentidos, y en realidad lo son, pero también están conectados. Eres estas dos
esencias al mismo tiempo.
Esta toma de conciencia es
crucial a medida que sigas este camino de la manifestación. Es un poder, pero
no te engañes porque, al contrario de lo que pueda decirte tu ego, no eres el
propietario exclusivo de este poder.
EL PODER ESTÁ EN TI, PERO NO ES
SÓLO TUYO
El poder y la magia de este mundo
no se pueden reservar para el uso exclusivo de nadie, incluido tú. Está
disponible en todo momento, pero no pertenece a nadie. Lo que haces como
ambientorganismo es establecer contacto con una energía que se encuentra más
allá del dualismo del plano terrenal y que, sin embargo, está conectada con él
al mismo tiempo, es separada pero inconfundible.
La forma de establecer contacto
consiste en comprender esta energía. Todo lo que existe sobre el plano físico
experimenta la luz y la oscuridad. Si siempre hubiera luz no tendríamos un
concepto de la oscuridad. Pero hay algo que no conoce la oscuridad, la fuente
de toda luz, el sol. Esta fuente se encuentra más allá de la dualidad del plano
físico, y es con ella con la que debes contactar si quieres potenciar tu fuerza
interior.
La energía del sol no te
pertenece, pero siempre podrás recurrir a ella. Esa energía no está sometida a
las leyes de la dualidad, como tampoco lo está tu espíritu, que es la fuente de
tu divino poder. Aun así, depende de ti que la utilices o no.
No puedes poseer este poder más
de lo que puedes poseer y controlar el entorno. Poseerlo significa que te
separas de él. Aparece entonces un poseedor y algo que es poseído, y eso viola
el principio de tu existencia como ambientorganzsmo. Eres un ser holístico, y
eso significa que en ti confluyen la energía no dual y la energía física, y que
puedes hacer uso de ambas.
Es usted un ser completo. En
consecuencia, para poder comprenderte a ti mismo, tienes que asimilar primero
que eres un ambientorganismo. Conceptualizarse a uno mismo como un ser físico y
espiritual separado de su entorno supone eliminar toda posibilidad de conocer
tu estado holístico. Por el contrario, reconocer ese estado te ayudará a
destruir la ilusión de que eres un ser aislado y a percibir tu relación con el
mundo que te rodea. Esto te dará una fuerza que jamás podrías imaginar si te
dejaras guiar por tu ego.
VERSE A UNO MISMO COMO UN
HOLOGRAMA
Uno de los modos más fascinantes
de verse a uno mismo en la forma que describo en este tercer principio consiste
en contemplar un holograma y luego proyectarse en él. Si fueras capaz de ver de
algún modo a toda la humanidad, junto con todo lo demás que existe
simultáneamente, tendrías una visión de la naturaleza holográfica del universo.
Tal como son las cosas, sólo puedes ver diminutos segmentos de la tierra a un
tiempo.
Un holograma es una imagen
fotográfica tridimensional obtenida con rayos láser. Lo singular de un
holograma es que un pequeño segmento contiene toda la imagen. Al descomponer y
proyectar un diminuto fragmento del holograma, muestra una imagen completa del
objeto.
El holograma es una
representación perfecta del ambientorganasmo. Tu entorno lo incluye todo, lo
vivo y lo muerto, y tú puedes atraer su energía hacia ti porque, desde un punto
de vista holográfico, tú formas parte del todo. Tú eres sólo una pequeña imagen
física que refleja a toda la humanidad cuando se proyecta espiritualmente sobre
la pantalla cósmica. Todos y cada uno de nosotros somos la totalidad de la
humanidad. No puedes escapar a esa verdad.
La imagen de los hologramas se
puede aplicar intrínseca y extrínsecamente. Se puede cortar un diminuto fragmento
de tu cuerpo y proyectarlo a través de un rayo láser, y todo tu cuerpo se verá
reflejado a partir de ese fragmento diminuto. Todas y cada una de las células
de tu ser contienen la energía de todo tu ser. En un nivel extrínseco, tú eres
uno de esos segmentos que reflejan a toda la humanidad como un holograma.
Desgraciadamente, los pueblos del
mundo todavía tienen que aplicar esta realidad a su forma de vida. La idea de
que cada uno de nosotros está conectado al resto de la humanidad se abrirá paso
con el tiempo, y entonces será imparable. La historia nos muestra cómo nos
hemos configurado en naciones, con diversas ideologías, como capitalismo,
socialismo, totalitarismo, comunismo, monarquía y democracia, que a menudo trascienden
la importancia de la propia humanidad. Nos hemos clasificado sobre la base del
aspecto físico y de las identificaciones nacionalistas, como italiano,
estadounidense y japonés. Además, nos hemos subdividido en clases basadas en
los niveles económicos o en las características de nuestras profesiones.
Los países se dividen a tu vez en
derecha e izquierda políticas, en creencias religiosas, y la división continúa
hasta descender a las familias y, finalmente, a los individuos. Este proceso de
división es exactamente lo contrario del modelo holográfico de nuestra
realidad.
Esencialmente, tanto si nos gusta
como si no, los seres humanos somos iguales en todas partes. Compartimos
emociones como temor, amor, odio y celos. También compartimos la sangre que nos
da vida, la entremezclamos para la supervivencia de aquellos que la necesitan,
y tenemos los mismos órganos internos y los mismos pensamientos. Y, sin
embargo, nuestros egos persisten en seguir realizando el trabajo de la
división.
Cuando nos contemplamos como
seres individuales, fomentamos nuestra inclinación a dividirnos, lo que nos
aleja de nuestra naturaleza divina y de la posibilidad de manifestar nuestro
destino. Necesitamos controlar el conflicto interno que nos hace dividirnos. El
ego fomenta esa inclinación con pensamientos como los siguientes: la diferencia
entre lo que soy y lo que debería ser; cómo me comporto y cómo debería
comportarme; cómo era y cómo soy ahora; debería ser como dicen los demás; lo
desconcertado que me siento en realidad; lo que pienso y cómo me siento; cómo me
veo a mí mismo y lo bien que me parecen los demás; cuánto gano y cuánto ganan
los demás y lo mucho que necesito. La lista es potencialmente interminable.
Todo este conflicto, como
resultado de nuestra propensión a dividirnos y subdividirnos en el nivel mundial,
nacional, social e individual, no es más que una expresión de caos. No podremos
aportar orden al mundo o a nuestras vidas mientras no logremos reconocer que,
en realidad, todos los seres humanos somos hologramas de la humanidad. Todos
reflejamos al conjunto, y es esencial que empecemos a pensar de esta forma.
Cuando uno se reconoce en el
holograma que es la humanidad, se conecta con todo lo que hay en su entorno a
un nivel energético. Un ambientorganismo es un fiel reflejo de todo, y la
energía que compartes, es compartida por todos. Esto permite que puedas
utilizar la energía universal que está en todas partes, en cualquier momento,
proyectándote metafóricamente para reflejar el todo. Una vez que puedas
efectuar esta proyección sin dudas o reservas, podrás ver literalmente cómo tus
pensamientos y deseos no están únicamente dentro de ti, sino que están dentro
de toda la humanidad, que es abundantemente ilimitada. Para conseguir esto,
sólo tienes que dejar de guiarte por tu ego y creer plenamente que eres un
ambientorganismo.
Como ambientorganismo eres un
individuo singular que sólo constituye una parte de la imagen, pero al mismo
tiempo contienes la totalidad de esa imagen. Además, el contenido de tu
conciencia, que difiere de una persona a otra, también es holográfico por
naturaleza. La conciencia es la condición mental de estar despierto. Tus
pensamientos individuales, aunque sólo forman una parte de la imagen total de
la conciencia humana, contienen simultáneamente toda la conciencia humana.
Como en un holograma, tus
pensamientos reflejan los pensamientos de todos. Tus pensamientos, desde esta
perspectiva, se pueden proyectar de tal manera que conecten con toda la
humanidad. Tus pensamientos están conectados literalmente con los pensamientos
de todos los demás, lo mismo que tus emociones, tus deseos y todo tu mundo
interior. Puedes aprender a utilizar esta conexión para alimentar tu propia
divinidad y, en consecuencia, por definición, la divinidad de toda la
humanidad.
La naturaleza del holograma y tu
naturaleza como ambientorganismo son una misma cosa. La energía que abarca tu
humanidad está en todo aquello que te rodea. Tú eres el todo y el todo eres tú.
No estáis separados. El Bhagavad Gita sintetiza este concepto de la forma más
profunda que he encontrado nunca. Procura memorizar estas palabras sagradas
mientras practicas el arte de la manifestación espiritual en tu vida cotidiana.
Te serán de utilidad dondequiera que estés, y en cualquier aspecto de tu vida
actual que consideres incompleto.
Aquel que comprende que el Señor
de todo es siempre lo mismo en todo lo que es (inmortal en el campo de la
mortalidad), ese ve la verdad. Y cuando un hombre comprende que el Dios que hay
en sí mismo es el mismo Dios que hay en todo lo que es, no se hace daño a sí
mismo causando daño a los demás. Es entonces cuando, de hecho, sigue el camino
superior.
La frase clave en este profundo
pasaje es «en todo lo que es». Ahí estamos incluidos tú, yo y todo lo que es.
Tú eres el todo, y el todo eres tú. Utiliza algunas de las sugerencias que se
indican a continuación para poner en práctica esta comprensión y experimentar
verdaderamente este tercer principio de la manifestación espiritual.
SUGERENCIAS PARA VIVIR ESTE
PRINCIPIO
• Haz un esfuerzo consciente por
controlarte cuando empieces a pensar cosas que reflejen separación. Imagínate
como una parte de todo lo que ves, e intenta proyectar la energía de tus
pensamientos en todos los seres vivos del planeta.
Sustituye el pronombre «nosotros»
por el pronombre «ellos» y envía energía sagrada a tus compañeros de trabajo,
familiares, extraños y a la gente a la que sólo ves en la televisión. Di en
silencio: «Yo soy estas personas», «Yo también estoy en esos árboles y en esas
nubes», «Somos verdaderamente el mundo y no estoy separado de nada ni de
nadie». Esta práctica interior te ayudará a abrazar la idea de que eres un
ambientorganismo, en lugar de un organismo situado en un entorno. Contempla la
energía que es tu fuerza vital. Olvídate de tu cuerpo y de tus pensamientos, y
centra la atención en la fuerza vital invisible que sostiene tú mismo ser, y
que también se conoce como chi o prana. Ve si puedes percibirla objetivamente y
procura hacer también lo mismo con la energía de alguien cercano a ti. Observa
a esa persona y olvídate de tu cuerpo. Centra la atención en la idea de que
ambos compartís la misma energía y de que por lo tanto sois la misma persona en
ese nivel de energía.
Observar la propia energía y la
energía de aquellos que te rodean es una forma de ponerse en contacto con la
esencia espiritual de todos y de todo. La conciencia de esta conexión te
ayudará a utilizar tu energía para atraer aquello que deseas, puesto que la
fuerza vital también está presente en todo lo que deseas manifestar en tu vida.
• Confía en la sabiduría de tus
sentimientos. Cuando sientes algo siempre hay una razón. Puedes evitar que te
domine la opinión de los demás no depositando tu confianza en algo que tu
corazón no sienta.
Confía en la sabiduría de tus
sentimientos, porque nacen de la seguridad de tu experiencia de la vida. Al
confiar en tus sentimientos, confías en la energía que conforma el universo.
Esos sentimientos son el vínculo que te une a la fuerza vital del universo, y
nunca debes ignorarlos en favor de algo que tu corazón no aprueba.
• Practica el ser amable,
respetuoso y cariñoso hacia la fuerza vital que se manifiesta en todas las
cosas. En otras palabras, demuestra con tu comportamiento que el Dios que hay
en todo lo creado es importante.
Vivo cerca del mar durante la
mayor parte del año, ya sea en Florida o en Hawái. Una mañana paseaba por la
playa en Florida cuando miles de pequeños y diminutos peces plateados se vieron
arrastrados por el agua hasta la orilla. Todos ellos saltaban de un lado a
otro, boqueando, en busca de agua. Empecé a arrojar los peces de regreso al
océano, que estaba ahora un poco más tranquilo.
Mientras intentaba devolver los
peces al mar, un hombre pasó por mi lado y se rio de mis esfuerzos. Dijo algo
así como: «¿Es que no se da cuenta de la inutilidad de su tarea? Hay miles de
peces en la orilla, y sus esfuerzos no servirán de nada». Yo me incliné y
devolví otro pez al agua, al tiempo que respondía: «Para este habrán servido de
mucho». Recuerda que tus esfuerzos siempre serán útiles, aun cuando estés
convencido de que son minúsculos comparados con la magnitud del problema.
Ser suave, respetuoso y cariñoso
con otra persona o criatura tiene una gran importancia, tanto para ti como para
el otro. La energía del amor se envía hacia el universo y conecta con la misma
esencia del amor que existe en todas las cosas. Esto no contradice en absoluto
la existencia de una cadena alimenticia natural, sino que implica que el amor,
el agradecimiento, el respeto y la amabilidad se extienden a todo, incluso a
aquello que forma parte de tu dieta.
La energía de ese alimento
también sirve para sustentar la vida y, en último término, toda criatura y todo
ser se convierte en alimento para otros seres, incluido tú mismo. En esencia,
todos somos el alimento del mañana. El universo absorbe todas las formas y las
transforma en una forma nueva, mientras que la energía almacenada en esa forma
es eterna.
• Hazte el propósito de pasar
cada día un tiempo a solas y en silencio, meditando sobre este principio.
Repite el principio una y otra
vez, como un mantra silencioso: «Yo no soy un organismo en un entorno, sino un
ambientorganismo». Al repetir estas palabras para tus adentros, terminarás por
proyectar esta realidad hacia el exterior.
Este es el principio de tu
proyecto de manifestación, porque la manifestación no es sino la
materialización de un nuevo aspecto de ti mismo, con el que siempre has estado
conectado a un nivel espiritual.
• Convierte el espacio donde se
desarrolla tu vida en algo tan sagrado como te sea posible. Bendice todo cuanto
te rodea y busca la vida que aportan las plantas, las flores y los animales.
Dedica algún tiempo a contemplar tu espacio vital como un lugar sagrado.
Cuanto más vivifiques tu entorno
con pensamientos y sentimientos sagrados, tanto más espiritualmente conectado
te sentirás. La asunción de una actitud de espacio sagrado atrae
automáticamente a tu mundo más que una actitud de indiferencia u hostilidad. Un
entorno hostil alimenta el descontento e impide que aquello que necesitas y
deseas se manifieste en tu vida.
Esto es evidente en las grandes
ciudades, donde se muestra muy poco respeto por el entorno inmediato: se han
cortado los árboles, se han eliminado los parques y la mayoría de todo eso se
ha visto sustituido por cemento, tiendas, rascacielos y autopistas. Cuando los
constructores o los habitantes de un lugar no hacen honor al espacio, alejan el
alma.
Lo que se manifiesta entonces es
un mundo hostil, aterrador, en el que no hay cariño, un mundo poblado por
gentes que perciben las cosas de ese modo. Restaurar la naturaleza y todo lo
que sea natural para la vida y en aquellos lugares de los que ha sido
desterrada en nombre del desarrollo y los beneficios, constituye una forma de
devolver la energía que se manifestará en forma de amor, felicidad y
prosperidad.
El poeta sufí Rumi escribió un
poema hace casi un milenio, titulado «El mercado de semillas», que refleja esta
conciencia.
El mercado de semillas
¿Puedes encontrar otro mercado
como éste? ¿Dónde, con tu propia rosa, podrías comprar cientos de rosales?
¿Dónde, por una semilla, podrías
obtener toda una selva? ¿Por un débil aliento, el soplo divino?
Has tenido el temor de ser
absorbido en la tierra o arrastrado por el aire. Ahora, tu gota de agua se va y
cae en el océano, de donde vino.
Ya no tiene la forma que tuvo,
pero sigue siendo agua. La esencia es la misma.
Esta entrega no es un
arrepentimiento, sino un profundo honor a ti mismo.
Cuando el océano se acerque a ti
como amante, cásate en seguida, rápidamente, por el amor de Dios.
¡No lo retrases!
La existencia no tiene mejor don.
Ninguna búsqueda encontrará esto.
Un halcón perfecto se ha posado,
sin razón alguna, sobre tu hombro, y se ha hecho tuyo.
De Rumi Básico
• Sé consciente de cómo tus
juicios te impiden conectarte con aquello que estás juzgando. Un juicio implica
que te consideras como algo separado de aquello que juzgas. Recuerda que es
posible contemplar el mundo sin condenarlo, sin tener absolutamente ningún
juicio o interpretación, sino simplemente permitir que sea como es.
Es el ego lo que hace que mantengas
ese apego por la idea de la individualidad, cosa que, naturalmente, inhibe tu
conciencia de este tercer principio. Tu ego analiza, condena, define, evalúa,
interpreta y juzga casi todo. Esfuérzate diariamente por desprenderte de esa
idea y aprender a verte como una parte de todas esas personas y cosas que ahora
estás juzgando. Cuando la necesidad de juzgar desaparezca, significará que
finalmente has comprendido que formas parte de aquello que estás juzgando. Tu
juicio no es más que una definición de ti mismo.
Como ambientorganismo, verás que
el juicio es casi imposible y eso te permitirá utilizar tu energía de una forma
mucho más productiva y amorosa, para manifestar aquello que deseas, en lugar de
juzgar a los demás.
• Diviértete imaginando que eres
un holograma. Si recuerdas que eres una pieza diminuta de la humanidad,
reflejada en tu pequeña imagen y personalidad, entonces dispondrás de luz verde
para reflejar a la humanidad que te gustaría ver en tu mundo. Eres un fragmento
diminuto de un holograma compuesto aproximadamente por seis mil millones de
piezas, y eres un reflejo de esos seis mil millones de piezas en cada momento
de tu vida.
Probablemente tu cerebro racional
tendrá dificultades para asimilar este concepto. Si es así, echa un vistazo a un
holograma tridimensional y trata de imaginar con tu mente racional cómo es
posible que un solo y pequeño fragmento pueda reflejar el todo. Eso no es algo
que pueda entender tu cerebro. Has de entenderlo con tu corazón. Intenta verte
de este modo, desde tu corazón, y podrás experimentar la increíble fuerza que
tienes como parte del holograma del mundo.
Este es el tercer principio de la
manifestación espiritual. Todos nosotros somos simultáneamente nuestro propio
ser y también todo aquello que está fuera de nosotros. No podemos separarnos de
nuestro entorno mientras estemos en un cuerpo físico. Si somos conscientes de
esto, entraremos en contacto con la energía de la atracción, que es el tema del
cuarto principio.
LA ENERGÍA COMO UNA FUERZA QUE
PODEMOS UTILIZAR
Cuarto principio
Puedes atraer hacia ti aquello
que deseas
La base de la manifestación está
en que comprendas que tienes dentro de ti mismo la capacidad para atraer
aquello que deseas. Es posible que esta idea todavía te parezca inalcanzable.
Pero si has comprendido bien los tres principios anteriores, ya sabes que este
poder está realmente dentro de ti. Seguramente, la posibilidad de atraer lo que
deseas te parecerá más factible si consideras cómo se crean las cosas a partir
del mundo espiritual, del mundo de lo que no tiene forma, y se mueven
aparentemente hacia el mundo de lo material.
En una de las frases más
intrigantes del Nuevo Testamento, san Pablo aborda este proceso de la creación.
Lo expresó de la siguiente forma: «Las cosas que se ven no están hechas de
cosas que aparecen». San Pablo nos dice con ello que la energía creativa no es
ni sólida ni restringida. El mundo físico de la forma tiene su origen en algo
distinto a la misma forma, aun cuando sepamos que todo es un solo mundo y lo
veamos desde una perspectiva holográfica.
Las palabras de San Pablo
constituyen la base para lo que escribo sobre este principio, así como para
varios de los que se incluyen en este libro. Estoy convencido de que sugieren
cómo la energía informa nuestra capacidad para atraer aquello que deseamos. San
Pablo nos ofrece una pista sobre cómo manifestar nuestros deseos en el mundo de
la materia.
En una película sobre tu
adolescencia, Albert Einstein describe cómo tomó una brújula y observó
fascinado cómo se movía la aguja a medida que él cambiaba de dirección. Dijo
que se sintió obsesionado por comprender la fuerza invisible que movía la aguja
de la brújula. ¿Dónde se hallaba situada aquella fuerza? ¿Quién la controlaba?
¿Por qué funcionaba siempre? ¿De qué estaba hecha? ¿Había lugares donde no
funcionaba? Esas son las preguntas que se plantea un genio inquisitivo.
Esta fuerza tiene muchas
características imposibles de detectar con nuestros sentidos físicos, y se la
conoce por el nombre de energía. La energía está en todas las cosas que hay en
nuestro universo e influye en los objetos que la rodean, con algo que
describimos como fuerza de atracción. La vemos funcionar fácilmente en los
campos magnéticos, pero somos incapaces de detectar esta energía informe con
nuestro aparato sensorial. La fuerza está ahí, atrae y repele, en todas partes
sobre nuestro planeta.
Si está en todas partes, también
está dentro de nosotros. Parece improbable que nuestros sentidos nos informen
mucho mejor de lo que nos ayudan a comprender cómo funciona un polo magnético.
Podemos ver los resultados, pero la fuerza siempre es demasiado escurridiza y
siempre está en movimiento.
Nuestro planeta gira
continuamente sobre sí mismo, y alrededor del sol, se desplaza a través del
espacio. Todo lo que existe sobre el planeta forma parte de ese movimiento, aun
cuando a nuestros sentidos les parezca que permanecemos inmóviles. Tú estás sobre
el planeta. La energía que lo mueve te mueve también a ti. La energía que está
en la misma esencia del planeta está también en ti. Es de naturaleza magnética
y eléctrica, y contiene la fuerza de atracción.
La esencia del cuarto principio
de la manifestación es que podemos utilizar esta energía porque somos esa
energía. Podemos utilizar esta energía universal para atraer hacia nosotros los
objetos de nuestro deseo, porque la misma energía que hay en aquello que
deseamos también está en nosotros y viceversa. Lo que nos permite aprovechar
esta fuerza es, simplemente, una cuestión de alineamiento y voluntad.
Traer cosas al mundo físico es un
proceso que llamamos creación.
Lo que creamos implica el uso del
mismo poder que hay en todo aquello que ha sido creado. Sólo es una cuestión de
gradación. No existe absolutamente ninguna diferencia entre el poder que trae
cualquier cosa desde el mundo de las ondas al mundo de las partículas, y el
poder que hace que tus pensamientos o imágenes mentales cobren vida. Te animo a
volver a leer la frase anterior y a memorizarla.
El mundo del espíritu, del que se
deriva toda materia, y el mundo de la materia misma componen literalmente un
todo armonioso. Están separados, pero siempre juntos, como la cresta y la base
de la ola, separados pero formando un todo inseparable. Para situar esto en la
debida perspectiva, piensa que la manifestación no es más que la transformación
de ondas de posibilidades en partículas de realidad. El proceso de
transformación exige energía. Esta energía es invisible pero forma parte de
todas las cosas, incluidos nosotros mismos.
Tus pensamientos y
visualizaciones son tu fuente de manifestación. Es esta energía la que tienes
que activar y hacer que trabaje para ti. El proceso de formación de la imagen
mental y su aplicación al proceso de la manifestación son algo que podrás
experimentar cuando tengas plena fe en ello. Hay una parte de ti que sabe que
puedes atraer lo que desees con esta energía.
TUS IMÁGENES MENTALES Y EL PODER
DE LA ATRACCIÓN
Hay un poder dentro de ti que te
permite formar el pensamiento o imagen. Esa capacidad de formar imágenes
mentales es la energía de la atracción que está en todos los procesos
creativos. Es más, es idéntica al poder de atracción. Este poder es la
sustancia misma de la vida.
No puedes ver, tocar o escuchar
este poder, pero está dentro de ti. Al utilizarlo no intentas cambiar o
interferir en modo alguno con las leyes de la naturaleza. Estás cumpliendo con
las leyes. Este poder indiferenciado constituye la base para la misteriosa
atracción que te permite convertir tus deseos en realidad.
Quizá te ayude pensar en ti mismo
como una forma que tiene Dios de particularizar. Tu capacidad para formular
imágenes mentales sería el poder creativo divino que se plasma en energía a través
de ti. ¿Te das cuenta de que la misma energía creativa que se particulariza en
ti es lo que utilizas para manifestar tus deseos? Este poder aumenta con la
felicidad, el amor, la alegría, la satisfacción y la paz. Cuanto más feliz y
amoroso seas, tanto más se particularizará el espíritu divino en ti, y tanto
más similar a Dios serás.
Toda esa energía creativa se ve
atraída hacia ti a través de tus pensamientos (o de tu forma de utilizar tu
capacidad para crear el pensamiento). Si en tus imágenes mentales te ves
rodeado por las cosas y condiciones que deseas, y estas se hallan enraizadas en
la alegría y la fe, tus pensamientos creativos atraerán esos elementos hacia tu
vida. Esto quizá se parezca demasiado a soñar despierto, pero créeme, es mucho
más que desear o esperar algo.
La diferencia está en que
reconoces que incluso la capacidad de tener un pensamiento es un poder divino;
y en que la visión o la imagen mental la formas con la convicción de que es
algo sagrado, con la seguridad de que la fuerza de Dios que dio la existencia a
todo lo que hay en el universo es también la misma que te creó a ti. La forma
que adopte esta energía dependerá de tu voluntad o de tu capacidad para
formarte imágenes mentales. Está ahí, a la espera de tomar cualquier dirección
que tú decidas.
Es importante poder pensar en
términos situados más allá de nuestros sentidos. La energía es la fuerza vital
creativa que nos permite hacer las cosas que observamos con nuestros sentidos.
Se trata de una fuerza invisible que sostiene la sustancia de nuestra vida
material. Esta energía nos da el poder para tener pensamientos y es la misma
energía que forma parte de todo aquello que parece ser externo a nosotros.
Tus imágenes mentales forman
parte integral de este poder de atracción, así como de la posterior experiencia
de la energía creativa cuando eres capaz de ponerlas en práctica.
LA PRÁCTICA DE LA FORMACIÓN DE
IMÁGENES MENTALES
Al practicar la formación de
imágenes mentales con el propósito de manifestar tus deseos, lo más importante
es que recuerdes que los humanos nunca crean nada. Nuestra función no es la de
crear, sino la de atraer, combinar y distribuir lo que ya existe.
Las creaciones son en realidad
nuevas combinaciones de materiales ya existentes.
No hablo aquí de crear energía,
sino de transformar una forma de energía en otra. Nuestro poder creativo es la
capacidad para materializar la energía de nuestros pensamientos. El resultado
es la manifestación.
Hay una condición indispensable
para la manifestación de esa imagen en el mundo de lo visible y lo concreto. El
mundo del espíritu es inmune al concepto del tiempo y el espacio. En
consecuencia, la imagen se debe formar en un espacio determinado. Una vez que
hayas adquirido esta conciencia, comprenderás la necesidad de imaginar la
realización de tu deseo como si ya se hubiera conseguido sobre el plano
espiritual.
En efecto, debes ser consciente
de que en el nivel invisible de tu ser aquello que deseas ya tiene su lugar. La
energía está ahí, y no ha de preocuparte su efectividad. Es decir, si el fin
está asegurado, los medios estarán a tu disposición y podrás dejarte llevar,
sabiendo que el éxito está garantizado.
Esto, sin embargo, no quiere
decir que tengas que entregarte a la ociosidad, sino que debes desprenderte de
la preocupación, la ansiedad y el temor. Trabajarás en la formulación de tus
imágenes mentales, y lo harás sabiendo que el desenlace está asegurado. Se
reconoce así la inteligencia del espíritu o el gran poder impersonal. Tú
también eres inteligencia. Lo que estás haciendo es permitir que una
inteligencia coopere con la otra. No lo hará por ti, sino contigo.
Imprime sobre la mente universal
el objeto de tu deseo y procede a actuar sobre esa imagen, con calma y sabiendo
cuál será el resultado, permitiendo que esa inteligencia más grande obre sobre
ti, en colaboración con tu propia inteligencia, para conseguir unos resultados.
Abandona todo temor y dedícate a tus asuntos, con la seguridad de que pronto
aparecerán a la vista las condiciones necesarias, o de que ya están presentes.
Permanece alerta ante cualquier pequeña circunstancia que indique el primer
brote de la semilla que has plantado en la mente universal, y permite que vaya
materializándose poco a poco.
Admito que esto no es nada
consecuente con nuestro condicionamiento. Pero para convertirnos en
manifestadores, tenemos que desprendernos de viejas creencias y adoptar una
sabiduría interna que nos ayude a detener la manifestación de las
circunstancias que deseamos cambiar.
Cuanto mayor sean la fe y el
entusiasmo que pongas en la formación de imágenes mentales, tanto más probable
será que puedas verlos manifestarse. Lo que estás haciendo es visualizar
literalmente con todo detalle lo que deseas manifestar. Te distancias del
resultado y del modo de conseguirlo. No se trata ahora de crear, sino de atraer
hacia uno mismo lo que ya está creado, y de permitir que la energía del
espíritu se transforme en la energía de la materia. Verás con gran detalle
aquello que deseas, y afirmarás repetidamente esta imagen, con tu fe en el
poder absoluto que hay en todas las cosas, incluido en ti mismo.
Puedes imaginarte a ti mismo como
una persona saludable, con un negocio en plena expansión, con objetivos de
venta que se cumplen, con unas relaciones más positivas, vendiendo tu casa si
lo deseas, con las finanzas saneadas o cualquier otra cosa. La clave consiste
en repetir estas imágenes mentales hasta que la verdad de lo que afirmas
resuene dentro de ti sin el menor atisbo de duda.
El mejor momento para realizar
este trabajo en profundidad es a primeras horas de la mañana o poco antes de
retirarse por la noche. También me parece útil el uso de sonidos y afirmaciones
específicas. Estos se describen en los principios séptimo y octavo.
Estoy seguro de que, a estas
alturas, una de las cuestiones clave que te habrás planteado será: «Muy bien,
pero ¿qué sucede si no se materializa como lo imagino?». Vale la pena dedicar
un poco de atención a este tema.
CUANDO PARECE QUE NO FUNCIONA
Es característico del ego el
tratar de forzar las cosas cuando no salen como uno quiere. Todos sabemos la
estupidez que supone arrodillarse y tironear de los nuevos brotes de verduras
cuando empiezan a surgir en la primavera. Necesitan crecer a su propio ritmo, y
florecerán exactamente en el momento adecuado.
Si tu imagen no se manifiesta en
el plazo que te has fijado, relájate y retírate ante la certeza de que, sea lo
que sea, ya se encuentra en su lugar en el ámbito espiritual. La energía está
ahí en virtud del poder de tu visualización. El tiempo no es una característica
reconocible para la sabiduría que todo lo crea. Otra faceta que explicaría por
qué tus imágenes no aparecen en el mundo material es la frecuencia con la que
quizá las cambias. El poder con el que estás trabajando es una fuerza muy
sensible que exige unas imágenes mentales consistentes y estables.
También es posible que estés
utilizando mal tu poder, situando restricciones y contingencias en la inteligencia
universal. Esta sabiduría que todo lo crea, el principio a partir del cual se
originó todo, no depende en modo alguno de personas o cosas específicas. No
tiene pasado y no conoce futuro. Está en el ahora eterno y, lo que es más
importante, se sirve de sus propios medios para actuar. Si empiezas a
transmitirle órdenes, a plantearle exigencias o a insistir en que actúe a
través de un canal específico, no accederá a tus peticiones.
Te será imposible manifestarlo si
lo visualizas sin una voluntad lo bastante firme como para superar cualquier
idea en contra o la falta de fe en tu conexión con Dios. El segundo principio
de este libro trataba precisamente sobre la fe y la confianza. Vuelve a leerlo
si tienes la sensación de que necesitas reforzarlo. Es absolutamente necesario
que confíes en el poder de la atracción. Todo esto se hace con mucha mayor
efectividad de una forma íntima.
EL VALOR DE LA DISCRECIÓN
Establecer un contacto consciente
con el más alto poder infinito que lo ha creado todo es algo muy íntimo. Los
naguals (un término de los indígenas americanos con el que se designa a los
maestros o brujos espirituales y los místicos que practican y enseñan estos
métodos), preservan su intimidad. Además, consideran como una violación de su
confianza sagrada el hablar a otros acerca de sus habilidades y las
«coincidencias» de la buena fortuna.
Nuestro poder se ve debilitado
cuando hablamos a otros de nuestros esfuerzos por manifestar. En general,
cuando escribimos estas actividades lo hacemos porque el ego ha penetrado en la
imagen. Esta clase de enfoque disipa considerablemente nuestro poder de
atracción.
Es propio de la naturaleza humana
hablar a los demás acerca de los problemas, porque deseamos aliviar la influencia
que ejercen sobre nuestra vida. Al compartir, esperamos aliviar algo la presión
del problema. Del mismo modo, cuando articulamos nuestro poder para atraer
algo, nuestra atención se desplaza hacia las reacciones de aquellos en quienes
confiamos. La energía se dispersa entonces en la dirección de tus reacciones,
del mismo modo que sucede cuando compartimos los problemas. En el momento en
que un pensamiento se presenta a otra persona, se ve debilitado. Mantén tu
singular capacidad para atraer lo que deseas en el plano de lo privado.
Tu energía etérea es tuya y nada
más que tuya. Puedes aprender a proyectarla hacia el exterior e influir en tu
entorno de una forma que jamás hubieras imaginado. No obstante, y para poder
utilizar esta energía extraordinaria en el proceso de la cocreación, tiene que
seguir siendo tuya y sólo tuya. Si hablas a otra persona sobre ella, la energía
disminuye. Se desplaza entonces hacia el interés por la buena opinión del otro.
Esta energía superior, que es
infinita, tiene que crear sus propios vehículos para la manifestación, y lo
hará en la intimidad. Esta sabiduría infinita y superior que lo ha creado todo
es una fuerza vital que reconocerás una vez que te hayas familiarizado con su
naturaleza.
LA NATURALEZA DE LA FUERZA VITAL
Es difícil comprender una fuerza
que no podemos ver, tocar, oír u oler y que, sin embargo, sabemos que existe.
Como la electricidad, por ejemplo. Se enchufa el aparato y no se puede ver,
tocar, oler u oír nada de lo que sucede, pero el secador eléctrico responde
cuando se aprieta el botón del encendido.
La fuerza vital es eléctrica por
naturaleza, independientemente de dónde parezca estar localizada. En nuestros
propios cuerpos, el chi o prona, la fuerza vital, fluye en diminutas cargas a
lo largo de nuestros nervios, de una célula a otra. Los antiguos curanderos
hawaianos, conocidos como kahunas, creían que las formas de pensamiento podían
llevarse de un lado a otro a lo largo de esta corriente. Creían que los
pensamientos tenían cuerpos indefinidos, microscópicos y casi invisibles. Esta
clase de percepción permitía a los kahunas participar en prácticas curativas
fenomenales. Eran capaces de transmitir la voluntad de curar a lo largo de
estas corrientes y de facilitar la salud ahí donde había existido la
enfermedad.
He visualizado una corriente
fluyendo entre mi pensamiento y una zona dolorosa o enferma de mi cuerpo.
Mediante el uso de mi voluntad y la visualización de la corriente, envío
mensajes desde mi voluntad a esas zonas para liberarlas del dolor o para curar
la herida. Y he obtenido resultados asombrosos. Los cuerpos indefinidos de mis
pensamientos se convirtieron así en cosas que yo podía enviar a lo largo de
esta corriente invisible, y como yo creía que funcionaba, funcionó.
Esta es una buena forma de pensar
en la fuerza vital, que también es la fuerza de Dios, que lo ha creado todo. Es
invisible, de naturaleza eléctrica, está siempre fluyendo y se ve siempre
atraída hacia aquello que se conecta con su fuente. Una segunda característica
de la energía de la fuerza vital es que siempre está en expansión y que tu
suministro es ilimitado.
La naturaleza del universo es la
abundancia. Va más allá de nuestros conceptos de principio, final y de límites.
Cuando creemos haberla categorizado y encerrado dentro de unos límites
espaciotemporales, se expande más allá de nuestra conciencia, casi como si
tuviera que alejarse aún más de la observación. Esta fuerza se halla en
continuo movimiento, siempre en expansión y es ilimitada.
Tú eres un aspecto de esa fuerza
y, en consecuencia, también Huyes, también te expandes y eres ilimitado. Si
observaras tu cuerpo a través de un microscopio con un alto poder de resolución
verías que estás compuesto de espacios vacíos, con partículas en continuo
movimientos que no tienen forma material. Al enfocar la lente sobre las partículas,
verías que se mueven a velocidades increíbles, más allá de tu capacidad para
medirlas. Al mirar hacia el exterior, a través del telescopio, te encuentras
con los mismos fenómenos. Es decir, el universo que existe dentro de ti y el
que existe fuera de ti funcionan de la misma manera.
Forma parte de tu naturaleza el
poder para atraer, expandirte y ser ilimitado. La fuerza está en ti y fuera de
ti. La fuerza eres tú. Al conocer la naturaleza de esta fuerza y verte a ti
mismo como una expresión divina de ella, y al aprovechar el poder que te
permite imaginar un deseo y utilizarla con un conocimiento íntimo, cariñoso y
alegre, puedes usar esa fuerza vital de formas que serían impensables con tu
visión condicionada de ti mismo.
1-He aquí unas pocas sugerencias
para poner en práctica estas ideas en tu vida y empezar a dominar el cuarto
principio espiritual de la manifestación.
ALGUNAS IDEAS PARA APLICAR ESTE
PRINCIPIO
• Por la mañana, al levantarte,
tómate un momento para estar a solas y pregúntate: «¿Cómo se produjeron las
condiciones de mi vida que me gustaría cambiar?», «¿Cómo puedo facilitar el
establecimiento de un contacto consciente con mi fuente de energía ilimitada e
invisible?».
Estas dos preguntas, planteadas
repetidas veces, empezarán a crear sus propias respuestas. Recuerda que es el
espíritu el que otorga vida y movimiento a todas y cada una de las cosas,
incluido tú mismo. Eso es lo que causa tu misma existencia. En consecuencia, lo
que realmente estás pidiendo es unirte con el espíritu de tu vida.
Pronto te darás cuenta de que las
condiciones de tu vida han sido manifestadas por ti mismo, aun cuando no fueras
consciente de ello. Tus pensamientos e imágenes mentales de carencia, escasez,
ensimismamiento, autoritarismo, enfermedad, culpabilidad, preocupación y otros
similares son los que has situado en el espíritu universal y así se han
manifestado en tu vida. La segunda pregunta fluirá a partir de la respuesta a
la primera.
Puedes acelerar tu contacto
consciente irradiando una clase de imagen mental totalmente nueva, al mismo
tiempo que aplicas el cuarto principio.
• Explora la posibilidad de que
la razón por la que crees que la vida es limitada sea porque has asumido que
esa limitación está en tu propia vida.
En el mundo de la naturaleza, la
vida, el amor y la belleza se reproducen visiblemente. Tú también formas parte
de la naturaleza. ¿Incluye tu visión de la vida el proceso creativo natural que
se reproduce dentro de ti mismo? ¿Has asumido una visión de la vida propia de
un ingeniero, con una conclusión mecanicista de causa y efecto?
Quizá podrías cambiar esta idea
de la causa y el efecto, verlos como una ley, pero no como la ley. La ley de la
mente originadora está más allá del mundo de los límites y las mediciones. Tú
te originaste a partir de esta ley, y tu imaginación es un ejemplo perfecto de
ello. No hay reglas, ni límites, ni formas. ¡Todo es ilimitado!
La fuente de tu imaginación es la
fuente divina. Es aquí donde estableces ahora contacto con la fuente de luz, en
eterno movimiento, siempre viva. Permanece en este lugar y experimentarás el
contacto consciente con la inteligencia divina que lo ha creado todo.
• Sea cual fuere la imagen que
puedas crear mentalmente, esta te ayudará a saber que la energía creativa fluye
a través de ti. Tu imagen mental también aporta una dirección al flujo de
energía. Y determina su eventual aparición en forma material.
Con tu imagen no estás forzando
nada. El esfuerzo agotador es contraproducente para la manifestación porque
implica la idea de una fuerza que hay que superar. Rechaza la idea de forzar
nada o de plantear demandas. En lugar de eso, imagina el conocimiento creativo
que te permitió llegar hasta este mundo de la forma. La fuente de la creación
es una energía cariñosa, fluida, suave y pacífica. Cualquier intento por
cambiar eso con exigencias o con un esfuerzo agotador no hará sino inhibir el
flujo.
• Es vital que incorpores en tu
imagen mental el concepto de un principio y un final, o de un primero y un
último. Al aplicar este pensamiento alfa y omega, estableces que primero es el
pensamiento, el principio, lo que crea la forma, que es el final.
El pensamiento encuentra forma en
algo situado en el tiempo y en el espacio. La expresión del pensamiento en la
forma implica un desarrollo gradual, con un principio y un final.No limites
nunca el espíritu de ninguna forma. Si experimentas alguna clase de fricción,
eso significa que existe un error en tu pensamiento y en tu proceso de
formación de imágenes, no que la fuerza creativa funcione de modo incorrecto. No
puedes originar la fuerza originadora, sino sólo distribuirla.
Limítate a comunicarle al
espíritu lo que deseas, sin decirle cómo deseas que suceda. Luego retírate,
lleno de fe y confianza. No necesitas especificar los detalles, simplemente
prepárate para verlos particularizarse en una disposición infinita de
posibilidades. ¡Permanece atento para detectar los indicios!
• Guárdate tus imágenes mentales
para ti mismo. Lo que deseas atraer es una cuestión íntima, algo entre tú y
Dios. Discutirlo con los demás no hará sino disipar la energía en la dirección
del ego y de las opiniones de los demás.
Sé discreto y silencioso de cara
al exterior, al tiempo que mantienes interiormente la fe en tu capacidad para
establecer el contacto consciente con la energía que es la fuente de la
existencia. Despréndete de la necesidad de convencer a los demás de lo correcto
de tu postura. Permanece al margen de la opinión de los demás y concéntrate en
tu capacidad para atraer aquello que piensas que falta en tu vida.
• Examina todas las cosas de las
que careces. Luego, di para ti mismo: «He creado todo esto con mis
pensamientos, condicionamientos, creencias y acciones». Sólo al reconocer que
siempre has atraído hacia ti aquello que has irradiado hacia el exterior, en
forma de energía invisible, podrás utilizar esta misma energía de una manera
mucho más productiva.
Destierra cualquier sentimiento
de culpa sobre tus acciones del pasado. No existe pasado en la fuerza creativa
de la energía. Sólo existe un ahora universal. Ahora sabes que no has hecho
sino manifestar las cosas que supiste atraer en el pasado, y vas a cambiar eso.
Has atraído precisamente todo aquello que necesitabas en cada uno de los días
de tu vida que constituyen el ahora universal. Y en este mismo ahora, vas a
asumir una nueva pauta de energía que te conducirá al cuarto principio de la
manifestación.
Nada está fuera de ti. Puedes
atraer cualquier cosa una vez que sepas que existe en la conciencia de tu mente
y que tiene que materializarse a partir de tus nuevos pensamientos. Sé
responsable y confía, y verás funcionar casi inmediatamente tu poder de
atracción.
• El pensamiento es acción
creativa. No es ni bueno ni malo. No obstante, aquellos pensamientos sobre los
que más meditas son los que determinan qué poseerás o no poseerás. Aquello en
lo que pienses es aquello en lo que te convertirás.
Sé consciente de los pensamientos
o imágenes que pueden manifestar algo que no deseas. Si tus condicionamientos
te impulsan a pensar en términos de pesimismo, o de imposibilidades, o hacen
que utilices tus desgracias pasadas como excusa para no tener una vida más
feliz y abundante, erradica esos pensamientos de tu mente. Si descubres que no
haces sino quejarte ante los demás, recuerda que tus quejas no son más que una
manifestación de tus pensamientos.
Dirígete directamente al poder
que te permite tener pensamiento, y pídele que te ayude y te guíe hacia nuevas
formas de crear imágenes mentales. En cuanto te descubras inmerso en
pensamientos o quejas, puedes iniciar la formación de esas nuevas imágenes.
Este nuevo proceso de formación de imágenes mentales te resultará muy fácil una
vez que comprendas que estás conectado con el poder que permite que atraigas
todo aquello que deseas.
Por difícil que sea de concebir,
debido al condicionamiento del ego, lo cierto es que eres una de las formas
mediante las que Dios se ha particularizado en este mundo material.
• Empieza a actuar como si ya
existiera en tu vida aquello que quisieras atraer. Si deseas crear curación,
formula la imagen, irradia hacia el exterior esa energía para conectar con la
energía que todo lo ha creado, sé alegre y confía en tu conocimiento, no lo
compartas con nadie y luego empieza a actuar de una manera nueva y saludable.
El universo te dará algunas
pistas mínimas para empezar tus nuevas acciones. Proceder a actuar de acuerdo
con tu imagen mental permitirá acelerar el proceso.
Si deseas materializar más
prosperidad, inicia el proceso de pensar en la abundancia y de actuar también
del mismo modo. Da gracias por todo lo que se ha manifestado en tu vida.
Examina las posibles maneras de mostrar tu agradecimiento y corre algunos
riesgos, sabiendo que aquello que deseas atraer ya es una energía que
compartes. Cómprate algo especial y entrega algo a alguien menos afortunado,
aunque tu ego lo rechace.
• Hojas de hierba, de Walt
Whitman, es uno de mis libros favoritos. Te recomiendo que leas diariamente
pequeños fragmentos, como hago yo con frecuencia. He aquí una parte que habla
de nuestra unicidad con la energía divina.
A través de la inmensidad informe
del espacio, ¿cómo pensaría yo, cómo respiraría, cómo hablaría si, desde mí
mismo, no pudiera lanzarme hacia esos universos superiores?
Me sobrecogen de pronto el
pensamiento de Dios, la naturaleza y tus prodigios, el tiempo, el espacio y la
muerte, pero me vuelvo y te invoco, oh alma, oh, mi ser real, y he aquí que
dulcemente dominas a los astros, te unes al tiempo, sonríes satisfecha con la
muerte, y llenas y expandes las inmensidades del espacio.
La palabra clave en este pasaje
es, según mi opinión, «mi ser real». Lo mismo puede aplicarse a ti, que a Walt
Whitman, o a cualquier otra persona en el universo.
Con esto concluye la exposición
del cuarto principio de la manifestación espiritual. En pocas palabras, este
principio nos dice que hay una inteligencia y un poder creativo y sensible en
toda la naturaleza. Y esa inteligencia es dócil a nuestras sugerencias.
Tú formas parte de la naturaleza
y de esta inteligencia, que es mayor que cualquier individuo. El individuo que
eres, también es una forma particularizada de esa inteligencia. Este infinito
poder se encuentra en todas las cosas y en todo el espacio y se manifestará
desde la energía espiritual o informe que existe en el mundo invisible, hasta
el mundo de la forma y de los límites.
Una vez que sepamos esto más allá
de toda duda y que lo pongamos en práctica en nuestras vidas, veremos las
imágenes de los deseos de nuestro corazón transformadas en nuestra realidad
exterior. El quinto principio explica la importancia de nuestros sentimientos,
absolutamente dignos de recibir estos dones.
Quinto principio
Respeta tus méritos para recibir
Para ser un manifestador, para
tomar literalmente parte en el proceso de creación de tu vida y atraer aquello
que desea tu corazón, tienes que saber que eres digno de recibir. Eso
significará examinar las actitudes que mantienes, consciente e
inconscientemente, acerca de tu vida. Lo que debes examinar son tus
pensamientos, que son los arquitectos de los cimientos de tu mundo material.
La manifestación supone la
utilización del poder de tu mundo interior para establecer una relación plena
con la vida y atraer hacia ti aquello que deseas. Puedes recordarte
continuamente que el poder que lo trajo todo al mundo físico es el mismo que
también te trajo a ti, pero si no te sientes digno, perturbarás el flujo
natural de la energía en tu vida y crearás un bloqueo que imposibilitará la
manifestación.
El quinto principio está
encaminado a recordarte que eres digno de obtener abundancia. Si tus
pensamientos se basan en una imagen de desmerecimiento, sea cual fuere la
razón, manifestarás lo que esos pensamientos imparten a la mente universal. La
energía descrita en el cuarto principio se alineará con aquello que tú
irradies. La frase «Un hombre es aquello que piensa» no son palabras vacías.
Expresan una verdad básica acerca de cómo funciona el universo.
Pensar que la abundancia es
incompatible con la espiritualidad es un mito que nos influye a muchos de
nosotros, y constituye el mayor impedimento para sentirse merecedor de esa
abundancia.
¿EGOÍSTA?
El mito de que la abundancia y la
espiritualidad son incompatibles se ve alimentado por la idea de que es egoísta
e impropio visualizar y desear cosas materiales. Examinemos, pues, esta actitud
y determinemos si también tú has llegado a considerarla como cierta.
Echa un vistazo a tu alrededor y
observa la abundancia e infinitud de nuestro universo. Se extiende mucho más
allá de nuestra capacidad para imaginar su vastedad. Esta abundancia fluye a
partir de la misma energía que abarca nuestra esencia fundamental. La
abundancia eres tú. Tú eres ella. No te engañes.
El espíritu se da a conocer a
través de la forma material, mientras nosotros mismos ocupamos una forma. El
espíritu se manifiesta en los árboles, los océanos, los peces, las aves, los
minerales, las plantas, las flores y en ti. Todo lo que ves a tu alrededor es
una parte de la manifestación material del espíritu. La materia no es una
ilusión o algo que no debiera existir, sino un medio necesario que permite al
espíritu diferenciarse sobre el plano de la existencia.
Tener la sensación de que es
egoísta o no espiritual el desear y manifestar, supone dividir el mundo del
espíritu y el mundo de la materia en polos opuestos. Al considerar el espíritu
como incompatible con la materia, negamos que el espíritu que hay en la materia
sea la energía a partir de la cual se origina. Y con ello también negamos la
validez de nosotros mismos como seres espirituales.
No hay razón alguna para
sentirnos avergonzados por desear que las cosas se manifiesten en nuestra vida.
Es mucho más positivo pensar que merecemos que esas cosas se manifiesten y que
estemos dispuestos a participar en la danza de la creación. Al darnos cuenta de
que juntos conforman un todo armonioso, eliminamos el estigma del egoísmo. Del
mismo modo que cada uno de nosotros somos un todo armonioso compuesto de
espíritu y materia, también lo es el universo entero.
El proceso de la vida que toma
forma es un misterio. Ese misterio se ve gobernado por una energía creativa que
se puede conocer cuando nos sentimos genuinamente merecedores de recibir sus
bendiciones en forma material. La abundancia es lo que caracteriza a la fuerza
creativa en el universo. Tienes derecho a disponer de abundancia en tu vida y a
irradiar prosperidad hacia todo lo que se encuentra en tu mundo. Sintiéndote
pequeño e insignificante lo único que conseguirás es que eso se manifieste en
tu vida.
Para fomentar la actitud de que
mereces abundancia, será útil examinar lo que quieres cambiar con objeto de
cultivar este conocimiento en el nivel celular de tu ser.
LOS COMPONENTES BÁSICOS DEL
MERECIMIENTO
Todo aquello que necesitas
dominar para lograr que este quinto principio se convierta en un modelo útil en
tu vida lo tienes a tu disposición, en forma de actividad mental. No necesitas
salir al mundo y conquistar nada. Se trata, simplemente, de cambiar tu
mentalidad y convencerte a ti mismo de que mereces recibir todas las
bendiciones de Dios, ya sean materiales o de otro tipo.
Se han hecho grandes esfuerzos
por condicionarnos y hacernos sentir indignos de tener todo aquello que ofrece
la vida. La mayoría de nosotros hemos aceptado muchas de las cosas que nuestros
egos han puesto en nuestro camino, empezando por nuestra llegada a este mundo
como niños. Ciertamente, no hay nada de erróneo en asumir una actitud de
pobreza y ascetismo. Si ese es tu camino, lo sabrás en lo más profundo de tu
ser, y sabrás igualmente que Dios se manifiesta en todas las cosas, tanto
materiales como inmateriales. No tiene ningún sentido calificar el espíritu de
mejor o peor, basándose en las creaciones de Dios que cada uno elige tener en
su vida.
Sentirse merecedor de cualquier
bendición o deseo es una característica de tu vida interior. Para eliminar el
estigma del egoísmo materialista, quizá necesites reacondicionar tus propias
percepciones internas. A continuación se indican las principales percepciones
de los seres que saben que son dignos y merecedores de la bendición de Dios.
1. Mi autoestima procede de mí
mismo. La afirmación de la percepción interna de la persona que piensa así
puede ser más o menos la siguiente: «Como hijo de Dios, soy digno. No estoy
dividido en espíritu y cuerpo, sino que más bien formo parte de la creación que
lo conoce todo, llamada Dios. Soy un humano que expresa a Dios sin reservas ni
restricciones».
Una de las razones por las que
los niños son capaces de expresar a menudo genio es porque todavía no han sido
hipnotizados por la idea de ser limitados. Si son capaces de resistirse a ese
hechizo hipnótico, siguen siendo genios y pueden expresar su yo ilimitado a
través de sus vidas en la tierra.
Sucede con frecuencia que son las
ideas de otros egos las que nos hacen sentir indignos. Escuchamos las
advertencias de personas que tienen una baja autoestima, y que intentan ejercer
influencia y poder sobre nosotros. Aceptamos entonces las convalidaciones
externas de nuestra falta de merecimiento y empezamos a vernos tal como otras
personas importantes quisieran hacernos creer que somos. La mayoría de los
niños pequeños no pueden resistirse a estas ideas. Pero, como adultos, podemos
mirar hacia atrás, y liberarnos de esa idea absurda que nos han inculcado.
Debes saber que formas parte de
la luz que ilumina a todo hombre. Eres una demostración palpable de la
existencia de Dios y llevas a Dios dentro de ti mismo, en tu propia
individualidad particularizada. En consecuencia, debes decir con total
convicción: «Dios está en mí y yo estoy en Dios». Esta es la verdad que te
liberará de tus sentimientos de indignidad, y te permitirá atraer todo aquello
que deseas.
Piensa que tus deseos de
manifestar son algo que ha sido colocado ahí por el espíritu, y que esos
deseos, alojados en el amor y en el servicio, son precisamente lo que Dios
desea darte, y que tu deseo es el camino directo para recibir tales
bendiciones. Rechaza la idea de que el deseo es egoísta y recuerda que si no
tuvieras deseos, seguirías llevando una existencia infantil, rodeado de
juguetes.
Cada vez que te sientas indigno
de recibir tus manifestaciones, recuerda que nadie es indigno y que la misma
energía divina que fluye a través de ti, fluye también a través de todos los
hijos de Dios. Todos somos dignos, incluido tú.
Tus deseos son la herramienta que
te permite crecer y experimentar la perfección del universo. Te llevarán más
allá de cualquier limitación que hayas podido asumir y te conducirán hacia una
conciencia espiritual más elevada. Hasta la idea de alcanzar iluminación y
llegar a ser un maestro es un deseo que debes respetar.
2. Me acepto a mí mismo sin
reparos. Una persona que se acepta a sí misma de esta manera piensa algo así:
«Estoy dispuesto a afrontar todo lo que se refiere a mí mismo, sin caer en el
autodesprecio y sin repudiar mi valor esencial como una pieza de Dios».
Debemos aceptarnos de modo
incondicional a nosotros mismos. Aceptarse a uno mismo no significa aceptar
necesariamente todo tipo de comportamientos. Se trata más bien de una negativa
a participar en actos saboteadores de autodesprecio. Si te rechazas a ti mismo,
no podrás sentirte digno de la munificencia del universo. Tu energía se centra
en lo que hay de erróneo en ti, y te lamentas ante ti mismo y ante cualquiera
que esté dispuesto a escucharte.
Has aparecido aquí en un cuerpo
específico, dotado de unas ciertas características físicas, con ciertas medidas
y unos padres y hermanos concretos. Esta es tu realidad en el plano físico, y
se necesita una gran voluntad para mirarse a uno mismo y decir: «Acepto esto
sin quejarme».
Si no estás dispuesto a hacer tal
declaración, tu fuerza interior se verá socavada por la cólera, la
culpabilidad, el temor y el dolor, todo lo cual, combinado, soslaya la
posibilidad de que tus deseos se manifiesten. Recuerda que la idea de atraer
las cosas hacia uno mismo se basa en la idea de que «Aquello que debería ser...ya
está aquí». Tu deseo ya está aquí y sólo puede fluir hacia tu vida inmediata si
tú te muestras abierto a que así suceda. Esos pensamientos de autodesprecio te
impiden situar en el universo el conocimiento y la energía amorosa que van a
trabajar para ti.
La autoaceptación no es nada más
que un cambio en la conciencia. Sólo exige un cambio de mentalidad. Si se te
cae el cabello, tienes la alternativa de disimularlo, preocuparte o aceptarlo.
La aceptación significa que, en realidad, no tienes que hacer nada al respecto.
Simplemente, respetas tu cuerpo y la inteligencia divina que está obrando sobre
ti. Cuando algún otro te indica que tienes un problema porque se está cayendo
el pelo, ni siquiera te preocupas por la observación. La aceptación elimina de
un plumazo la etiqueta de «problema».
No se trata aquí de una actitud
fingida. Lo que haces es, simplemente, apartar al ego de tus valoraciones
internas, centradas en la aprobación de los demás. Gracias a la autoaceptación,
puedes decir honestamente: «Soy lo que soy y lo acepto». Una vez que hayas
instalado firmemente esta actitud, desde una postura de honestidad contigo
mismo, la certeza de que mereces recibir los dones del universo estará alineada
con ese divino poder.
El auto rechazo, en cambio,
provoca un desajuste en la alineación con tu divinidad. Sólo tú puedes efectuar
ese cambio. Se trata simplemente de cambiar tu percepción interna.
3. Acepto plenamente la
responsabilidad por mi vida, por lo que es y lo que no es. Eso supone la
eliminación de nuestra fuerte inclinación, dominada por el ego, a echar a los
demás la culpa por aquello que no hay en nuestras vidas. Asumir plenamente la
responsabilidad significa tener conciencia del poder inherente a uno mismo.
En lugar de decir: «Me han hecho
tal como soy ahora», piensa más bien: «Elegí ser pasivo y temeroso cuando estoy
con otras personas». Y eso se aplica a todas y cada una de las facetas de tu
personalidad y de las circunstancias de tu vida.
Estar dispuesto a aceptar
plenamente la responsabilidad sobre ti mismo, te coloca en la postura de ser
digno de recibir y atraer aquello que deseas. Si algún otro fuera el
responsable de tus defectos y le achacaras a él tus problemas, estarías
diciendo con ello que para manifestar el deseo de tu corazón necesitas obtener
el permiso de esa otra persona. Este acto de abdicación de la propia
responsabilidad destruye la capacidad para capacitarse a uno mismo hasta
alcanzar niveles superiores de conciencia.
Al saber que eres responsable de
cómo reaccionas ante cada situación de la vida, y que estás a solas contigo
mismo, puedes situar en el universo, de un modo muy íntimo, aquello que deseas
manifestar en ti mismo. Sin embargo, al echar la culpa a los demás de las
situaciones que se produzcan en tu vida, desplazas el poder hacia esas otras
personas, a las que consideras responsables de crear esas circunstancias.
Yo mantengo un diálogo interior
privado con el universo acerca de las circunstancias que surgen en mi vida.
Parto de la postura de que no son en modo alguno accidentes, de que todo lo que
me ocurre conlleva una lección y que he sido yo el que lo ha hecho aparecer en
mi vida. Por absurdo e incongruente que pueda parecer, me digo a mí mismo: «Por
qué he creado esto en este preciso momento?».
Así pues, si tengo un pensamiento
negativo y en ese mismo instante me golpeó la cabeza con la puerta de un
armario de la cocina, me digo: « ¿En qué estaba pensando en este momento?», y
asumo plenamente la responsabilidad de corregir esos pensamientos negativos,
así como el golpe que me ha recordado la necesidad de corregir esa forma de
pensar. Hago lo mismo cuando estoy escribiendo. Si me siento inclinado a acudir
al buzón de correos antes de ponerme a escribir, sigo esa señal interna y a
menudo me encuentro en el correo con un artículo que me clarifica un punto
sobre el que me sentía confuso. Asumo la responsabilidad de saber que aquello
que necesitaba estaba ahí, y de dejarme guiar por la voz interior de mi
intuición.
Este pequeño juego me sirve para
asumir plenamente la responsabilidad por mi vida y erradicar la inclinación a
achacar la culpa a otras personas o a las circunstancias. Confío en mi
sabiduría interior, y en las aparentes casualidades, y sé que yo soy el
responsable de todo eso. A medida que se ha ido desarrollando ese sentido de la
responsabilidad, me resulta cada vez más difícil achacar a alguien lo que
sucede en mi vida, desde las cosas más nimias, como darme un golpe o producirme
un corte, o que otros no acudan a tiempo a una cita, hasta las grandes
decepciones y mi relación con mi esposa y con el resto de mi familia; asumo la
plena responsabilidad por todo ello.
Confío en la sabiduría divina que
se ha particularizado en mí y que permite que estas cosas se produzcan. Me
niego a cuestionar esa sabiduría y a atribuir a otros mi buena o mala suerte.
Lo acepto todo como parte del papel que tengo en el universo, sin quejarme.
La voluntad de responsabilizarte
de ti mismo sin quejarte te sitúa en el flujo natural de toda la energía
divina. Eso te evita tener que luchar contra el mundo, y avanzar con él. Todo
aquello de lo que te quejes implica que figurativamente has de tomar las armas
para combatirlo. Y todo aquello contra lo que necesites luchar no hace sino
debilitarte, mientras que todo aquello sobre lo que estés a favor, te capacita.
Te estoy pidiendo que seas tú
mismo. Al asumir una actitud responsable te darás cuenta de que los cielos son
extraordinariamente cooperativos. Conseguir que los cielos cooperen significa
alejarse de la mentalidad proclive a quejarse, y aceptar la más plena
responsabilidad sobre uno mismo.
4. Elijo no aceptar la
culpabilidad en mi vida. Esta actitud mental crea pensamientos como: «No
desperdiciaré la preciosa moneda de mi vida, mi existencia actual, inmovilizado
por la culpabilidad por lo que ocurrió en el pasado».
Esta declaración exige conocer la
diferencia entre a) arrepentirse de verdad y aprender del pasado, y b) pasarse
la vida haciéndose reproches y sintiéndose culpable. Aprender de los propios
errores y emprender acciones correctoras son prácticas espiritual y
psicológicamente sanas. Hiciste algo, no te gustó cómo te sentiste después, y
decides no repetir ese comportamiento. Eso no es culpabilidad. La culpabilidad
aparece cuando continúas sintiéndose inmovilizado y deprimido, y esos sentimientos
te impiden vivir en el presente.
Al dejarte agobiar por la
culpabilidad, llenas tu energía de angustia y reproche. Te haces tantos
reproches que no te sientes merecedor de recibir las bendiciones del universo o
de cualquiera que forme parte de él. Los sentimientos persistentes de
culpabilidad te impedirán manifestar nada que valga la pena porque estarás
atrayendo hacia ti esas mismas cosas que sitúas en el universo. Cuanto mayor
sea la angustia, más razones tendrás para sentirte mal y más pruebas encontrarás
para demostrar que no eres merecedor de lo que deseas.
Cuando utilizas tus
comportamientos del pasado para aprender de ellos y sigues adelante, al margen
de lo horribles que te hayan parecido, te liberas de la negatividad que rodea
esas acciones. Perdonarse a uno mismo significa que puede extender el amor
hacia sí mismo, a pesar de haber percibido dolorosamente las propias
deficiencias.
Una vez aprendida esta valiosa
lección, buscas también el perdón de Dios. Pero si continúas abrigando el dolor
en tu interior, te sentirás indigno del perdón de Dios y, en consecuencia, no
podrás aceptar ninguno de tus derechos divinos, como hijo de Dios.
No importa qué es lo que no te
gusta de ti mismo, incluidos tus comportamientos y tu aspecto, pero para tener
éxito a la hora de la manifestación necesitas amarte a ti mismo a pesar de los
defectos que puedas encontrarte. Por ejemplo, si sufres crónicamente de un
exceso de peso, o eres adicto a alguna sustancia, tus frases internas de
culpabilidad serán aproximadamente del siguiente tenor: «Voy a amarme realmente
a mí mismo cuando finalmente alcance un peso normal», o bien: «Me valoraré
verdaderamente a mí mismo como un ser humano digno cuando haya superado
finalmente esta adicción de una vez por todas».
Las frases de culpabilidad no
hacen sino reforzar una actitud de desmerecimiento, e inhiben el proceso de la
manifestación. Tienes que cambiar estas frases y decirte a ti mismo cosas como:
«Me amo a mí mismo aunque tenga exceso de peso. En primer lugar, yo no soy este
exceso de peso y me niego a pensar en mí mismo en términos auto degradantes,
independientemente del estado de mi cuerpo. Soy amor y extiendo ese amor a todo
lo que soy». Esta misma clase de programación interna tiene que producirse en
el caso de las adicciones o de cualquier otra cosa por la que te sientas
culpable.
Hay 483,364 palabras en Curso de
milagros. La expresión «manténte alerta» sólo aparece una vez: «Manténte alerta
ante la tentación de verte a ti mismo como injustamente tratado». La
advertencia alude a la necesidad de eliminar la culpabilidad y asumir la
responsabilidad por la propia vida. Al eliminar la inclinación a revolcarse en
la autocrítica, también eliminamos la idea de que nos redimiremos gracias al
sufrimiento en el momento presente, y de que podemos pagar por nuestros pecados
con culpabilidad. La vida no funciona de ese modo. Tus sufrimientos te
mantienen en un estado de temor e inmovilidad. Y esa no es la solución para los
problemas de tu vida.
Existe, sin embargo, una
solución, que consiste en amarse a uno mismo y en pedir a Dios que esos
«defectos» no sean más que lecciones que te permitan alcanzar un nuevo nivel
espiritual. Al negarte a aceptar la idea condicionada de que la culpabilidad es
buena, de que mereces sentirte culpable y de que la culpabilidad te ayudará a
expiar tus pecados, refuerzas la idea de ser merecedor de cualquier deseo que
quieras manifestar en tu vida.
5. Comprendo la importancia de
que haya armonía entre mis pensamientos, mis sentimientos y mi comportamiento.
En la medida en que seas incongruente en cualquiera de estos tres ámbitos, el
pensamiento, el sentimiento o el comportamiento, impedirás que se produzca el
proceso de la intensificación de la conciencia y la capacidad para manifestar
el deseo de tu corazón.
Este es el último de los cinco
puntos que favorecen la aparición del sentimiento de que mereces recibir en tu
vida la munificencia de Dios. Es también el más importante porque define tu
nivel de integridad. Tener pensamientos acerca de cómo te gustaría dirigir tu
vida, postular esos pensamientos como tu forma esencial de ser, y luego
sentirse culpable, temeroso, angustiado o cualquier otra cosa como consecuencia
de no haber estado a la altura de estos ideales, tiene como consecuencia un
comportamiento adictivo, manipulador y contraproducente.
Para ser congruente debes ser
honesto contigo mismo. Es crucial que examines tus pensamientos y proclames con
franqueza qué es lo que eliges saber en tu interior. Aunque alguna otra persona
perciba eso como una deficiencia, si eres honesto contigo mismo descubrirás que
tus reacciones emocionales son consecuentes con tu mundo interior.
Sentirás paz y satisfacción y eso
se pondrá de manifiesto en tu comportamiento. Esto es válido para prácticamente
todo lo que afecte a tu vida, y se aplica a tus pensamientos sobre la salud,
las relaciones con los demás, la prosperidad, Dios, el trabajo, la diversión y
lo que sea. Si estos pensamientos se hallan enraizados en el amor y sabes
honestamente que estás aquí para expresar amor, amabilidad y perdón hacia ti
mismo, hacia tu trabajo, tus compañeros, hacia el dinero que recibes, tus
creencias espirituales, etcétera, estarás en armonía y recibirás con agrado las
bendiciones que resultan de tu conducta personal en estas cuestiones.
No obstante, si abrigas estos
pensamientos y no actúas de acuerdo con ellos en el trabajo cotidiano de tu
vida, sentirás que tu comportamiento es incongruente y, en consecuencia, no
tendrás la sensación de merecer el cumplimiento de tus deseos.
Si sigues siendo incongruente, el
comportamiento adictivo se mantendrá en tu vida. También los hábitos
alimenticios poco saludables o las deficiencias que encuentres en ti mismo. Se
trata de una afirmación un tanto fuerte, pero no hace sino reflejar la
necesidad de que asimiles determinados conceptos si quieres sentirte merecedor.
No tienes que adoptar ninguna
práctica espiritual o conjunto de creencias concretas. Tienes que crear un
sentido de congruencia dentro de ti mismo para poder alcanzar ese estado de
merecimiento, que es un requisito indispensable para el proceso de la
manifestación. Si te ves carcomido por dentro, en ese rincón íntimo de
conciencia al que no llega nadie más que Dios, tu comportamiento
contraproducente no hará sino confirmar tu falta de congruencia interna.
Al ser honesto contigo mismo
acerca de lo que crees, y actuar de acuerdo con tus principios, al margen de lo
que puedan pensar o decir otros, promueves una sensación de paz interior que te
transmite un fuerte sentido de merecimiento. Te animo a examinar cuidadosamente
tus pensamientos en todos los ámbitos de tu vida, y a identificar aquellos que
no estén en armonía con tus acciones. Luego, trabaja cada día para alcanzar un
mayor grado de congruencia interna que satisfaga tus propias normas personales,
y guárdate este proceso para ti mismo. Verás entonces que los comportamientos
que te disgustan empiezan a desaparecer y que promueves una sensación de
equilibrio que te aporta paz. No hay nada que tu yo superior desee más que la
paz. La paz te hará sentirte digno de las más ricas bendiciones de Dios, y al
irradiar eso hacia el mundo exterior, este te devolverá lo mismo.
Estas cinco actitudes te
proporcionan las herramientas para crear en tu interior un ambiente que
propicie tu sensación de merecimiento. Todas ellas reflejan la capacidad para
vivir pacíficamente en el momento presente, y para descartar muchas de las actitudes
del pasado que te mantuvieron en un estado constante de incapacitación y te
hicieron sentir indigno de manifestar más bendiciones y felicidad en tu vida.
Esos sentimientos persisten a menudo porque te hayas encerrado en la historia
de tus primeras heridas. Para finalizar el camino que conduce al merecimiento,
tienes que cortar tu relación con esas viejas heridas.
DESVINCÚLATE DE LAS HERIDAS DE TU
PASADO
La inclinación a vincularnos con
nuestras heridas, en lugar de dejarlas atrás, hace que experimentemos
constantemente la sensación de no ser dignos. Una persona que haya
experimentado acontecimientos traumáticos en la vida, como una violación
sexual, la muerte de seres queridos, enfermedades traumáticas, accidentes,
rupturas familiares, drogadicciones y otras cosas similares, puede llegar a
vincularse con los dolorosos acontecimientos del pasado y rememorarlos para
llamar la atención o despertar lástima en los demás. Esas heridas de nuestras
vidas parecen darnos una gran cantidad de poder sobre los demás.
Cuanto más les hablamos a otros
sobre nuestras heridas y sufrimientos, tanto más creamos un entorno de
compasión por nosotros mismos. Nuestro espíritu creativo permanece tan
conectado con los recuerdos de nuestras heridas que no puede dedicarse a
transformar y manifestar. El resultado de ello es la sensación de
desmerecimiento, de no ser digno de recibir todo aquello que se deseas.
Sucede a menudo que la narración
de esos males va acompañada al principio por una especie de necesidad de que el
interlocutor sepa lo horrible que fue y sigue siendo la herida sufrida. Al cabo
de un rato el ego utiliza esta energía en una especie de juego de poder, en
situaciones tanto individuales como de grupo, para estimular la discusión sobre
lo duro que ha sido superar esa herida. Eso puede impedir que el individuo
avance espiritualmente, reforzando la imagen de desvalido que tiene de sí
mismo.
La tendencia a vincularnos con
las heridas de nuestras vidas nos recuerda lo poco merecedores que somos de
recibir nada de lo que realmente nos gustaría tener, debido a que permanecemos
sumidos en un estado de sufrimiento. Cuanto más se recuerdan y se repiten estas
historias dolorosas, tanto más tiene garantizado esa persona que no atraerá la
materialización de sus deseos.
Quizá la frase más poderosa que
puedas llegar a memorizar en este sentido sea: «Tu biografía se convierte en tu
biología». A la que yo añadiría: «Tu biología se convierte en tu ausencia de
realización espiritual». Al aferrarte a los traumas anteriores de tu vida,
impactas literalmente sobre las células de tu cuerpo. Al examinar la biología
de un individuo, es fácil descubrir en ella su biografía. Los pensamientos
angustiosos, de autocompasión, temor, odio y otros similares, cobran un peaje
sobre cl cuerpo y el espíritu. Al cabo de un tiempo, el cuerpo es incapaz de
curarse, debido en buena medida a la presencia de esos pensamientos.
El apego al dolor sufrido en los
primeros años de la vida procede de una percepción mitológica según la cual
«tengo derecho a una infancia perfecta, libre de dolor. Utilizaré durante el
resto de mi vida cualquier cosa que interfiera con esta percepción. Contar mi
historia será mi poder». Lo que hace esta percepción es darle permiso al niño
herido que llevas dentro para controlarte durante el resto de tu vida. Además,
te proporciona una fuerte sensación de poder ilusorio.
En el momento en que alguien se
te enfrenta, se interpone en tu camino o incluso no está de acuerdo contigo, la
vieja herida pasa a ocupar un primer plano con acusaciones de insensibilidad
relativas a la forma en que te trata el otro. Este poder, sin embargo, está
vacío porque no hace sino reforzar continuamente la idea de que no eres digno
de verte libre de esos acontecimientos. Tu indignidad inhibe tu capacidad para
atraer a tu vida la amabilidad y la abundancia que hay en el universo.
Esto, sin embargo, no significa
que no debamos afrontar los traumas y ayudarlos a curar. Significa que tenemos
que ser muy cuidadosos para evitar explicar nuestra vida actual en términos de
una historia traumática anterior. Los acontecimientos dolorosos de nuestras
vidas son como una balsa que se utiliza para cruzar el río. Debes recordar
bajarte una vez que hayas llegado a la otra orilla.
Observa tu cuerpo cuando has
sufrido una herida. Una herida abierta se cierra en realidad con bastante
rapidez. Imagina cómo serían las cosas si esa herida permaneciera abierta
durante mucho tiempo. Se infectaría y, en último término, acabaría por matar a
todo el organismo. El cerrar una herida y permitir que cure puede actuar del
mismo modo en los pensamientos de tu mundo interior.
Así pues, no lleves contigo tus
heridas. Afróntalas y pide a la familia y a los amigos que sean compasivos
mientras te recuperas. Luego, pídeles que te lo recuerden amablemente cuando se
convierta en una respuesta predecible. Quizá en cuatro o cinco ocasiones tus
amigos y personas queridas te dirán: «Sufriste una experiencia trágica y
comprendo perfectamente tu necesidad de hablar de ello. Me importa, te escucho
y te ofrezco mi ayuda si eso es lo que deseas». Después de varias situaciones
de este tipo, pídeles que te recuerden amablemente que no debes repetir la
historia con el propósito de obtener poder a través de la compasión de los
demás.
Al retroceder en tu camino y
reavivar continuamente tu dolor, incluyendo la descripción de ese dolor y la
calificación de ti mismo (superviviente de un incesto, alcohólico, huérfano,
abandonado), no lo haces para sentirte más fuerte. Lo haces debido a la
amargura que estás experimentando. Esa amargura se pone de manifiesto en forma
de odio y cólera al hablar de esos acontecimientos, con lo que no haces sino
alimentar literalmente el tejido celular de tu vida a partir de tu cosecha de
acontecimientos del pasado.
Eso hace que se extienda la
infección e impide la curación. Y lo mismo sucede con el espíritu. Esta cosecha
de amargura te impide sentirte merecedor. Empiezas a cultivar entonces una
imagen sucia, de criatura desafortunada, desmerecedora y difamada, y eso es lo
que envías al universo, lo que inhibirá cualquier posibilidad de atraer el amor
y la bendición a tu vida.
Aquello que te permitirá
desvincularte de tus heridas es el perdón. El perdón es lo más poderoso que
puedes hacer por tu fisiología y por tu espiritualidad, a pesar de lo cual
sigue siendo una de las cosas menos atractivas para nosotros, debido en buena
medida a que nuestros egos nos gobiernan de un modo inequívoco. Perdonar se
asocia de algún modo con decir que está bien, que aceptamos el hecho perverso.
Pero eso no es perdón.
Perdón significa llenarse de amor
e irradiar ese amor hacia el exterior, negándose a transmitir el veneno o el
odio engendrado por los comportamientos que causaron las heridas. El perdón es
un acto espiritual de amor por uno mismo, y envía a todo el mundo, incluido tú
mismo, el mensaje de que eres un objeto de amor y que eso es lo que vas a
impartir.
En eso consiste el verdadero
proceso de desvinculación de las heridas, de no seguir aferrándose a ellas como
preciadas posesiones. Significa renunciar al lenguaje de la culpa y la
autocompasión, y a no seguir adelante con las heridas del pasado. Significa
perdonar íntimamente sin esperar que nadie lo comprenda. Significa dejar atrás
la actitud del ojo por ojo que sólo causa más dolor y la necesidad de más
venganza, sustituyéndola por una actitud de amor y perdón. Esta forma de actuar
es alabada en la literatura espiritual de todas las religiones.
Sentirse digno es esencial para
poder atraer aquello que se desea. Es, simplemente, una cuestión de sentido
común. Si no tienes la sensación de merecer algo, ¿por qué te lo va a enviar la
energía divina que está en todas las cosas? Así pues, tienes que cambiar y
saber que tú y la energía divina sois una sola cosa, y que es tu ego el que se
confabula para impedirte utilizar este poder en tu propia vida.
A continuación se indican algunas
de las grandes actitudes y comportamientos que puedes incorporar a tu
conciencia para facilitar el crecimiento de tus sentimientos de merecimiento.
UN PLAN QUE TE AYUDARÁ A VER QUE
ERES DIGNO DE RECIBIR Y ATRAER DESDE LA FUENTE DIVINA
Las siguientes sugerencias
representan un plan paso a paso para intensificar tu receptividad al poder de
la manifestación en tu vida. Si lo pones en práctica, no cabe la menor duda de
que te sentirás digno de la bendición del espíritu divino que lo abarca todo.
• La
palabra «inspiración» significa literalmente «estar infundido de espíritu», o
en el espíritu, si se quiere.
• Practica
hacer aquello que te guste, y procura que te guste lo que haces cada día. Si
vas a hacer algo, concédete el beneficio de no quejarte y, en lugar de eso,
muestra cariño por esa actividad. Tu lema aquí ha de ser: «Me gusta lo que
hago, y hago lo que me gusta». Eso te sitúa «en el espíritu» y te proporciona
literalmente el entusiasmo para ser un receptor digno de la gracia de Dios. La
palabra entusiasmo procede de la raíz griega entheos, que significa,
literalmente, «estar lleno de Dios».
• Haz
todos los esfuerzos posibles por eliminar de tu vocabulario y de tu diálogo
interior los hábitos internos de pesimismo, negatividad, juicio, quejas,
murmuraciones, cinismo, resentimiento y crítica destructiva. Sustitúyelos con
optimismo, amor, aceptación, amabilidad y paz como forma de procesar tu mundo y
a las personas que hay en él.
• Al
margen de lo mucho que te sientas tentado de retroceder hacia hábitos cínicos,
recuerda que esa es la energía que estás enviando al mundo, y que con ello
transmites un mensaje que bloquea la energía que te devolverá lo que deseas. Si
estás lleno de negatividad, te encuentras desequilibrado y tus resentimientos
indican que no te sientes digno o preparado para aceptar la energía amorosa que
deseas.
• Procura
encontrar cada día un momento de tranquilidad para erradicar los sentimientos
de indignidad. Ese tiempo de oración o meditación, o de experimentar
simplemente el silencio, alimentará tu alma y eliminará finalmente todas las
dudas que puedas abrigar acerca de no merecer el ser beneficiario de la
abundancia del universo.
• Lee
literatura espiritual y poesía, y escucha música clásica suave siempre que te
sea posible. He descubierto que el simple hecho de leer la poesía de Walt
Whitman, de Rabindranath Tagore o de Rumi, hace que todo se sitúe en una
perspectiva más sagrada para mí.
• Leer las grandes enseñanzas de
los maestros es como realizar una tarea espiritual en casa. Entre ellas se
incluyen el Nuevo Testamento, Curso de milagros, la Torah, el Corán y el
Bhagavad Gita. Estas grandes obras son una forma de estar en el espíritu
(inspirado) y de disolver las dudas sobre si mereces o no materializar en tu
vida aquello que deseas.
• El siguiente y hermoso poema de
El profeta, de Jalil Gibran, es un ejemplo de esta clase de literatura. Lo
incluyo aquí para que lo estudies. Presta una particular atención a las
palabras «Vuestros corazones conocen en silencio los secretos de los días y las
noches», y «Pues el alma recorre todos los caminos». Estos son los pensamientos
que he resaltado a lo largo de todo este libro, al tratar de animarte a conocer
tu propia dignidad divina.
Sobre autoconocimiento
De El profeta, de Jalil Gibran
(1923)
Y un hombre dijo: háblanos del
autoconocimiento. Y él contestó, diciendo:
Vuestros corazones conocen en
silencio los secretos de los días y las noches.
Pero vuestros oídos ansían el
sonido del conocimiento de vuestros corazones.
Conoceréis con palabras aquello
que siempre habéis conocido en vuestro pensamiento.
Tocaréis con vuestros dedos el
cuerpo desnudo de vuestros sueños.
Y está bien que lo hagáis.
La fuente oculta de vuestra alma
tiene que brotar y correr murmurante hacia el mar; y el tesoro de vuestras
profundidades infinitas será revelado ante vuestros ojos.
Pero que no haya balanzas donde
pesar vuestro desconocido tesoro;
Y no busquéis las profundidades
de vuestro conocimiento con el bastón o el sonido.
Pues el sí mismo es un mar
ilimitado e inconmensurable.
No digáis «He encontrado la
verdad», sino más bien, «He encontrado una verdad».
No digáis «He encontrado el
camino del alma». Decid más bien «He encontrado el alma caminando por mi
camino».
Pues el alma camina por todos los
caminos.
El alma no sigue una línea, ni
crece como un junco.
El alma se despliega a sí misma,
como un loto de innumerables pétalos.
• Procura rodearse en la medida
de lo posible de cosas bellas.
Escribo estas palabras en la isla
Marco, al sudoeste de Florida. Cada atardecer, dejo la máquina de escribir y
salgo a la playa, para experimentar la magnificencia de la puesta del sol sobre
el golfo de México. Cada vez que participo en este ritual diario, me siento
lleno de respeto ante la enorme energía implicada en el movimiento de la tierra
alrededor del sol. Respiro esa energía, y me siento agradecido por el hecho de
formar parte de toda esta belleza.
Formar parte cada atardecer de
esta puesta de sol me hace sentir que estoy en mi hogar, más allá de este
planeta y me abre a la naturaleza más profunda que hay dentro de mí mismo.
Jamás podría sentirme desmerecedor de la gracia y la munificencia del universo
cuando me hallo inmerso en esta belleza. Lo mismo sucede al experimentar virtualmente
cualquier belleza: tienes la tendencia a eliminar la duda acerca de la propia
divinidad y de la conexión con la verdad última que hay en todo y en todos.
• Practica la amabilidad para
contigo mismo y para con los demás, con toda la frecuencia que te sea posible.
Abandona tu necesidad de tener
razón y de ganar; en vez de eso, sé amable, y pronto conocerás la bendición de
la paz interior. Recuerda que tu yo superior sólo desea paz. Al practicar la
amabilidad, la paz aparece inmediatamente. Al estar en paz contigo mismo y con
tu mundo, sabes que eres un digno receptor de todo lo que se cruza en tu
camino. Empiezas a confiar entonces en la energía que aporta la realización de
tus deseos.
Si te encuentras en un estado de
confusión y, en consecuencia, te preocupa ganar o perder, te hayas a merced de
tu propio ego, al que le encanta la confusión. Toda esa confusión interna hace
que te cuestiones a ti mismo y tu valía en comparación con otros. Y eso trae
consigo la duda acerca de si eres o no digno de recibir y manifestar.
Ponte la meta de ser cada día
amable con los demás, al menos una vez, y extiende ese mismo privilegio hacia
ti mismo, tanto como te sea posible. Siempre tienes una alternativa acerca de
cómo va a reaccionar tu espíritu. La alternativa de la culpabilidad, la
preocupación, el temor o el juicio no es más que un pensamiento que se
transfiere a tu fisiología. Cuando tu yo físico se ve desequilibrado por estas
emociones, te sientes demasiado enfermo e infeliz como para pensar siquiera en
participar en el acto de la cocreación de una vida bienaventurada. Te saboteas
a ti mismo, y todo por la falta de voluntad para ser amable contigo mismo y con
los demás.
• Empieza a considerar el
universo como un lugar amistoso, antes que hostil. Sitúa en la categoría de
«lecciones» todas las heridas de las fases anteriores de tu vida. Deja de verte
condicionado por esas heridas y de convertirlas en un brazalete identificativo.
Desvincúlate de la actitud de que
este mundo es maligno, está lleno de gente mala, y empieza, hoy mismo, a buscar
el bien en la gente con la que te encuentres. Recuerda que, por cada acto de
maldad, hay millones de actos de amabilidad. Este universo funciona con la
energía de la armonía y el equilibrio. Inspira para absorber esa energía y
elimina de tu mente y tu corazón la idea de que eres una víctima. Toda
vinculación con tus traumas crea una toxicidad celular en tu cuerpo y un
envenenamiento espiritual de tu alma.
• Repítelo una y otra vez, hasta
que quede bien grabado: «Soy lo que soy, y soy digno de la abundancia que hay
en el universo, y de todo lo que hay en él, incluido yo mismo».
Te encuentras ahora en el camino
de saber que eres merecedor de atraer y manifestar en tu mundo. Eres consciente
de tu yo superior. Confías en ti mismo y en la sabiduría divina que te ha
creado. Sabes que no estás separado de tu entorno, y que dentro de ti existe el
poder para atraer.
El siguiente principio se refiere
a la energía del amor y a lo importante que es conocerla y experimentarla en
todo tu ser, antes de empezar a aplicar los tres últimos principios de la
manifestación.
Sexto principio
Conéctate a la fuente divina con
un amor incondicional
No hay, ni en la tierra ni en el
cielo, mayor poder que del amor puro e incondicional. Este es el núcleo del
sexto principio de la manifestación.
La naturaleza de la fuerza de
Dios, esa inteligencia invisible que hay en todas las cosas, y que es el origen
del mundo material y el centro del plano tanto espiritual como físico, podría
definirse como amor puro e incondicional. Es aquello que hace que las cosas
materiales ocupen su lugar y que impide que se colapsen en innumerables
partículas. Esta fuerza de Dios es como un alma superior a la que siempre
estamos conectados porque somos extensiones localizadas de ella.
Quizá te sientas infinitamente
merecedor de atraer a tu vida la prosperidad material y espiritual, pero si no
vives de acuerdo con el amor incondicional estarás interfiriendo en tu
capacidad para manifestar en tu vida. Para estar divinamente alineado con esta
energía infinita y universal, tienes que convertirte en amor incondicional.
Aunque parece fácil e incluso
apropiado anunciar «Yo practico el amor incondicional», eso dista mucho de la
realidad en el caso de la mayoría de los que estamos sobre este plano físico.
El amor incondicional se nos escapa a la mayoría de nosotros, debido en buena
medida a que tendemos a identificarlo con el afecto o sentimiento.
Mira Bai sabe que para encontrar
al Uno Divino lo único indispensable es el amor.
LA ENERGÍA DEL AMOR DISUELVE LAS
LIMITACIONES
Al decir que el amor emana del
alma y de la divina conciencia de Dios, me refiero a algo que el yo inferior o
el ego no pueden percibir. No hablo de tener «buenos sentimientos» hacia los
demás, del amor romántico, de mostrar afecto y consideración por todo el mundo.
Este amor incondicional sobre el que escribo aquí es una experiencia de la
armonía de la vida. Es algo demasiado profundo para que podamos despertarlo con
nuestros sentidos o nuestra mente.
La energía de amor incondicional
es el poder que está detrás de la creación. Guía todas nuestras leyes
naturales. Podemos imaginar este amor como una vibración que transmite las
formas de pensamiento a una expresión material. En su naturaleza más elevada,
el amor es la fuerza que reconocemos como la voluntad de Dios. Es la alquimia
que asumimos para encontrarle sentido a la forma en que se materializan las
cosas desde el mundo del espíritu.
Se trata de palabras muy
importantes, y es esencial que las conozcas si quieres dejar de ser alguien que
toma lo que la vida le presenta y participar en el acto de la creación junto
con la energía universal del amor incondicional.
Te sugiero que te embarques en el
experimento de practicar únicamente el amor incondicional durante varios días,
quizá incluso durante una semana. Conviértelo en tu actividad principal, pero
prométete a ti mismo que sólo permitirás que de tu conciencia emanen
pensamientos amorosos incondicionales. Proclama tu compromiso de vivir el amor
incondicional durante el período de tiempo que hayas decidido.
Durante ese período de tiempo
niégate a abrigar pensamientos críticos o juicios. En los momentos de
tranquilidad, piensa sólo en paz y amor. Piensa y actúa en todas tus relaciones
exclusivamente de forma amorosa. Extiende los pensamientos y la energía amorosa
cada vez que te encuentres con alguien o con algo. Conviértete en amor
incondicional.
Esta práctica de convenirse en
amor incondicional es un requisito indispensable para el proceso de la
manifestación. Al verter amor en tu entorno inmediato y practicar la afabilidad
en todos tus pensamientos, palabras y acciones, tu círculo inmediato de amigos
empezará a responder de una forma completamente nueva. Además, este acto se
hace muy rápidamente expansivo y puedes llegar a irradiar este amor hacia tu
comunidad y a las personas sobre las que lees en los periódicos, incluidas
aquellas que han sido clasificadas como terroristas, asesinos, artistas
fraudulentos y similares.
De la palabra incondicional,
destaca el «in». Te desvinculas de todo y lo amas todo. No amas el acto hostil,
sino el espíritu que se halla bloqueado en aquellos que causan daño y no son
amorosos. Si puedes vivir de este modo y rechazar todos los pensamientos y
acciones que no sean de naturaleza incondicionalmente amorosa, experimentarás
la esencia de tu espíritu y sabrás cómo superar las limitaciones en tu propia
vida.
Se trata de una tarea que tus
condicionamientos no estimulará fácilmente. Pero puedes perseverar durante unos
pocos días para saber cómo es el espíritu divino universal. Ese espíritu no
juzga nada ni a nadie, no moraliza, no demuestra favoritismo, sino que
simplemente existe como amor incondicional que irradia armonía y permite que
todo y todos se desplieguen. Cada día se abren millones de flores y luego se
cierran con la única ayuda del amor incondicional que fluye en todo y que se
encuentra en el núcleo de la energía universal, infinita y eterna. Con este
ejercicio estarás cultivando este aspecto de ti mismo.
Al practicar el amor
incondicional, contempla y medita sobre el amor incondicional sagrado que
también es el núcleo de ti mismo. Imagina un átomo de amor incondicional que se
encuentre en el centro mismo de tu propia existencia. Siente su presencia en tu
corazón y percibe cómo se abre e irradia hacia fuera. Este sentimiento
impersonal, que no depende de nadie ni de nada, ni tan siquiera de un sistema
de creencias, se transformará pronto en la sensación de que estás conectado con
la energía infinita del amor incondicional que es Dios.
Con esta transformación, entrarás
en el camino de la manifestación. Te conectarás, desembarazándote de todo
juicio, cólera, moralización, prédica, odio, rencor y todas las demás
herramientas del ego.
¿Qué cabe esperar por el hecho de
practicar durante unos pocos días un amor total e incondicional? Si dedicas
todas tus meditaciones al amor y pones amor en cada situación concreta y en
cada persona con la que te encuentres y, más aún, si extiendes ese amor hacia
todas las personas que habitan el planeta y a la infinitud del universo,
sentirás que te conviertes en una persona diferente. Dormirás más
profundamente. Te sentirás en paz casi en todo momento. Tus relaciones serán
más profundamente espirituales. Y, lo que es más importante, empezarás a
reconocer las «coincidencias» de tu vida con mayor regularidad. Tu amor
incondicional empezará a producir entonces lo que deseas, sin que te des
siquiera cuenta. Tus sueños serán más intensos y la conciencia de lo que buscas
se hará más clara.
Lo que sugiero es que puedes amar
más e incondicionalmente, sin esperar nada a cambio; como resultado de ello,
desaparecerán las limitaciones que experimentas. Inténtalo al menos. Hay un
fragmento muy citado del Nuevo Testamento que parece apropiado citar aquí. Creo
que es uno de los pasajes más profundos que se hayan escrito jamás. Pertenece a
Corintios 13, sobre el «amor».
Y aún os voy a mostrar un camino
más excelente.
Aunque hablara las lenguas de los
hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena o címbalo
que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios
y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si no
tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo
a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha. El amor es paciente, es
servicial; no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no
busca tu interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la
injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo
espera. Todo lo soporta.
El amor nunca falla.
Desaparecerán las profecías, cesarán las lenguas, desaparecerá la ciencia.
Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo
perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño,
pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas
de niño. Ahora no vemos sino un pobre reflejo en un espejo. Luego veremos cara
a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré plenamente,
del mismo modo que soy plenamente conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza
y el amor, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es el amor.
En efecto, la mayor de todas es
el amor. Hará que desaparezca lo imperfecto y te permitirá alcanzar la plenitud
espiritual de participar en la creación de tu vida, basándote en el modelo del
amor incondicional.
Soy consciente de lo difícil que
es que nos dejemos guiar en todo momento por el amor incondicional. Imagino que
tu ego protestará, diciendo que esta idea es absurda porque eres humano, y los
humanos tenemos deficiencias. A pesar de todo, te pido que realices este
ejercicio durante unos pocos días o una semana. Sé que se convertirá en algo
habitual en cuanto percibas la riqueza de vivir con esta nueva conciencia.
El amor incondicional es el
misterio último que se esconde en la vida. Puede parecer sencillo, pero es tan
poderoso que te liberará de la dominación de tu ego si le concedes aunque sólo
sea un breve período de prueba en tu vida. Mientras no aprendamos a trascender
el ego, seguiremos contribuyendo a la locura a la que asistimos en el mundo.
Despegarse y convertirse en un observador incondicionalmente amoroso es la
mejor forma de cultivar una relación sana y equilibrada entre el ego y el espíritu.
EL PROCESO DE LA OBSERVACIÓN
DESVINCULADA
Uno de los grandes ejercicios de
meditación que aprendí hace muchos años supone imaginar que uno se eleva fuera
de su propio cuerpo y flota en el espacio hasta llegar tan lejos que puede
observar todo el planeta. Si lo haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin
tu presencia en ella. Será una tarea difícil para tu ego. A continuación,
empieza a observar el planeta sin emitir ningún juicio, negándote a calificar
nada de bueno o malo, correcto o incorrecto. Proponte simplemente observar,
permitir y enviar amor incondicional. Probablemente, te resultará más fácil
enviar amor incondicional cuando no estés ahí para interferir. Es decir, puedes
amar incondicionalmente cuando consigas apartar a tu ego del camino. Esta
técnica te ayudará a proyectar amor incondicional.
Si todo tú te conviertes en amor
incondicional, no participarás en las preocupaciones del ego. Al funcionar
desde esta perspectiva, practicas la desvinculación en un estado de afabilidad,
lo que te convierte en un testigo compasivo hacia todos y todo aquello con lo
que entres en contacto. Es algo mágico poder irradiar esta clase de amor fuera
de tu persona. En eso consiste la resolución de ese gran misterio que es cómo
conectarse y conocer a Dios. Es decir, no de saber lo que es Dios, sino de
conocer a Dios.
El proceso de convertirse en un
observador desvinculado se produce en el silencio de la contemplación o la
meditación. Busca tiempo para estar a solas, rodeado de serenidad y entra en
este lugar interior de amor. Es en el silencio donde conocerás verdaderamente
la energía divina del amor incondicional.
La mayoría de los occidentales
tenemos grandes dificultades para soportar prolongados períodos de silencio. Se
suelen llenar esos momentos con música, conversación, radio, televisión y
cualquier otra cosa que se pueda utilizar para evitar el silencio. La nuestra
es una cultura ruidosa.
Al intentar meditar y limitarme a
observar el silencio, escucho aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras,
teléfonos portátiles, sierras y las numerosas máquinas que remueven la tierra y
la arena, que abren zanjas, limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas
tienen fuentes de potencia que contaminan el mundo con su ruido atroz. Se
necesita práctica para aprender a trascender esos sonidos, abstraerse y dejar
fuera toda esa contaminación sonora. El ruidoso mundo seguirá filtrándose hasta
tus momentos de tranquilidad, a menos que puedas alejarte lo suficiente de él
para entrar en contacto con la naturaleza y evitarlo.
Nuestra preocupación por el
sonido satisface la necesidad del ego de escapar de la serenidad y el amor
incondicional de la inteligencia divina que es Dios. Pero puedes convertirte en
un observador desvinculado si decides limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu
yo superior se haga cargo de todo. Conviértete en un observador
incondicionalmente amoroso, no te limites a ser alguien que se deja guiar
siempre por su ego.
Despréndete de tu inclinación a
juzgar y moralizar, y tómate personalmente todo aquello que observes.
Conviértete, simplemente, en alguien que observa. Te encontrarás entonces
alineado con Dios, permitiendo que todo se solace en tu bienaventurado amor, en
lugar de permitir que el ego insista frenéticamente en que existe una forma
superior. Ser piadoso significa expresar el amor que hay en uno mismo. Es mucho
más que estar simplemente cerca de él. Tienes que formar una unidad con el ser
universal de Dios.
QUÉ SIGNIFICA ESTAR EN LA
UNICIDAD
Lo que hemos dado en llamar «la
voluntad de Dios» no es más que una invención del hombre para conseguir control
sobre los demás. Si estás convencido de que existe una voluntad de Dios
separada de la tuya, te verás controlado y dominado por quienes afirman conocer
la voluntad de Dios. Si adoptas este sistema de creencias caerás en la trampa
de «tu voluntad contra mi voluntad». Querrás hacer ciertas cosas, pero «la
voluntad de Dios» te dictará otras.
Expresar amor incondicional y
participar en la creación de la propia vida sólo es posible cuando se sabe que
Dios no está separado de ti. Tú y Dios sois uno. En el Nuevo Testamento, Jesús
les dice a las multitudes: «Yo he dicho: dioses sois», y más tarde: «El que
cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a
mí, ve a aquel que me ha enviado» (Juan, 10, 34; 12, 44).
Estar en un estado de unicidad
significa saber que el amor incondicional que tiene Dios por toda la creación
es también el amor incondicional que puede haber en ti si así lo decides. Tu
libre albedrío es la libertad para abrazar cualquier pensamiento que desees.
Ese libre albedrío es el don que te ha dado Dios. Utilízalo con un espíritu de
amor sobre el que no se imponga ninguna condición.
El amor que tiene Dios por ti es
incondicional. En ese amor que te concede el creador divino no hay restricción
o censura alguna. Dispones de la más completa libertad para hacer lo que
quieras, pues tu voluntad y la voluntad de Dios son una misma cosa. Tienes
libertad para elegir tus pensamientos dentro de este gran esquema de amor
incondicional.
Si tú y el amor de Dios por ti
sois una misma cosa, formas parte de una unidad incondicional. Si impones
restricciones a ese amor, o si lo basas en tus juicios y aversiones, lo
conviertes en un amor condicionado y te alejas de la posibilidad de participar
en el acto de la creación con Dios. Entras entonces en conflicto con la esencia
divina que es Dios, debido a la imposición de condiciones sobre tu capacidad
para amar.
Supongamos que Dios decidiera
retirar su amor incondicional, tanto por ti como por el mundo e impusiera en
vez de eso ciertas condiciones. En esa clase de mundo, la gente tendría que
funcionar sin la libertad de pensamiento y de expresión. Todo el cosmos se
colapsaría en un instante.
La vida fluye con la libertad del
amor incondicional. Esa es la esencia misma de la vida. Ninguna divinidad exige
que uno piense de una determinada manera si no quiere verse maldecido o
destruido. En nuestro mundo, tenemos libertad incondicional para que nuestros
pensamientos sean lo que queramos que sean. Esa es la manera que tiene Dios de
expresar su amor por ti, es el don que te ha concedido el creador, expresado a
través de tu individualidad. Elimina esa libertad y dejarás de ser humano. Se
pierde la propia humanidad cuando se pierde el amor incondicional que nos permite
pensar lo que queramos.
Supongamos que puedes funcionar
de la misma forma incondicionalmente amorosa, mediante el simple procedimiento
de no emitir juicios. ¿Qué ocurre si no tienes odio y sólo extiendes hacia los
demás la libertad para elegir? Experimentarás lo que se denomina «unicidad». Tu
voluntad y la voluntad de Dios no entrarán en conflicto.
Los conflictos que experimentas
proceden del ego. Tu ego es la idea que tienes de ti mismo como separado de
Dios y de todas las creaciones de Dios. El ego necesita que le recuerden su
superioridad sobre los demás. Así es como se crea el conflicto. Pero no tienes
por qué participar en esta estupidez. Tu yo superior sólo desea paz y es amor
incondicional.
Utiliza este amor para el
propósito de la cocreación. Cada momento que creas al irradiar pensamientos
incondicionalmente amorosos es un reflejo del mismo amor que fue el responsable
de tu creación. Crear (o manifestar) es el acto de extraer amor incondicional
desde dentro de uno mismo, para darle una forma que llamamos el mundo de lo
concreto. En este sentido, pues, el amor incondicional puede concebirse como el
poder para participar en el acto de la cocreación.
EL AMOR INCONDICIONAL COMO PODER
De aquellos que parecen poseer el
don de atraer a sus vidas toda clase de cosas buenas, se dice que tienen un
poder un tanto misterioso. La habilidad para alcanzar un estado superior del
ser, donde no parece existir casi ninguna dilación entre la creación de una
forma de pensamiento y la «materialización» de esta, puede verse en términos de
amor incondicional y de una ausencia de exigencia o juicio sobre el mundo.
Sé que ese es un poder que está
al alcance de todos nosotros cuando empezamos a adoptar los principios básicos
de la manifestación espiritual. Lo que sucede es que normalmente no reconocemos
la magnitud de ese poder que tenemos en virtud de nuestra capacidad para crear
pensamientos y atraer, a partir de ellos, la abundancia del universo. Al pensar
racionalmente en él, pensamos inmediatamente en el conflicto entre tener libre
albedrío y tener un destino, un conflicto que, a menudo, soslaya la necesidad
de pensar y vivir en base al amor incondicional. Nuestro cerebro izquierdo
racional nos dice: «Si ya está determinado, no tengo libre albedrío y, por
tanto, cualquier cosa que piense ha sido predeterminada, de modo que estoy
condenado».
Echemos un rápido vistazo a la
cuestión del destino, puesto que se halla incluida en el título del libro, y
situémosla en un contexto diferente. El destino no está predeterminado. Tu destino
lo determinas tú enteramente. Cada momento de tu ahora existencial es el
resultado de tu pensamiento previo. La idea de que todo ha sido ya dispuesto
con antelación es una alucinación. Cada uno puede hacer y manifestar su propio
destino.
Tu libre albedrío es el don del
amor incondicional. Creas tu propio destino con ese libre albedrío, y cuando te
aventuras fuera del camino del amor incondicional, vives simplemente en una
ilusión. La idea de que estás separado de la voluntad de Dios te sitúa en una postura
servil, de tal modo que Dios se convierte en algo contra lo que tienes que
luchar o que debes temer. Evidentemente, si eso fuera cierto, Dios no podría
ser al mismo tiempo todo amor.
Una vez que ha arraigado esa
ilusión, te conviertes en una víctima de la vida, en lugar de participar
activamente en su creación. Pierdes entonces tu capacidad para extender el amor
incondicional que es la esencia de tu ser y, en lugar de eso, proyectas tu ego
condicionado. En otras palabras, abandonas tu capacidad para estar en unión con
la fuerza de Dios que te ha creado, y también pierdes el poder para manifestar
o cocrear la vida que deseas. La vida está en conflicto con tu poder superior.
Empiezas a temer este poder
superior y a actuar de forma servil. Te desencanta tu incapacidad para atraer
cosas positivas y te sientes débil e impotente. Has perdido la alegría y el
éxtasis que acompañan a una vida de amor incondicional.
CONOCER LA ALEGRÍA DEL AMOR
INCONDICIONAL
Lo más importante es que al
cultivar el amor incondicional te liberarás del odio y la violencia. Y sin esos
pensamientos te será fácil descubrir en ti la presencia de la alegría y de la
paz. Esta es una reacción automática al amor incondicional, porque estás en
armonía con la fuente creativa.
Uno de los conceptos que
seguramente tendrás que rectificar en tu camino hacia el amor incondicional es
la equivocada creencia de que la alegría corresponde al ego, y el sufrimiento
al espíritu. La verdad se encuentra precisamente en invertir esta suposición y
alcanzar la fuente de la alegría espiritual. Dicho de una forma sencilla: desde
el punto de vista del ego, experimentar alegría supone siempre conseguir lo que
deseamos, mientras que la espiritualidad se asocia con la meditación, la
generosidad y los buenos sentimientos por los demás. El camino que debes seguir
para encontrar la verdadera alegría y bendición en tu vida consiste en afirmar
el espíritu y en subordinar el ego.
Decirse a uno mismo que el ego es
una ilusión proporciona una poderosa herramienta para la manifestación. El ego
te identifica como un cuerpo fundamentalmente físico, separado de Dios,
necesitado de constantes caricias que alimenten su egoísmo. Al decir
simplemente que eso es una ilusión y que no existe en realidad, esas ideas se
ven sustituidas por el amor incondicional; la alegría que experimentas entonces
supone la negación de lo falso y la afirmación de la verdad de tu ser.
Eres absolutamente libre cuando
no te consume tu engreimiento. Eres libre cuando ya no necesitas que todo aquel
con el que te encuentres te halague, te mime y te dé su aprobación. Eres libre
cuando ya no te sientes ofendido por las acciones de los demás. La libertad te
permite extender tu mundo interior hacia el mundo exterior, y eso es amor.
Se experimenta una gran felicidad
al sentirse libre. Piensa en aquellos momentos de tu vida en que te hayas
sentido más libre, en aquellas ocasiones en que no te hayas sentido presionado,
en que hayas podido caminar tranquilamente por la naturaleza, o en las que
nadie te haya acosado con determinados plazos, ocasiones en las que te hayas
encontrado solo y en comunión con Dios. Si has establecido la conexión con tu
vida interior, esos serán sin duda los momentos más gozosos. Cuando uno
experimenta esta especie de gozosa libertad, se siente inspirado y,
naturalmente, eso significa que está «en espíritu».
En mi vida, los momentos de mayor
creatividad se producen cuando me permito ser libre. Esta libertad produce una
gran alegría dentro de mí, que se manifiesta en forma de nuevas ideas para
expandir mi trabajo y ser más resuelto, para ser mejor escritor, profesor,
padre y esposo, para compartir este amor que siento con todos aquellos que se
molesten en conocerlo.
La alegría, la libertad y el amor
incondicional son inseparables; fluyen cada uno a partir de la experiencia del
otro. Sentir gozo supone no aferrarse a nada y no tener restricciones. Ese es
también el sentimiento que produce la libertad, y es el resultado de abrazar el
amor incondicional de la energía divina que está en el centro de tu ser.
La auténtica alegría no es,
simplemente, el placer del momento. Esos placeres del ego son fugaces y
transitorios. Siempre se necesita más para satisfacerlos, como en el caso de la
droga, y esa satisfacción es en buena medida una ilusión. No pretendo decir con
eso que todos los placeres del cuerpo sean perniciosos, sino simplemente
temporales.
Esto no quiere decir que no
podamos disfrutar de un masaje, de una deliciosa comida, de un acto de amor
físico y de todos los placeres del cuerpo. Pero deberíamos saber que la
verdadera alegría no está en el placer físico. Está en la mente, que procesa
continuamente la información que recibe y te permite experimentar el placer; el
cuerpo es simplemente neutral, como lo son todas las cosas. Es la mente la que
lo hace real, y no a la inversa.
El cuerpo no nos hace ser más
reales, del mismo modo que no puede curar la mente. El cuerpo, en y por sí
mismo, no nos proporciona felicidad. Es en la mente donde se origina la
curación del cuerpo, y es también en la mente donde se origina la felicidad. Tu
propósito consiste en alinear tu mente con el amor incondicional que es la
fuente divina de todas las cosas materiales, incluido tu propio cuerpo. Junto
con ese amor, aparecerán en tu vida la felicidad y el poder.
Cuando una gota de agua se separa
del océano se convierte en una pequeña partícula impotente, débil e incapaz de
mantenerse por sí misma. Pero cuando se alinea con la fuente de la que se
origina, el propio océano, es mucho más poderosa de lo que jamás podría ser una
gota individual. Lo mismo sucede contigo. Por ti mismo, separado de tu fuente
divina, eres un ego encerrado en una piel, que vive la ilusión de ser
importante y poderoso. Pero realineado, puedes conocer la alegría que procede
de esta asociación. Y aquello con lo que te alineas es amor puro e
incondicional, y la aceptación de todo lo que es. Abandona tu temor.
EL AMOR INCONDICIONAL COMO UNA
AUSENCIA DE TEMOR
Todos los temores proceden de la
idea de que estamos solos y nos hallamos separados de la única fuente divina, a
la que damos muchos nombres, incluido el de Dios o Espíritu Santo. Al adoptar
una postura de amor incondicional, abandonas automáticamente todo temor. En
ausencia de temor y en presencia del amor incondicional, encontrarás la
solución al misterio de la manifestación. Una vez que sabes verdaderamente que
no estás separado o solo, el temor se ve sustituido por el amor incondicional y
obtienes así acceso al Espíritu Santo.
Los temores se originan en el
ego, que envía mensajes constantes diciéndote que eres un ser incompleto y que
necesitas más, que tienes que ganar para ser mejor en comparación con los
demás. Con tu presión incesante, el ego te mantiene en un estado constante de
turbación y angustia. Aquí es donde nacen y se alimentan todos los temores, dentro
de ti mismo.
Para aceptar el amor
incondicional como una premisa para tu vida, tendrás que convencer a tu ego que
no hay necesidad de demostrar nada, y que lo único que deseas y esperas ya está
ahí. El ego, además, necesita que se le enseñe que estás conectado con una
fuente creativa que es mucho más poderosa que él mismo.
Puedes liberarte entonces de su
continua necesidad de destacar, vayas a donde vayas, y puedes enviar hacia el
exterior la energía del amor incondicional con tus pensamientos, confiando en
que todo está en orden. No hay demandas, ni presiones, sino sólo un sencillo
conocimiento, acompañado por una actitud incondicionalmente amorosa. Con esta
clase de declaración, el temor queda eliminado de tu vida y se ve sustituido
por el amor. Recuerda la cita bíblica: «El amor perfecto repudia todo temor».
El temor y el amor son incapaces
de residir simultáneamente dentro de una misma persona. Si tienes miedo, has
arrojado el amor lejos de ti. Si experimentas un amor perfecto, algo que está
al alcance de tu libre albedrío, has arrojado fuera de ti todo temor.
El principio de amor
incondicional es un requisito previo para la manifestación de tu propio
destino, y es algo muy difícil de poner en práctica de modo permanente. Sin
embargo, puedes iniciar este proceso trabajando en él paso a paso, empezando
ahora mismo. A continuación se indican algunas sugerencias para vivir e
irradiar amor incondicional.
ALGUNAS FORMAS DE PONER EN
PRÁCTICA EL AMOR INCONDICIONAL
• Ten
muy en cuenta, sobre todo, que el amor transforma. Cada acto de amor libera
energía bloqueada en tu cuerpo. El amor incondicional cura el cuerpo y la
mente. Recuérdate esta verdad hasta que se convierta en tu propia realidad. El
amor es una frecuencia con la que puedes sintonizarte, del mismo modo que
sintonizas una frecuencia en la radio.
• El
polo opuesto del amor es el temor. El temor es una corriente de energía que
recorre literalmente tu cuerpo y que se produce cuando te sientes desgajado de
la fuente de amor incondicional. Cada vez que experimentes temor, pregúntate:
«¿Qué está ocurriendo para que haya sustituido en este momento el amor por el
temor?». Esta especie de monólogo contigo mismo te permitirá ser consciente de
que vuelves a sentir miedo porque has perdido tu alineación con el amor.
En esos momentos de
clarividencia, has de expulsar de tu cuerpo la energía del temor, abrazando el
amor incondicional. Cuando sientes miedo, no te quepa la menor duda, la
angustia por fracasar, por no recibir aprobación, por tu aspecto, tus
titulaciones, o lo que sea, se deben a la ausencia de amor incondicional.
Cuando experimentes temor, busca su fuente y verás cómo se disipa casi
instantáneamente.
• Recuerda
que el amor se manifiesta en tus pensamientos y en tus actos de unicidad.
Cuanto más unido te sientas a la fuente divina, tanto más actuarás de formas
amorosas con respecto a los demás.
• Adquiere
el hábito íntimo y regular de meditar. Cada vez que inspires, siente cómo
absorbes amor incondicional. Cada vez que espires, expulsa los pensamientos de
temor. Este ejercicio individual puede ser la tabla de salvación te conduzca al
amor incondicional y al mundo de la manifestación.
Cuando salgas a dar un paseo,
utiliza tu respiración para absorber la esencia del amor y sentirla fluir por
todo tu cuerpo. Utiliza la respiración como un medio de inhalar amor de la
fuente divina, y de exhalar temor al expulsar el aire. Te sentirás relajado y
experimentarás más alegría y libertad.
• Elije un día para practicar
este ejercicio con alguna otra persona. Poneros el objetivo de pensar, actuar e
irradiar nada más que amor incondicional durante veinticuatro horas, incluidos
los sueños. Para vosotros, cada momento de ese día sólo estará infundido de
amor.
Esto significa que en cuanto
aparezca un pensamiento moralizante o alguna clase de juicio, lo expulsarás
inmediatamente de tu interior y lo sustituirás por otro de amor incondicional.
Si esto funciona, intenta ver si puedes alargarlo uno o dos días más. Cuanto
más dure el ejercicio, tanto más espectaculares serán los cambios.
Empezarás a observar entonces que
surgen acontecimientos sincrónicos, y tendrás la sensación de que Dios se ocupa
especialmente de ti. Observarás un aumento de energía, un cambio interesante en
tus sueños, que se hacen más intensos y espirituales; te verás a ti mismo
atrayendo cosas que antes parecían fuera de tu alcance; experimentarás con toda
seguridad una mayor alegría, bienaventuranza y también una mayor riqueza en tu
relación con los demás.
• Toma la decisión de presentarle
a Dios tus mayores desafíos en el ámbito del amor incondicional. Dirígelos simplemente
hacia Dios, acompañándolos con una petición como: «No he podido aportar amor en
mi vida en estos ámbitos, y solicito la guía divina para lograrlo. Sigo
albergando rencor y odio hacia estas personas, y os pido que me mostréis el
camino hacia el amor incondicional».
Al reconocer que te sientes
impotente, admites que tus condicionamientos y las experiencias de tu vida no
te han proporcionado las herramientas para irradiar amor en esos ámbitos. Pero
también reconoces que existe una energía superior, y le pides a esa fuerza
superior que te guíe. Al hacer esto, demuestras que confías en la fuerza de
Dios, y admites que no puedes superar tu ego.
•.En los momentos de oración no
tengas miedo de solicitar ayuda. Si quieres eliminar el temor y el odio y vivir
con un espíritu de paz, se te proporcionará ayuda. No impongas ninguna clase de
condición respecto al modo en que quieres recibir esa ayuda. Limítate a
solicitarla con honestidad y, cuando aparezca, da las gracias.
•.Reconoce la relación entre
manifestar el deseo de tu corazón y el amor incondicional. El amor
incondicional es la energía del universo, es lo que Dios es y, en consecuencia,
también lo que eres tú. Sin este amor, pierdes la conexión con los procesos
creativos.
No puedes atraer hacia ti aquello
con lo que ya estás conectado si has saboteado la conexión. La presencia del
amor incondicional está en todas las cosas que deseas atraer, así como en ti
mismo. Mantenla honestamente y conservarás la capacidad para «saber que eres un
dios». Piérdela y habrás perdido tu divinidad. Así de simple.
Recuerda todo esto cuando te
preguntes por qué no se materializan tus deseos en tu vida. Invariablemente, la
respuesta tendrá que ver con la ausencia de amor incondicional en algún lugar
de tu mundo interior.
• No necesitas engañarte a ti
mismo con el amor incondicional. Si no amas la personalidad de otra persona, sé
honesto, puedes seguir amando la esencia, la verdad de todo aquel que vive en
este planeta y más allá. Observa cómo se desdobla cada cual, incluso cuando su
comportamiento entre conflicto con lo que tú sabes que es divino y santo. Ten
la seguridad de que están dominados por sus egos, que han expulsado de sus
comportamientos todo rastro de su esencia divina. A pesar de eso, debes enviar
amor a la esencia que se encuentra tras sus acciones.
Cuanta mayor capacidad tengas
para ver más allá de la personalidad y del comportamiento individual, tanta más
luz aportarás al planeta. Tu mundo se va a ver transformado a través de un
cambio en la conciencia, y en esa nueva conciencia el amor va a triunfar sobre
las pasiones del ego. Envía amor aunque te desagrade lo que ves y es posible
que cambie incluso delante de tus propios ojos.
• ¡Haz que tu palabra sea ley! Mantén
la armonía dentro de ti mismo y experimentarás amor prácticamente en todas las
situaciones. Cumple lo que digas con amor. Eso te proporcionará un equilibrio
que brilla por su ausencia en aquellos que viven sumidos en los sentimientos de
culpa y autor reproche. Cuanto más practiques «Mi palabra es ley. Tengo que
mantenerla», tanto más equilibrada será tu vida.
El universo funciona sobre un
equilibrio y la energía que lo mantiene equilibrado es el amor. Al declararte a
ti mismo como una persona que mantiene su palabra, te alineas con la esencia
amorosa del mundo.
He sido testigo del amor
incondicional en acción, en la historia de Kaye O'Bara, que ha cuidado de su
hija comatosa durante veintisiete años. Conté esta historia, junto con mi
esposa Marcelene, en un breve libro inspirador titulado Una promesa es una
promesa, y te animo a familiarizarse con esta saga verdaderamente asombrosa de
amor incondicional en acción. Sentirás la inspiración al leer esta notable
historia, y sabrás que estás ayudándolas también, puesto que todos los derechos
de autor de este libro les son entregados a estas dos almas divinas.
Concluye aquí el sexto principio
de la manifestación. El amor incondicional es un elemento fundamental de tu
proceso de formación de imágenes mentales. No permitas que ningún pensamiento
negativo, impulsado por el ego, penetre en el reino interior del amor.
Si pones en práctica este
principio abrirás tus ojos a una verdad que escapa a la mayoría de la gente. Es
el amor incondicional lo que permite que entremos realmente en contacto con la
energía divina que está en todas las cosas. En tu mano está seguir este camino.
Se te ha dado la posibilidad de expresar tu libre albedrío. Ese es el don que
te ha concedido Dios.
Al expresar amor, te alineas con
el mismo amor que se te ha garantizado con el don de tu libre albedrío. Al
expresar odio, cólera, envidia y violencia, te alías con tu ego, y te niegas la
maravillosa posibilidad de participar en la creación de tu vida junto con la
fuente divina de energía a la que llamamos Dios.
Séptimo principio
Medita al sonido de la creación
Este séptimo principio de la
manifestación cambiará tu condicionamiento más que ninguno de los otros ocho.
No obstante, aunque contradice tus creencias acerca de cómo encajas en el
universo, también expande tu capacidad para crear y atraer los objetos del
deseo de tu corazón. Este principio supone una aplicación práctica de la
manifestación, al tiempo que te invita a abrirte a una nueva idea y a una
práctica muy diferente cada día.
Te puedo asegurar que hay mucho
que aprender y ganar con esta práctica de la sana meditación. Yo mismo la he
utilizado con resultados maravillosos. Otros que han practicado la meditación
de una manera regular han experimentado cambios espectaculares en sus vidas y
han podido manifestar lo que previamente creyeron imposible.
AI empezar a abrirte a esta
práctica nutricia del alma, que canta los sonidos de la creación, dedica algún
tiempo a volver a leer atentamente los otros ocho principios. Una vez que
inicie la práctica de estas dos meditaciones diarias de la manifestación,
necesitarás confiar en tu yo superior y meditar con un amor incondicional.
Revisar los otros ocho principios te ayudará a encontrar la confianza y el amor
que necesitas.
He estudiado atentamente una gran
cantidad de literatura espiritual antes de escribir este séptimo principio.
Utilizar los sonidos para cambiar las vibraciones de nuestra frecuencia es una
práctica espiritual que ha permanecido en la sombra durante siglos. Muchos de
los antiguos maestros ocultaban los secretos de la manifestación por temor a
que fueran mal utilizados. En esta época de revolución espiritual, la
receptividad individual y colectiva ha permitido la reaparición de estas
prácticas espirituales y nos ha revelado su gran valor. Utilizar el sonido para
nuestras meditaciones puede transformar espectacularmente nuestras vidas y
permitir que seamos conscientes de nuestra capacidad colectiva de manifestar un
mundo libre de las exigencias y la mezquindad del ego.
Me siento bendecido por tener un
maestro espiritual, Shri Guruji, que ha puesto a mi disposición estas
meditaciones para que las enseñe a otros que se muestren abiertos a estas
ideas. He escrito sobre ellas a medida que las he ido conociendo, y presento
este séptimo principio sabiendo que estarán en conflicto con las experiencias
condicionadas vividas por muchos de mis lectores. No obstante, sé que son
válidas y te animo a abrir tu mente a tu capacidad singular de manifestar lo
que deseas en tu vida y, más particularmente, para conseguir que la espiral
ascendente y evolutiva del planeta se libere de las garras del ego, que exalta
la separación de la fuerza misma de la creación.
Este séptimo principio se refiere
a la utilización del sonido como herramienta para abrirnos al potencial y al
poder de nuestra fuerza creativa. Los sonidos tienen la capacidad de generar la
habilidad para atraer aquello que deseamos. Las palabras clave para definir
este principio las encontrarás en el título del siguiente apartado.
LOS SONIDOS TIENEN PODER
Los sonidos son una energía
poderosa. Cada sonido es una vibración hecha de ondas oscilantes en una
frecuencia concreta. La gama de frecuencias que puede captar el oído humano es
aproximadamente de entre dieciséis mil y cuarenta mil vibraciones por segundo.
En un nivel superior de la escala, con vibraciones cada vez más rápidas, está
la electricidad, a aproximadamente cien millones de vibraciones por segundo. A
dos mil millones de vibraciones por segundo encontramos el calor. La luz y el
color se encuentran a quinientos mil millones de vibraciones por segundo, y un
rayo X se manifiesta a dos billones de vibraciones por segundo. Existe la
teoría de que los pensamientos y las desconocidas dimensiones etérea y
espiritual se encuentran en el ámbito de las vibraciones muy intensas, más allá
de todo lo que se pueda calcular en estos momentos. Las frecuencias vibratorias
son, claramente, la naturaleza misma de nuestro universo material.
El sonido, tal como lo
escuchamos, ocupa un lugar muy bajo de la escala, justo por encima de las
formas o los sólidos en cuanto a su velocidad de frecuencia. El sonido es el
intermediario entre la idea abstracta y la forma concreta del mundo material.
Los sonidos moldean literalmente el mundo abstracto del pensamiento y del espíritu
en formas. «Hágase la luz, y la luz se hizo», es la descripción bíblica de la
creación. O, en otras palabras: «Que las vibraciones de luz emanen de mi
orden».
En los antiguos ritos
ceremoniales, las palabras, los sonidos y las formas se combinaban para
alcanzar ciertos fines. La forma de cada una de las letras de una palabra
indicaba un sonido. Y cada sonido se utilizaba con un propósito determinado.
Los sonidos influyen sobre
nosotros de mil diferentes maneras. Un eidófono es un instrumento formado por
la superficie tensada de un tambor, sobre la que se extiende una sustancia
pastosa. Los sonidos y las palabras se pronuncian luego por debajo de la
superficie, y producen diferentes figuras y formas en la pasta. Algunas de
estas son réplicas de animales, flores y otras creaciones de la naturaleza. Al
utilizarse arena, en lugar de pasta, la arena forma figuras y diseños
geométricos que se corresponden con las letras del alfabeto. Si los sonidos son
estridentes y desagradables, producen formas desagradables. Los experimentos de
esta naturaleza ilustran el impacto que pueden tener los sonidos sobre
nosotros.
Los sonidos discordantes y
hostigantes de las máquinas, como los golpes sordos, los chirridos y sonidos
ásperos que bombardean nuestra conciencia, hacen difícil que podamos sentirnos
serenos y en paz. Los sonidos discordantes pueden provocar enfermedad interna.
Pero el sonido tiene propiedades curativas cuando es armonioso y suave. La
curación se produce con el acompañamiento de armonías suaves y de la música de
la naturaleza entreverada en el silencio espiritualmente nutritivo.
Además de curar, el sonido se
utiliza en el proceso de creación, que es lo que nos interesa para este séptimo
principio de la manifestación espiritual. Al utilizar los sonidos de la
naturaleza que están en mayor consonancia con el acto de la creación, empezamos
a atraer la forma material que deseamos de esas frecuencias mucho más altas y
que nuestros sentidos no pueden procesar.
Ten en cuenta que el sonido es la
frecuencia vibratoria que hay entre el mundo de la materia sólida o de la
forma, tal como la conocemos, y las frecuencias vibratorias superiores del
mundo sin forma del espíritu universal. Aprender a utilizar el sonido es un
modo de utilizar tu poder para manifestar el pensamiento en el mundo de la
forma. Manifestar es saber cómo establecer contacto con esa frecuencia
vibratoria espiritual, mientras vivimos dentro de un cuerpo, en un mundo
materializado.
El sonido es la única frecuencia
vibratoria que podemos utilizar y cambiar con nuestros sentidos. Todas las
demás frecuencias se hallan más allá de nuestra capacidad de aprovechamiento y
no podemos utilizarlas para cambiar nuestra frecuencia vibratoria. Presta
atención a las palabras y sonidos porque pueden atraer influencias positivas o
negativas a tu vida. Los sonidos armoniosos son los que más contribuyen a una
vida equilibrada y creativa.
Pero antes de abordar el uso de
los sonidos acerca de la meditación, es necesario que aprendas a prepararte
para utilizar esos sonidos en tus meditaciones diarias. La manifestación no se
hace con la mente. Debes acceder a un método que te lleve más allá de la mente,
a un estado de conciencia que trascienda tus pensamientos. Este estado superior
de la conciencia, situado más allá de la mente, se llama Siddhi.
COMPRENDER LA CONCIENCIA SIDDHI
La conciencia Siddhi es un estado
perfecto de conciencia en el que hay una completa ausencia de duda y no se
produce ninguna dilación entre el origen de un pensamiento y su materialización
en el mundo de la forma. Es un estado ilimitado del ser en el que la creación
ocurre instantáneamente, sin que haya un lapso temporal entre el pensamiento y
la forma. Al contemplar este estado de gracia, nuestras mentes empiezan a
cuestionar inmediatamente esta idea y nos proporcionan las numerosas razones
que hacen que sea imposible.
La conciencia Siddhi, sin
embargo, no tiene absolutamente nada que ver con la mente. Procura tenerlo bien
claro. La conciencia Siddhi está más allá de la mente. Este estado de gracia no
tiene nada que ver con la mente, cuya naturaleza es un constante monólogo
interior. La mente está obsesionada por un ilimitado número de deseos que nunca
pueden quedar adecuadamente satisfechos. Puedes proporcionar grandes placeres a
tu cuerpo con alcohol y sexo, darle fantásticos automóviles y deliciosas
comidas de gourmet, masajearlo y proporcionarle toda clase de otras delicias
imaginables. A la mañana siguiente, una vez que se haya recuperado, tu mente
tendrá preparada una nueva lista de exigencias impresas en tu frente, pidiendo
más y más cosas de las que nunca tiene bastante. Esta es la naturaleza de la
mente, que está gobernada por el ego.
Tu mente, pues, sólo es una
barrera para experimentar la conciencia Siddhi, en la que estás en un estado de
bendición y completa aceptación y en la que tus deseos y tu experiencia de la
vida son una misma cosa. Tu mente impide que veas este estado superior de tu
conciencia. En lo más profundo de ti mismo está la conciencia de que existe un
estado de perfección, en el que tu capacidad para atraer lo que deseas es más
inmediata y menos aleatoria que cuando es la mente la que está a cargo de la
situación. Con la conciencia Siddhi estás en paz y tu sabiduría interior
empieza a sustituir a tus pensamientos.
Utilizar el sonido al nivel de la
conciencia Siddhi es corno emplear un lenguaje diferente. Tu yo superior tiene
su propio lenguaje. Cuando nuestro cuerpo está en la más completa quietud y
totalmente en el presente, el pensamiento desaparece. Entonces puedes iniciar
el exquisito proceso de meditar con el sonido. Es esta magia de la meditación
con el sonido la que voy a explicar en el séptimo principio. Es una técnica que
te llevará más allá de las limitaciones del ego y de la mente, hasta un lugar
dentro de ti mismo desde el que podrás cambiar tu frecuencia vibratoria a
través del uso de los sonidos de la creación.
El acto de la creación es en sí
mismo un sonido. Cuando lo comprendas y lo utilices, el sonido intensificará tu
percepción de la conciencia Siddhi que hay dentro de ti.
LA MAGIA DE LOS SONIDOS DE LA
CREACIÓN
Al empezar a incorporar en tu
conciencia estas ideas sobre el poder del sonido, que va más allá de la
oscuridad de tu mente y conecta con la luz de tu yo superior, piensa en las
siguientes palabras con las que se inicia el evangelio de Juan, en el Nuevo
Testamento: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y
la Palabra era Dios».
La palabra «Dios» tiene el mismo
sonido que se encuentra prácticamente en todos los nombres del creador original.
En la historia de la humanidad, incluidas las culturas primitivas, las
religiones orientales y occidentales y otras tradiciones, se describe siempre a
un creador de la palabra y de la humanidad. He aquí una lista de nombres
utilizados para designar al creador. ¿Puedes identificar el sonido que coincide
en todos estos nombres?
Ra Tat
Krishna Sugmad
Rama Gaiana
Buda Mahanta
Waaken Tonka Mahavira
Ahdonay Anu
Brahma Khoda
Siddha Akua
Ahura Mazda Atva
Shiva Nanak
Jehová Osenbula
Maheo Yahvé
Kami Sama Dios
Nagual Ato
Kali Durga Alá
El sonido que aparece claramente
en todos estos nombres utilizados para designar al creador es el de aaah. Este
es el sonido de la creación y también el de la alegría. Aaah expresa un
sentimiento de bienaventuranza y alegría. Los sonidos de la creación y de la
alegría son sinónimos.
No es ninguna casualidad que el
nombre para designar al creador en todas las lenguas contenga el sonido aaah,
ya que es el único que los seres humanos producimos sin el menor esfuerzo
simplemente al espirar y sin necesidad de mover los labios, la lengua, la
mandíbula o los dientes, dejando que el sonido aaah fluya hacia el exterior. Si
movieras cualquiera de esas partes de tu cuerpo, el sonido cambiaría. Aaah es
el sonido de la perfección, no hay esfuerzo, como en la creación misma,
perfecta y sin esfuerzo.
Este sonido de aaah, el sonido de
la creación, es el que deberás utilizar al practicar el lenguaje de la
conciencia Siddhi. El sonido te lleva más allá del incesante diálogo que tienes
contigo mismo en tu mente. Al repetir el sonido de aaah durante tu práctica
meditativa de la manifestación, estás repitiendo literalmente el nombre de
Dios.
En Reflejo del sí mismo, Swami
Muktananda ofrece estas palabras a los devotos que desean conocer más sobre el
estado de la conciencia Siddhi.
Con ojos relucientes de amor,
cantad tu nombre. Y todos los misterios interiores serán desvelados. Toda ave y
toda planta se os revelarán como Brahman.
El conocimiento del Vedanta se
manifestará en todas partes. Oh, queridos, seguid cantando el nombre de Dios mientras
estáis sentados, o de pie o implicados en el mundo.
No lo olvidéis nunca.
Unid vuestra mente con el yo
mismo.
Explicó que estos nombres de Dios
tienen combinaciones específicas de sílabas inherentemente poderosas que poseen
la capacidad de despertar la experiencia de Dios dentro de nosotros. Durante la
meditación, los antiguos sabios vocalizaban los sonidos vibrantes en los
diferentes chakras del cuerpo. Pronunciar estos sonidos nos familiariza, quizá
por primera vez, con la sutil fuerza de Dios que hay dentro de nosotros mismos.
Hace más de dos mil años,
Patanjali estableció sus famosos yoga sutras, diseñados para guiar a quienes
buscaban el estadio superior de la conciencia, conocido como conciencia Siddhi.
Muchos millones de personas que han estudiado sus yoga sutras consideran a
Patanjali como el mayor científico del mundo interior que haya vivido jamás.
Patanjali ofreció el siguiente
consejo a los estudiantes que buscaban el poder del estado superior de la
conciencia: «Repetid y meditad sobre Aum». Aum es un símbolo para el sonido
universal de la creación. Patanjali explicó que, cuando se abandona el cuerpo,
la mente desaparece y lo que se escucha entonces es el sonido de aum. Repetir
este sonido provoca la desaparición de los obstáculos y un despertar a una
nueva conciencia superior que es la energía creativa. Cuando practicamos, nos
convertimos realmente en el mismo sonido universal. Es el yoga (la conjunción)
del observador y el observado.
Cantar continuamente el nombre de
Dios es el consejo que dan los maestros de la autoconciencia a quienes buscan
participar en el acto de la creación y la manifestación. El sonido de aaah es
el sonido de Dios. Repítelo varias veces y experimentarás inmediatamente una
sensación de alegría y plenitud. Convierte la repetición del nombre de Dios en
una práctica meditativa diaria y te transformarás literalmente a ti mismo en
este sonido universal de la creación. Llegarás a formar una unidad con el
sonido que media entre el mundo de la forma y las más altas frecuencias del
mundo espiritual.
La meditación del sonido aaah
será más completa si desarrollas una imagen mental de tus capacidades creativas
para manifestarte. Una forma de lograrlo consiste en verte a ti mismo como un
generador que proyectara energía vibratoria con el sonido aaah de Dios. Imagina
que el sonido emana a través de las aberturas chakra de tu cuerpo, conectándolo
con lo que quieres atraer o crear en tu mundo de la forma.
LA MEDITACIÓN DE LA CREACIÓN Y
LOS DOS CHAKRAS MANIFESTADORES
Del total de siete chakras del
cuerpo, hay dos que son significativos para aprender esta técnica de la
manifestación. El chakra base o centro del sexo es uno de ellos, y el chakra
del tercer ojo, o chakra de la mente, situado entre las cejas, es el otro.
Imagina que existiera en tu cuerpo un canal entre el chakra base y tu tercer
ojo. Vas a aclarar este pasaje imaginario entre estos dos chakras y a sentir
cómo abres el tercer ojo, de modo que puedas proyectar imaginariamente tu
energía manifestadora para que salga por la nueva abertura.
El chakra base es el centro de la
procreación. El chakra del tercer ojo es el del propósito de la manifestación.
Piensa en tu tercer ojo, que es invisible para el ojo desnudo, como aquella
parte de ti mismo que establece contacto con el mundo físico. El chakra del
tercer ojo puede registrar voluntariamente o ver las vibraciones de dimensiones
situadas más allá del plano físico, pero sólo si puedes convencerte a ti mismo
de esta verdad y desatascas esta abertura. Estás intentando abrir tu tercer ojo
a través del lenguaje de tu conciencia Siddhi, utilizando tu cerebro racional,
que mantiene al mismo tiempo que esto es una tontería y una imposibilidad.
Recuerda que el sonido de aaah es
el de la alegría, al mismo tiempo que el sonido de Dios («En el principio
existía la Palabra»); piensa en el sonido que acompaña al proceso de la
procreación. El sonido aaah es el que se escucha más comúnmente en el acto
mismo de la procreación y sucede con mucha frecuencia que el nombre de Dios se
repite varias veces cuando una nueva alma llega desde el mundo de lo invisible
al mundo de la forma materializada: «¡Oh, Dios!», «¡Oh, Dios mío!», « ¡Aaah!».
Inicialmente, esto puede parecer
incluso divertido, a pesar de lo cual es válido e incontrovertible que se trata
de pistas universales para el proceso de la manifestación. La energía liberada
a través del chakra de la raíz o base es la que produce la procreación. ¿Y qué
ha ocurrido? Una liberación de energía desde el chakra base recibida por otro
chakra base, y un alma que se conecta para pasar de lo invisible al mundo de la
forma, todo ello acompañado por el sonido de aaah. No cabe la menor duda acerca
de esto. La energía liberada a través del chakra del tercer ojo es llamada
recreación o manifestación.
Aprender esta técnica de
manifestación del sonido no supone en realidad más que abrir el canal que
existe entre estos dos chakras de tu cuerpo. Al repetir el sonido aah de la
manera que he descrito al final de este séptimo principio, al sentir que la
energía asciende desde el centro de la procreación hasta el tercer ojo y, en
último término, al abrir ese tercer ojo con tu propia energía etérea, mediante
la utilización de este sonido, sitúas en el mundo una energía
incondicionalmente amorosa que producirá la creación del deseo de tu corazón.
Con la manifestación, liberas energía desde el «chakra de la mente» o tercer
ojo, y lo conectas con aquello que deseas.
Tal como Muktananda recordó
repetidamente a tus seguidores: «Captar una visión fugaz de la belleza de la
realidad es un don que se hace posible a través de la Shaktipat (la energía
divina transferida directamente), y a través del poder de repetir el nombre de
Dios, ya sea por medio del cántico, la oración o la repetición de un mantra».
Y, según nos enseña el gran maestro, con una práctica firme nos liberaremos de
todo aquello que nos impide vivir constantemente en la conciencia de que «todo
esto es Dios, todo esto es Dios» (Darshan Magazine, septiembre de 1994, pág.
3).
Abrir el tercer ojo es un
ejercicio interior que consiste en situar la atención en el tercer ojo, o
chakra de la mente, y proyectarse a través de él, sintiendo la alegría que va
asociada con el sonido. Se experimenta dejando los límites del cuerpo físico y
abrazando aquello que uno quiere manifestar, para traerlo consigo. Es
sintonizar con la vibración de la creación abandonando las limitaciones del
cuerpo/mente y abriendo el canal entre el centro de la procreación y el centro
de la manifestación. Una vez que este pasaje se ha despejado de obstáculos, uno
se encuentra inmerso en la gracia de una bienaventuranza que nutre el alma, con
la repetición cotidiana de la meditación aaah.
Introduce la meditación del sonido
en tu práctica matinal. Estarás armonizándote entonces con un sonido de paz y
alegría, y participarás de la idea de que tú y dios sois uño en el sentido
universal. El sonido hará llegar hasta ti esa conciencia, puesto que no se
trata de una palabra que la mente pueda tomar y distorsionar en un modelo
dominado por el ego. Es un sonido que trasciende el funcionamiento racional de
la mente.
He creado una cinta de casete y
un disco compacto titulados Meditaciones para manifestar, que te guiarán a
través de esta meditación matinal, utilizando mi voz para ayudarte a centrarte
en el sonido. Además, esta grabación te guiará también a través de la segunda
meditación, que tiene lugar por la noche, y que también pone el énfasis en el
chakra del tercer ojo. No obstante, el énfasis de la meditación nocturna para
la manifestación es diferente. Aquí se presta atención a la gratitud por todo
aquello que se ha manifestado en la vida Y ese es también el tema del noveno y
último principio.
EL SONIDO DE AQUELLO QUE ES
MANIFESTADO
Hay un segundo sonido que refleja
la frecuencia vibratoria de las manifestaciones en el plano físico. Este sonido
es om. Si redujeras todo lo que puedes observar en el plano físico a su
vibración última de sonido, escucharías el sonido om. Es aquel en el que
meditaban las mujeres de la antigüedad cuando traían a sus hijos al mundo.
Mientras que aaah es el sonido de la creación, om es el sonido de aquello que
ya ha sido creado. Om expresa gratitud por todo lo que se ha manifestado.
Existe una relación básica entre
nuestro nivel de conciencia y las vibraciones del universo. Ser consciente de
ello hace posible sintonizar estas vibraciones con el estado mental que uno
desee. Esa es la razón por la que he incluido la meditación om en el proceso de
la manifestación. Repetir el sonido om por la noche sintoniza a la persona con
un estado superior de conciencia y con la gratitud por todo lo que se ha
manifestado en su vida. Estará entonces en sincronía con su entorno más
inmediato.
Repetir este sonido como un
mantra de gratitud es una de las sensaciones más gozosas que podrás
experimentar jamás, y te hará estar en armonía con tu entorno en lugar
enfrentarte a él. Te sentirás fuertemente conectado con tu vida, en lugar de
experimentar la necesidad de controlar que fomenta tu ego.
Utilizar el sonido om es una
forma de vincularte con todo lo que se manifiesta en tu vida, en la forma que
sea. Te ayuda a crear un remanso de paz y te ayuda a identificarte con el
principio de la manifestación. Tendrás la sensación de estar finalmente en el
mismo equipo que Dios, en lugar de mantener con él una relación de jefe y
empleado. Tu capacidad para practicar la meditación del om con regularidad te
ayudará a valorar lo que estás manifestando y te permitirá sentirte
espiritualmente conectado.
Durante la meditación el sonido
om también se centra en el chakra del tercer ojo. Proyecta la energía del
agradecimiento desde este chakra y sentirás una abertura en el tercer ojo.
Extiende entonces tu energía etérea vibrante al sonido de todo lo que hay en el
mundo físico, a través de la abertura imaginaria situada en la zona del tercer
ojo. Al pronunciar este sonido y familiarizarte con él, te fundirás con la
alegría que va asociada con él. Te sentirás más ligero, más fresco y más
conectado con todo lo que hay en tu mundo y todo lo que se ha manifestado para
ti. Tanto en la cinta como en el disco compacto he incluido afirmaciones de
gratitud que repito mientras meditas.
En este punto, espero que ya seas
consciente de la importancia y la necesidad de utilizar la meditación om por la
noche, y la meditación de la manifestación aaah por la mañana. Estos dos
sonidos, utilizados diariamente, preferiblemente por la mañana y por la noche,
constituyen la base para que te hagas adepto a conectarte con aquello que
deseas y para que comprendas totalmente el mensaje de este libro, que es que
manifiestes tus propios deseos y tu destino.
Ni siquiera se me ocurriría
ponerme a escribir sin haber dedicado antes veinte o treinta minutos a la meditación
del aaah. Es durante ese tiempo cuando acumulo la energía de la creación,
repitiendo continuamente el sonido aaah de gozosa creación. Luego, por la
noche, una vez que he terminado mi trabajo del día, realizo la meditación de la
gratitud, empleando para ello el sonido om, que es el de todo lo que he creado
en mi máquina de escribir durante el transcurso del día.
Este sencillo ritual me sitúa en
un estado de gracia, y me aporta la certeza interior de estar en relación con
la fuerza creativa divina del universo, y de que me siento profusamente
agradecido por disfrutar de esta relación divina. Es lo que yo denomino la
relación sagrada. Sin ella, sería incapaz de manifestar ni este ni ningún otro
libro.
Una vez que hayas comprendido
estos dos sonidos y que conozcas el poder de las vibraciones, querrás poner en
práctica esta nueva conciencia. En la siguiente sección encontrarás una
explicación detallada de cómo efectuar exactamente las meditaciones de la
manifestación de una forma diaria.
LA PRÁCTICA DE MEDITAR PARA LA
MANIFESTACIÓN
Manifestar y meditar no son cosas
que puedan ir separadas. Son corno la cresta y la base de la ola, separadas y
distintas la una de la otra, pero siempre juntas. No puedes hacerte adepto a
manifestar los deseos de tu corazón si no estás dispuesto a dedicar tiempo a la
práctica de la meditación.
La meditación es, simplemente, el
acto de permanecer tranquilo, con uno mismo, y apagar el constante monólogo que
llena el espacio interior de tu ser. Supone detener el constante bombardeo de
pensamientos y la cháchara aparentemente interminable que llena tu mundo
interior. Ese ruido interior es como un escudo que te impide conocer tu yo
superior.
Practicar la meditación sana es
una forma útil de lograr el silencio interior y de eliminar las influencias de
la cháchara constante que es producida en buena parte por el ego. La atención
de la mente se aleja de los millones de pensamientos diseminados y se centra en
la conciencia del sonido mismo. El sonido sirve como un mantra, te mantiene
centrado y silencia la cháchara.
Los mejores momentos para meditar
utilizando esta técnica de la manifestación de los sonidos repetitivos son a la
salida y a la puesta del sol. Si no estás acostumbrado a levantarte a la salida
del sol, o antes, haz un esfuerzo por establecer esta disciplina durante un
período de prueba de noventa días. Si eso te fuera imposible, utiliza el
momento en que te despiertes para la meditación del aaah. No obstante, te animo
a desafiar cualquier creencia condicionada y preestablecida que puedas abrigar
relativa a tu capacidad para levantarte antes de la salida del sol para
practicar la meditación de la manifestación. Tus convicciones sobre la
necesidad de un cierto número de horas de sueño, o sobre tu incapacidad de
levantarte de la cama, o de atesorar el sueño más que ninguna otra cosa, o
cualquier otra razón similar, son el resultado de tus condicionamientos, y a
menudo no representan más que excusas.
Lo que quieres es convertirte en
una persona disciplinada. A primeras horas de la mañana, y particularmente
antes de la salida del sol, es el mejor momento del día para despertarse. El
silencio permite sentirse cerca de Dios. Es el momento en que tu mente y tu
corazón se sienten más claros y están menos distraídos. Puedes percibir la
energía de la curación y las soluciones en el silencio de primeras horas de la
mañana, sobre todo entre las tres y las seis de la madrugada. Utiliza cosas
específicas para animarte a despertarte durante estas horas, sabiendo que el
tiempo empleado en una meditación de la manifestación te proporcionará mucho
más descanso que unas horas más de sueño.
El sol es una gigantesca fuente
de energía para nuestro planeta y todo lo que crece en él. Cuando empieza a
salir, por la mañana, la energía que rompe la oscuridad es la más intensa. Es
el momento ideal para empezar tu meditación de la manifestación. Te recomiendo
buscar un lugar cómodo donde sentarte, sin necesidad de adoptar ninguna postura
o posición concreta. La postura perfecta es aquella en la que te sientas más relajado
y en paz. Si fuera posible, es aconsejable hacerlo al aire libre, aunque esto
no es en modo alguno una exigencia. Junta suavemente los dedos índice y pulgar
de cada mano. Cierra los ojos y dedica aproximadamente veinte minutos a esta
práctica matinal.
Efectúa unas pocas respiraciones
profundas y prolongadas, consciente de la pauta de tu respiración y de lo que
experimentas cuando se llenan tus pulmones. Dirige luego la atención hacia el
chakra raíz o base (el centro del sexo), y desplázala por el pasaje entre el
chakra raíz y el chakra del tercer ojo. Piensa en él como en un canal que ha
quedado obturado, y piensa en el espacio del tercer ojo como una abertura que
ha permanecido sellada durante mucho tiempo, y que ahora te dispones a abrir
con tu energía etérea interna. Respira ahora más profunda y prolongadamente,
llenándote los pulmones y, al exhalar el aliento pronuncia en voz alta el
sonido de aaah, poniendo en ello tanta emoción y volumen como puedas.
Centra tu atención en despejar el
canal con este sonido de aaah. Mientras practicas la meditación del aaah, añade
a tu imagen mental aquello que te gustaría crear o manifestar, desvinculándote
por completo de cómo aparecerá en tu vida. (En el octavo principio he explicado
con detalle la importancia de no plantear demandas acerca del cómo.) Lo que
debes hacer es centrar la atención en la sensación que experimentarás cuando
ese deseo se manifieste en el mundo concreto de tu vida.
Mientras meditas durante
aproximadamente veinte minutos al principio del día, repite durante todo el
tiempo el sonido aaah como un mantra. No obstante, hazlo únicamente en voz alta
y con emoción durante aproximadamente el primer tercio del tiempo. Dirige tu
atención arriba y abajo del pasaje entre el chakra raíz y el chakra del tercer
ojo, utilizando el sonido de aaah. Luego, centra la atención en el tercer
chakra. Ahora vas a abrir el tercer ojo.
Con la energía interna que
experimentas por el sonido de la creación que resuena dentro de ti, abre el
tercer ojo en tu imagen mental y lanza la fuerza creativa a través de él hacia
el mundo de la forma. Imagina que se libera de tu interior y se extiende hasta
tal punto que rodea el mundo y los objetos que deseas. Puedes confiar
plenamente en que esta energía conectará con la energía universal que es la
fuerza de Dios, y que esta enviará el objeto de tu deseo a tu mundo inmediato.
Esto debe hacerse de acuerdo con los nueve principios de la manifestación que
se explican en este libro, lo que significa tener ausencia de duda, una
confianza completa, un amor incondicional y saber que este poder de atracción
está dentro de uno y en todas las cosas.
Gradualmente, empezarás a
experimentar una sensación abrumadora de bienaventuranza y paz en el sonido de
la creación. Luego sentirás la necesidad de bajar el volumen. Durante
aproximadamente el siguiente tercio de la meditación matinal pronuncia el
sonido aaah cada vez con mayor suavidad. Mantén centrada la atención sobre el
tercer ojo, que ahora está abierto y envía esta energía creativa, y sobre la sensación
de que tu deseo se está manifestando. Si te sientes distraído o tu atención se
desplaza, regresa al tercer ojo y a la sensación de la manifestación que se
materializa para ti. Recuerda que no estás pidiendo nada, que no te estás
diciendo a Dios cómo realizar este trabajo, estás experimentando, en el tercer
ojo, la fuerte sensación de saber, y la bendición de este sonido repetido de
una forma cada vez más tranquila.
Durante el último tercio de tu
meditación matinal, repite el sonido de aaah para ti mismo, en silencio, como
un mantra, y mantén la atención centrada en el tercer ojo y en la gloriosa
sensación de gratitud que ya estás experimentando por aquello que vaya a
manifestarse en tu vida. Una vez que hayas dedicado aproximadamente de veinte a
treinta minutos a esta meditación de la manifestación, habrás terminado con tu
sesión matinal.
Los objetos de tu deseo pueden
ser ilimitados y abarcar toda la gama de la potencialidad humana. Algunas
personas han utilizado esta meditación para manifestar paz para sí mismas y
aquellas personas que aman, para centrarse en una curación o para encontrar una
pareja. Otras la han utilizado para cuestiones tales como vender una casa,
conseguir un ascenso en el trabajo, superar una adicción, atraer dinero o lo
que sea. Las posibilidades son ilimitadas. He recibido cientos de cartas de
personas que describen el éxito que han tenido con la práctica de esta
meditación, cuando utilizan los nueve principios con integridad.
Si has llegado en tu lectura
hasta este punto, has demostrado tu interés por aprender a convertirte en un
manifestador espiritual. Si sabes que el poder para manifestar está dentro de
ti, realiza cada mañana esta antigua práctica de repetir el nombre de Dios en
un ritual similar al de un cántico, con la atención centrada en la sensación y
en el tercer ojo. Lo que estás haciendo en realidad con la meditación aaah
matinal es resonar con las palabras «En el principio existía la Palabra y la
Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios». El acto de la manifestación es
el principio de algo que está siendo creado en tu vida. La palabra es Dios, que
es como decir que el sonido aaah es el sonido de Dios.
El mejor momento para la
meditación nocturna es a la puesta del sol. Una vez más, cuando el sol se pone
por debajo del horizonte hay una expresión de energía, similar a una corona,
que es más grande precisamente en el momento en que el sol abandona el
horizonte y en los minutos inmediatamente posteriores a su desaparición.
Practica ahora el sonido om, que es la meditación de la gratitud. He detallado
este principio de gratitud en el noveno y último principio explicado en este
libro.
En resumen, la práctica es
idéntica a la meditación de la mañana, con la excepción de que ahora no pides
que se manifieste nada. En lugar de eso, al final de la jornada, o al retirarte
a descansar, te limitas a dar gracias a la inteligencia universal que llamamos
Dios por todo lo que ha manifestado en tu vida. Respira profundamente varias
veces, tal como hiciste por la mañana, despeja el canal entre el chakra base y
el chakra del tercer ojo, y forma mentalmente la imagen de todo lo que has
recibido, para proyectar luego esa energía desde la abertura del tercer ojo.
Estás expulsando hacia el universo, que se encuentra más allá de tu cuerpo
físico, energía de gratitud, utilizando para ello las afirmaciones que he
incluido en el noveno principio, y que yo pronuncio en voz alta durante la
meditación guiada del casete y el disco compacto titulado Meditaciones para la
manifestación.
El sonido om se pronuncia en voz
alta durante el primer tercio de la meditación para ir bajando gradualmente y
finalmente hacerse en silencio, siempre con la atención centrada en el tercer
ojo y sintiendo que la energía regresa a la fuente universal de energía que llamamos
Dios. El sonido om pertenece al mundo material. Es el sonido que nos hace
sentirnos más en nuestro hogar aquí, en el mundo material, puesto que es el
sonido esencial de toda experiencia en este mundo fenomenológico. Al repetir
este sonido te encuentras en armonía con tu entorno.
La parte final de estas
meditaciones es el último sonido que escuchas antes de irse a dormir cada
noche. El primer sonido que escuchas por la mañana es generalmente el de aaah.
Es el sonido que haces cuando bostezas o te desperezas. Se consciente de este
primer sonido y está dispuesto a reconocerlo como tu propia frecuencia
vibratoria del nuevo día que estás manifestando. No obstante, el sonido final
que escuchas dentro de ti mismo al irte a dormir puede ser una combinación de los
dos sonidos, el aaah y el om.
Quizá recuerdes que antes definí
la iluminación como la capacidad para estar inmerso en la paz y rodeado por
ésta. «Paz», es aquí la palabra clave. No es ninguna casualidad que los sonidos
aaah y om, combinados, traduzcan precisamente la palabra que significa paz o
iluminación, como en Shalom, Shaaah... loom. El sonido de aquello que deseas
manifestar y de lo que ya ha sido manifestado, equivalen a paz. Al pronunciar
estos dos sonidos para ti mismo cuando te dispones a dormir, estás iniciando el
acto de la conciencia Siddhi iluminada. Formas entonces una unidad con todo lo
que es pacífico y todo aquello que se nos ofrece. Tampoco es ninguna casualidad
que el sonido fundamental de la alegría espiritual sea el de aaah en aleluya, y
es el que se encuentra en la palabra que termina todas las oraciones, «amén».
Concluye así la práctica de la
meditación para aprender a vibrar con el sonido de crear y de la creación.
Forma parte del saber de la humanidad, y se está recuperando, a medida que
avanzamos en la revolución espiritual, y mostrando las numerosas bendiciones
que puede aportar a nuestras vidas. Prueba esta gloriosa práctica, pacífica, de
meditación iluminada de la manifestación durante un período de tres meses,
utilizando cada uno de los nueve principios explicados en este libro, y
comprueba si experimentas los deseos de tu corazón, sin haber planteado ninguna
exigencia o regla a la fuerza universal que es Dios. La disposición de permitir
que se manifiesta a su entera voluntad, de permitir que la creación se revele a
sí misma, constituye el tema del octavo principio de la manifestación. Aleluya.
Shalom.
Octavo principio
Desvincúlate pacientemente del
resultado
En el séptimo principio, sobre el
uso de la meditación del sonido, resalté la importancia de centrar la atención
no en el resultado y en cómo quieres que se materialice este en tu vida, sino
en los sentimientos que experimentas a medida que manifiestas la imagen de tu
deseo. El octavo principio de la manifestación espiritual se centra en la
experiencia de ese sentimiento. No debes tratar de controlar la manera en que
aparece lo que deseas, ni cuándo.
Durante el tiempo que he enseñado
esta meditación, se me han planteado a menudo preguntas como la siguiente: «Si
hago esta meditación, tal como sugiere, ¿puedo ganar realmente la lotería?». Mi
respuesta es: «¿Cómo te sentirías si ganaras la lotería?». Las respuestas
suelen ser: «Me sentiría bienaventurado, seguro, extasiado, contento». Lo
crucial para activar el octavo principio son precisamente esos sentimientos. Es
una ilusión pensar que necesitas tener algo, como por ejemplo ganar la lotería,
para sentirte bienaventurado, seguro, extasiado o contento.
Manifestar no significa plantear
exigencias a Dios y al universo. Manifestar es una aventura en colaboración en
la que tu intención se alinea con la inteligencia divina. Esa inteligencia está
en todas las cosas y en ti mismo también. No estás separado de aquello que
quisieras manifestar. Eso eres tú y tú eres eso. Existe un único poder en el
universo, y tú estás conectado con él. Pedir que Dios cumpla tu deseo de
acuerdo con un horario y un diseño impuesto por ti, refuerza la idea equivocada
de Dios como una energía separada.
Imaginar que en el universo
existe una inteligencia desprovista de personalidad individual es una forma de
empezar a comprender este octavo principio. Este concepto, insólito y quizá
difícil, te ayudará a comprender mejor el octavo principio.
LA INTELIGENCIA APARTE DE LA
INDIVIDUALIDAD
La mayoría de nosotros creemos
que el reconocimiento de cualquier otro individuo supone que en algún
determinado lugar nuestra individualidad termina y empieza la del otro. Esta
creencia forma parte de nuestro condicionamiento y nos impone muchas
limitaciones. Aprendemos desde muy pequeños que «Yo no soy ese otro, porque soy
yo mismo».
Si esta pauta se adscribiera a la
mente universal, tendríamos un Dios que cesa en el punto donde empieza alguna
otra cosa. La palabra «universal» no podría aplicarse entonces porque la
energía de Dios no incluiría todas las cosas. Ser universal y reconocer
cualquier cosa como exterior a uno mismo sería como negar el propio ser. Así
pues, la naturaleza de la inteligencia universal se da en ausencia de
personalidad individual.
El espíritu que lo impregna todo
es una fuerza vital impersonal que da lugar a todo lo manifestado. El espíritu
universal penetra todo el espacio y todo lo manifestado, y nosotros formamos
parte de eso. Es como si nos encontráramos en un océano de vida impersonal e
intensamente inteligente, que lo rodea todo y está en todo, incluidos nosotros
mismos. Aunque has sido condicionado para que creas que es un ser individual,
en realidad forma parte de la gran naturaleza universal, que es infinita en
cuanto a sus posibilidades.
La inteligencia indiferenciada
responde cuando la persona la reconoce. Si crees que el mundo está dirigido por
el azar, o por tus propias exigencias personales, la mente universal te
presentará una mezcolanza de reacciones, sin ningún orden reconocible. No
obstante, cuando dejas de creer que eres una personalidad separada, con
inteligencia individual, empiezas a tener una visión mucho más clara.
Desde la perspectiva de una
inteligencia que es universal e indiferenciada, pregúntate qué supone para ti
la relación con esta mente universal. No puede tener «favoritos» si es
verdaderamente la raíz y el soporte de todo y de todos. Al faltarle
individualidad, no puede entrar en conflicto con los deseos que albergas. Al
ser universal, no puede desvincularse de ti.
Todas estas afirmaciones
caracterizan esta mente que todo lo produce como sensible a ti, una vez que
comprendes tu relación con ella. Este principio universal, que todo lo
impregna, tiene en común contigo la naturaleza. Al solucionar este enigma del
ego, adquieres una mayor sabiduría en relación a tu capacidad para aplicar el
octavo principio de la manifestación.
No puedes agotar lo que es infinito,
de modo que poseerlo significa que tienes la capacidad para diferenciarlo como
tu deseo. Tu tarea consiste en poner lo universal a tu alcance, elevándote para
ello al nivel de aquello que es universal, en lugar de atraer lo universal
hasta un nivel de individualidad mal entendida que esté separada de lo
universal. Sólo necesitas reconocerlo para atraerlo hacia ti, en lugar de
pedirle que te reconozca y te lleve hasta ello. Todo esto puede parecer un
tanto confuso, puesto que los principios que se te han inculcado siempre son
otros. Y, sin embargo, es crucial que lo comprendas, antes de continuar por el
camino de la manifestación.
Reconoce lo universal como una
parte de todo lo que eres, y que todo lo que tú eres se halla indiferenciado de
todo lo que es. Repite continuamente esta nueva conciencia. Debes saber que si
no reconoces lo universal como indiferenciado, se te presentará exactamente de
ese modo, como una masa informe de energía que no puedes alcanzar, como un caos
antes que como un cosmos, y como un sistema en el que te hayas separado de todo
aquello que deseas.
Así pues, elimina de tus deseos
todo tipo de exigencias, y vuelve tu mirada hacia ti mismo, sabiendo que estás
atrayendo la inteligencia universal a tu vida, y que el cómo y el cuándo están
en manos de esa inteligencia, sin juzgar, exigir o insistir en las condiciones
de tu personalidad. El hecho de saberlo es suficiente. Luego, cultiva el poder
de la paciente desvinculación con respecto del resultado.
EL PODER DE LA PACIENCIA INFINITA
La siguiente frase provocativa se
ha tomado de Curso de milagros: «Quienes están seguros del resultado pueden
permitirse esperar, sin ansiedad». Esa es la característica principal de la
paciencia infinita. La noción de certidumbre y la paciencia van juntas. Al
confiar y saber que se está conectado con esa inteligencia universal que lo
provee todo, la persona sólo tiene que permitirse la virtud de la paciencia. No
impone ninguna restricción temporal a tus manifestaciones y sigue con su vida
cotidiana con la certeza de saber que: «Dispongo de todo el tiempo que
necesito, y estoy seguro del resultado, de modo que permitiré que aparezca a su
debido tiempo».
El secreto de ser paciente está
en la certidumbre del resultado. Cuando esa certidumbre se manifiesta en ti en
forma de confianza y conocimiento, puedes desviar tus pensamientos del
resultado deseado. Sin cólera ni angustia, puedes dirigir entonces tu atención
a todas aquellas tareas que ocupen tu actividad cotidiana.
El hecho de saber y la infinita
paciencia te permiten sentirte tranquilo. Has practicado todos los principios
de la manifestación espiritual, y luego has permitido que el universo se ocupe
de los detalles. Sientes en tu interior que aquello que deseas manifestar ya
está ahí, y el bienestar de saber que ya has sido bendecido con aquello que
buscas. En consecuencia, no experimentas la presión de querer que aparezca
inmediatamente.
Esta bendición interior es una
función del poder de tu paciencia infinita. Más adelante, en Curso de milagros,
se nos recuerda que «la paciencia es natural para el maestro que es Dios. Todo
lo que él ve es un resultado cierto, en un momento quizá desconocido todavía
para él, pero del que no cabe la menor duda». Me encanta esta idea de tener una
certidumbre sobre el resultado y de despreocuparse por los detalles.
Cuando nos sentimos impacientes,
nos devaluamos literalmente a nosotros mismos y nuestra conexión con el divino
Espíritu Santo. La impaciencia supone el fracaso de la confianza en la
inteligencia universal, e implica que nos hallamos separados del espíritu que
todo lo provee. La impaciencia implica que nuestro ego es el dueño del deseo.
Tenemos que abordar y cambiar esta forma de darnos importancia a nosotros
mismos.
Al estar seguro del resultado, al
despreocuparte del cómo y el cuándo, cultivas el poder de la paciencia infinita
y, simultáneamente, te desvinculas del resultado. Una vez que ha tenido lugar
esta desvinculación, puedes ocuparte de asuntos cotidianos, como educar a tus
hijos, dedicarte a tu trabajo o formación, meditar y comulgar con Dios, y
limitarte a observar pacientemente. La paciencia es algo espontáneo cuando se
confía en la unicidad de la inteligencia universal.
Una de las formas de desarrollar
la paciencia consiste en contemplar lo paciente que ha sido Dios contigo.
Cuando pasaste por momentos de negación, de ensimismamiento, de autocrítica o
de odio, Dios se mostró infinitamente paciente. Dios no te reprende o te
castiga cuando te apartas del camino sagrado, y tampoco te abandona. Esa es la
clase de paciencia que deberías desarrollar.
La paciencia infinita es una
señal de confianza y exige de un amor infinito para producir resultados en tu
vida. Al desprenderte de la impaciencia, te alineas con la fuerza de Dios, y
desaparece la angustia de pensar en todo lo que falta en tu vida. Cuando se
apodera de ti la impaciencia basada en el temor, pierdes tu yo infinito y te
conviertes de nuevo en sujeto del ego, que no tiene paciencia alguna con nada
que se refiera a la infinitud.
El ego desea lo que desea, y lo
quiere ahora. Si no se ve satisfecho, te convencerá de que este mundo está
podrido y de que no puedes confiar en nada más que en tu yo diferenciado, aun
cuando haya sido ese yo el que ha producido las sensaciones de carencia. Si
satisfaces al ego, al día siguiente aparecerá una nueva lista de exigencias. El
nivel de angustia aumentará mientras te dediques a satisfacer estas nuevas
demandas. Y esa situación se prolongará mientras permitas que el ego se haga
cargo de tu vida.
Pero al reconocer la conexión
entre tu yo infinito y la fuerza de Dios, sabrás que Dios ha sido paciente contigo,
al margen de lo mucho que hayas tardado en comprenderlo, al margen de lo lejos
que hayas llegado en tu búsqueda y de lo mucho que te hayas negado a escuchar.
La paciencia infinita producirá
resultados casi inmediatos en tu vida. Alcanzas la libertad cuando eliminas la
necesidad de tener lo que quieres ahora, con la seguridad de que en realidad ya
lo tienes, aunque aún no se haya presentado en tu entorno inmediato tal como te
gustaría. Como persona infinitamente paciente sabes que ya estás allí donde
querrías estar, que no hay accidentes, y que todo aquello que parece faltar no
es más que una ilusión perpetrada por tu ego.
Con esta conciencia, la
impaciencia desaparece y dejas de buscar resultados a tu meditación de la
manifestación. Diriges tus pensamientos hacia los asuntos cotidianos de tu
vida, sabiendo que no estás solo. Tu paciencia te permite apreciar en silencio
todo aquello que se ha manifestado en tu vida. Esta práctica de paciente
desvinculación del resultado es un concepto extraño para aquellos de nosotros a
quienes se ha enseñado que los objetivos, los símbolos del éxito y la
acumulación de méritos son formas de sentirse importantes y de encajar en
nuestra cultura. Has alcanzado la paz con tu infinita paciencia y la paz es
precisamente lo que trae la iluminación.
A continuación se ofrece una guía
para vivir con la aparente paradoja de intentar manifestar algo en tu vida,
desvinculándote al mismo tiempo del cuándo y el cómo aparecerá.
UN PLAN, PASO A PASO, PARA
INTRODUCIR UNA DESVINCULACIÓN PACIENTE EN TU PRÁCTICA DE LA MANIFESTACIÓN
• Comprende la esencia de lo que
deseas. Lo que tú deseas no se encuentra necesariamente en el ámbito de las
cosas. Si quieres manifestar dinero, por ejemplo, observa si tu atención se
centra en los billetes o en la experiencia de sentir seguridad financiera. Pregúntate
para qué quieres el dinero. Centra la atención en las gozosas experiencias que
asocias con lo que deseas, en lugar de centrarla en un automóvil nuevo o en un
nuevo jefe o un compañero o compañera diferente. La experiencia es la esencia
de tu deseo.
La esencia está localizada
siempre en los sentimientos. Al buscar en tu interior, pasas de sentirte
gratificado por cosas externas a la verdadera experiencia de la gratificación.
La esencia de tu deseo es un sentimiento de bienestar y gozo, y un alineamiento
con el espíritu universal. Entonces podrás ver cómo aparecen en tu vida muchas
cosas que te mostrarán el camino. Es posible que no tengan nada que ver con lo
que originalmente creías que deseabas o necesitabas.
Quizá sientas que deseas
manifestar verdaderamente más ingresos y un ascenso, pero si buscas la esencia
de este deseo, verás probablemente que lo que en realidad necesitas es una
mayor seguridad y sensación de bienestar. Desvincúlate del ascenso en el mundo
y del aumento de salario. En lugar de eso, dirige tu energía manifestadora a la
misma esencia de tu deseo de sentirte más seguro y menos estresado.
Probablemente, verás que empiezan a suceder cosas en tu vida que reducen tu
ansiedad. Una vez más, es posible que tengan poco que ver con lo que originalmente
creías que deseabas.
• Destierra las dudas y entra en
el ámbito de la certidumbre. Elimina todas las dudas relativas a tu capacidad
para manifestar la esencia de tus deseos. Revisa lo que has leído hasta ahora
y, cada vez que aparezca una duda, recuerda que tú y la inteligencia universal
sois una misma cosa, y que esta inteligencia universal está en todas las cosas.
Lo sabes, y también sabes que puedes conectar con esta energía para satisfacer
la esencia de tus deseos. Te recomiendo que revises el segundo principio de
este libro y, si quieres reforzar esta idea, todo el capítulo titulado
«Destierra tus dudas» en Tu yo sagrado.
Una vez que hayas eliminado las
dudas acerca de tu capacidad para manifestar, te será fácil desvincularte del
resultado y de todos los detalles. Lo único que necesitarás será confiar en ti
mismo y en la energía divina del universo.
• Abandona tus expectativas y
dedícate a tus asuntos. Una vez que hayas dirigido hacia el universo la
meditación del aaah, a través de la abertura del tercer ojo, olvídate de ello y
entrégate a los asuntos de tu vida cotidiana. No sigas buscando razones para no
creer en tu capacidad para atraer aquello que deseas.
Practica la paciencia que Dios ha
mostrado siempre hacia ti en tus momentos de mayor agitación. Encontrarás
consuelo en la silenciosa certidumbre y en tu relación con Dios.
Continúa con tu trabajo diario y
tu régimen de ocio con un nuevo sentido de paz, que se origina en tu
conocimiento acerca de lo que se te manifiesta. Permanece completamente
desvinculado de la inclinación a medir y calcular lo que aparece o no aparece
ante ti.
De hecho, cuando se manifiesten
tus deseos es muy posible que transcurra algún tiempo antes de que te des
cuenta, pero el día que lo hagas, comprenderás que no habías reparado en ello
porque te habías desvinculado del resultado y lo habías dejado en manos de
Dios. Esto es una indicación de que has podido dominar este principio de
paciente desvinculación del resultado.
• Guarda tus deseos para ti. Tal
como hemos indicado antes, compartir tus esfuerzos de manifestación no hace
sino disminuir la energía y desviarla hacia la necesidad del ego de conseguir
aprobación. Deseas que la energía de tu manifestación sea lo más directa y pura
posible. Además, quieres evitar la disipación de la energía que proyectas,
impidiendo que se implique con cualquier necesidad del ego.
Si te has desvinculado
pacientemente, también te habrás desvinculado de toda necesidad de conseguir
aprobación por tus esfuerzos. Naturalmente, es posible que, en último término,
quieras compartir los resultados de tu manifestación espiritual, pero mientras
incubes esta experiencia divina con Dios, haz todo lo posible para que sea una
cuestión privada. La necesidad de compartirla en esta fase es una indicación de
que tu atención está en el resultado y de que te hayas vinculado al mismo.
• Aprende a interpretar los
indicios de la manifestación de tus deseos. Ten en cuenta que las cosas, tal
como aparecerán en tu vida, no estarán necesariamente relacionadas con lo que
te haya indicado tu cerebro racional. Pueden empezar a aparecer en tu vida
nuevas cosas, y seguramente te sorprenderá comprobar que cada vez sucede con
mayor frecuencia.
También empezarás a observar con
mayor claridad la relación entre tus pensamientos y el objeto en que se
materializan en tu vida. Las cosas que antes solías calificar como
coincidencias se harán más y más evidentes a medida que practiques estos
principios de la manifestación. Verás que aparecen personas para ayudarte
después de que hayas pensado en estos necesarios ayudantes. Verás aparecer
objetos que estaban en tu mente, y que habías olvidado, pero que ahora aparecen
en tu vida con mayor frecuencia.
Alguien mencionará una película
concreta o una canción o cualquier otra cosa aparentemente irrelevante, y la
escucharás una y otra vez, o la película antigua que comentaste que desearías
ver, aparece de pronto en la tienda de vídeos ese mismo día. Sé consciente de
la relación entre lo que piensas y lo que realmente deseas manifestar. Los indicios
empezarán a brotar en una multitud de formas deliciosas e inesperadas.
Todos estos acontecimientos y
ocurrencias sincrónicas son el resultado de empezar a vivir en un estado
elevado de conciencia. Estás estableciendo conscientemente contacto con la fuente
universal de toda energía, que ha estado, hasta ahora, por debajo de tu nivel
de conciencia, y que ahora empieza a aflorar a la superficie. Presta mucha
atención a los indicios que vayan apareciendo y piensa para tus adentros: «Está
funcionando. Puedo ver los resultados y sé que se debe al hecho de que utilicé
estos principios y a mis prácticas de meditación. Continuaré haciendo en
privado lo que estoy haciendo».
• Actúa inmediatamente en cuanto
detectes los primeros indicios, reconociéndolos. AI reconocer las primeras
señales de la llegada de aquello que deseas manifestar, estarás dando a tu
energía una carga positiva, y reconociendo la divina inteligencia universal.
Este reconocimiento es esencial para la continuación de este proceso de
manifestación.
Da gracias en silencio y di para
ti mismo: «Veo los resultados de mi conexión con la fuente universal. Observo
la presencia de esa persona concreta que se ofreció a ayudarme, y sé que me fue
enviada por Dios. Doy las gracias y haré todo lo posible por utilizar esta
manifestación para el bien de la humanidad, antes que para la gratificación de
mi propio ego».
• No pienses en tu manifestación
como un favor especial. La inteligencia universal que llamamos Dios no es una
personalidad individual, y no dispensará favores especiales ni a ti ni a nadie.
Ver la manifestación como un favor equivale a iniciar el proceso de regateo con
Dios y a creer en tu separación de todos los otros seres vivos. El proceso de
la manifestación es una práctica espiritual en la medida en que reconoces que
tú y la fuente divina de toda la energía sois una misma cosa.
Esta unicidad no juzga si alguien
tiene más derecho a la abundancia que cualquier otro. Está en todas partes y en
todas las cosas y se muestra cuando tú, como una partícula localizada de esa
fuente divina, reconoces tu conexión y te muestras abierto a que esta actúe en
tu vida.
Aunque la gratitud es una parte
importante de esta conciencia que representa el noveno y último principio de la
manifestación espiritual, no supone aprecio por haber recibido un favor
especial. Al ego le encanta hacerte aparecer como alguien especial y
característicamente distinto de todos los demás y, en consecuencia, más digno
de su multitud de exigencias. Al ego le gustaría que pensaras en estas manifestaciones
como favores especiales porque, al hacerlo, reforzarías tu separación con
respecto a esa fuente.
Tus deseos se manifiestan porque
estás en perfecto alineamiento con tu fuente de creación, y porque no planteas
ninguna limitación a lo que pueda aparecer en tu vida. Ignora los esfuerzos de
tu ego por hacerte pensar que estás recibiendo las más ricas bendiciones de
Dios, porque eres especial.
En lugar de eso, sé agradecido y
utiliza estas bendiciones al servicio de otros y con la más profunda gratitud
por la esencia espiritual que hay en ti. Ya no te identificas exclusivamente
con el cuerpo físico, y reconoces tu alma infinita como tu verdadera esencia.
Es precisamente esto lo que te permitirá obtener unos resultados en la
manifestación, no tu singularidad como individuo. Recuerda una vez más que la
inteligencia universal que llamamos Dios no puede singularizarse o enmarcarse
dentro de unos límites, puesto que está en todas partes y en todo.
• Considera todos y cada uno de
los obstáculos que encuentres como lecciones, no como indicaciones de fracaso.
Ten en cuenta que estás practicando la paciencia y la desvinculación del
resultado. Cuando algo parezca ser obstáculo, no utilices ese hecho material
para negar la existencia de la energía universal que es tu esencia.
Una vez más, eso es cosa de tu
ego, que desea hacerte creer que es él el que domina tu vida, no Dios. Si el
ego consigue convencerte de que todo esto no son más que tonterías, y de que
esos obstáculos constituyen una demostración positiva de que Dios te ignora,
habrás vuelto a caer bajo su influencia.
Todo aquello que aparece en tu
vida tiene un propósito. Eso incluye las caídas, que te proporcionan la energía
para impulsarte hacia un estado más elevado de conciencia.
Manifestar supone un estado de
conciencia superior al que experimentas cuando crees que vas de un lado a otro
según la voluntad caprichosa de tu entorno y de un jefe que está a cargo de
todo. Cada obstáculo, por difícil o imponente que parezca, es una prueba que se
te plantea para que demuestres tu fe y tengas la certeza absoluta de que has
desterrado toda duda.
Cuando parezca que las cosas no
se materializan tal como habías planeado, recuerda que eres infinitamente
paciente y que estás desvinculado de cualquier programa concreto. La mayoría de
las bendiciones que aparecieron anteriormente en tu vida, y también en la mía,
fueron precedidas de tropiezos que no estábamos seguros de poder superar. Pero
las superaste, igual que yo, y en el fondo de mi corazón sé que todos los
progresos se ven generalmente precedidas por una caída de algún tipo. Tiendo a
considerar esas caídas con gratitud, antes que con desánimo.
El conocimiento que poseo sobre
mi capacidad para manifestar la esencia de mis deseos es tan fuerte, que puedo
mantener mi paciencia y desvinculación acerca de cómo se mostrarán los
detalles, incluso a la vista de lo que pudiera parecer como algo insuperable.
No hay fracaso cuando uno se desvincula de la forma en que aparece algo.
Funciona. Debes saberlo así y permitir que el universo se ocupe de todos los
detalles.
• Elimina todo juicio de tu
práctica de la manifestación. La ley universal no es una energía dual. No
funciona según el mismo dualismo que actúa aquí, sobre el plano terrenal. No
discrimina o actúa sobre la base bueno/malo, correcto/incorrecto. Sólo hay una
energía que lo impregna todo, y todo forma parte de ese poder. Por su misma
naturaleza, la ley universal está en equilibrio, de modo que todo aquello que
desees debe estar también en armonía con el reconocimiento de la divina fuente
universal de la que todos reciben su energía vital.
Esto exige que uno esté dispuesto
a superar su inclinación a juzgar aquello que aparezca en su vida como bueno o
malo, correcto o incorrecto, atractivo o poco atractivo, etcétera. Tus juicios
detienen el flujo de la energía universal hacia tu vida y te enajenan del poder
divino. No es que se te vaya a castigar por ello, sino más bien que tu
reconocimiento alterará el flujo natural de esa energía hacia tu vida.
Tu capacidad para manifestar depende
en buena medida de tu propia voluntad para dejar atrás el inconsciente
colectivo, los juicios colectivos que constituyen la totalidad de las creencias
humanas. Los numerosos juicios que albergas sobre el mundo, inhiben tu
capacidad para manifestar los deseos de tu corazón. Desvincularte de esas
creencias es uno de los mayores desafíos de tu vida.
Tienes que abandonar este
inconsciente colectivo dejando en suspenso los juicios y las creencias que
abrigas, para entrar resueltamente en el mundo de lo desconocido.
Probablemente, experimentarás una sensación de pérdida y quizá un sentimiento
de soledad al abandonar la costumbre de enjuiciar las cosas. La recompensa es
que empezarás a expandir tus propias percepciones y a aceptar que aquello que
crean los demás son percepciones que sólo a ellos les atañen, y no
necesariamente hechos, como tú crees. Lo que el inconsciente colectivo ve como
límites a tus capacidades, tú sabrás que es una falsa percepción.
No necesitarás entrar en
conflicto con esta conciencia, porque habrá entrado en una vibración superior
en la que no hay límites. El plano físico terrenal tiene tus límites. Tú, sin
embargo, resides ahora en la inteligencia universal responsable de la
existencia de ese plano físico terrenal. Da el gran salto, dejando atrás todo
juicio, y acepta todo lo que te llegue desde esa ilimitada fuente de energía.
Podría tratarse de una simple
tarjeta de visita que encuentras mientras caminas por la playa, o puede adoptar
la forma de un libro o una cinta grabada, o de un mensaje que iba destinado a
otra persona pero que acabó por error en tu buzón de correos. Todas estas
pueden ser pistas que te conduzcan a algo. Evita emitir juicios acerca de cómo
ha llegado algo a tu vida, y niégate a asumir los juicios colectivos que impregnan
las creencias de la mayoría de la gente con la que te encuentras. Aproveche
esta inteligencia universal mediante la observación regular de tus
manifestaciones, que se producen, esencialmente, en cada uno de los
acontecimientos que ocurren en tu vida.
Al observar lo que llega y lo que
desaparece, trata de hacerlo sin emitir juicios, dejándote llevar por un
sentimiento de aceptación completa y liberándote de la influencia de tus
pensamientos. Tu mente querrá participar en el juego de emitir juicios. Recuerda
que estás sintiendo como si lo que deseas manifestar ya estuviera en tu vida.
Tu mente no estará de acuerdo, por eso tienes que aprender a dejar en suspenso
tus juicios. Quizá te digas a ti mismo: «Soy rico y feliz», y tu mente te
contradiga: «No lo eres». Te encuentras así con un choque entre dos energías
opuestas: tu deseo contra lo que te dice tu mente, con todos sus juicios y su
negatividad.
Este choque es una advertencia de
que no vas a entrar en el reino de la manifestación. No conseguirás ser un
manifestador hasta que hayas descartado meticulosamente toda negatividad que
puedas haber heredado del inconsciente colectivo. Tienes que entrar en una
nueva dimensión, y eso es algo que no se consigue abandonando el plano
terrenal, sino realizando un viaje interior.
En ese mundo interior, cualquier
cosa que puedas imaginar es en realidad una parte de ti mismo, ahora. Tu
proclamación de ser rico y feliz, tomada por ese mundo interior que no juzga,
te conducirá a sentirte rico y feliz. Esto te llevará a tu vez a empezar a
actuar de un nuevo modo. Empezarás a crear una nueva realidad concreta de
riqueza y felicidad dentro de ti mismo, a medida que generas una actitud
positiva hacia todo lo que encuentres. No hay juicios, sino simplemente la
sensación de haber manifestado ya aquello que es tu deseo.
Recuerda que la ley universal es
neutral y está en todas partes, y que no le preocupa si recibes o no el deseo
de tu corazón. En consecuencia, debes recorrer el camino de la manifestación
con entusiasmo y con una total ausencia de juicio. Vas a recoger algo que ya
está ahí y que te pertenece, sin el menor género de dudas, con la feroz
determinación de recibir aquello con lo que ahora estás alineado en tu mundo
interior de energía que no juzga. Esta ley no discrimina. Recibe tu energía y
te aporta lo que tú mismo pones. Tienes que confiar en ella y estar totalmente
libre de prejuicios acerca del método y el momento de la entrega.
Tu mente intentará utilizar la
lógica, pero la manifestación no es lógica. Tu mente tratará de emplear la
negatividad, insistiendo en que eres demasiado viejo, estúpido o no mereces
nada, que nunca consigues nada, que has deseado otras cosas en el pasado y te
han decepcionado, y que no hay razones para esperar que las cosas vayan a
cambiar ahora. Esto se debe al apego de la mente y del ego a los resultados y
al pasado. A pensar utilizando un conjunto lógico de creencias que ha adoptado
a partir de la conciencia colectiva tribal, y que te ha sido inculcado desde
que llegaste a este plano físico. Al recibir de tu mente esta clase de consejo,
da las gracias por la información pero debes decirte: «Me niego a aceptar
ninguna energía que contradiga el poder ilimitado que hay dentro de mí, y voy a
continuar con mi manifestación».
La ley universal es mucho más
magnánima que la mente. Recuerda que es ilimitada, que no conoce fronteras y es
omnipresente. Existe en una dimensión más vasta que la mente. Esta es la razón
por la que la mente ni siquiera puede comprender la fuente universal de la
energía. Tu mente cree que es el final de toda experiencia y conciencia, y la
estás utilizando para afirmar o negar lo que existe más allá de ella. Es
realmente una gran paradoja.
Pero puedes empezar a confiar en
lo que desea tu mente yendo más allá de ella. La meditación y los sentimientos
intuitivos son dos formas de superponerse a la mente. Se pone el énfasis en
desvincularse de las creencias del inconsciente colectivo, negándose a juzgar y
permitiendo pacientemente que la fuente universal te provea con aquello con lo
que ahora estás totalmente alineado dentro de tu mundo interior.
• Aprende a relajarte en paz y a
conocer. Desvincularse del resultado significa evitar el proceso de
precipitarse y presionar a lo largo de la vida. Piensa en aquella bellota que
se plantó en el suelo y que va camino de manifestarse como un roble. Imagina
que te pones a excavar la tierra después de tres semanas para comprobar cómo le
van las cosas y ver si puedes hacer algo para acelerar el proceso, de modo que
este encaje en el programa que te has puesto. Evidentemente, la bellota y el
roble perecerían como resultado de tus esfuerzos para acelerar el proceso.
La inteligencia universal
funciona a su propio ritmo perfecto. Proveerá tus deseos cuando estés alineado
con los nueve principios detallados en este libro. Esa entrega queda
garantizada por la ausencia de duda que tú mismo cultivas, por la total
confianza en la presencia de esta energía en todas las cosas, incluida aquella
que vas a atraer a tu vida. La mejor manera de desvincularse pacientemente es
relajarse, confiar, no presionar.
La inclinación a presionar y
forzar las cosas indica que tu mente sigue dudando y exigiendo un resultado. Tu
capacidad para confiar en tus sentimientos y permitir que estos, y no tu ego,
sean los conductores de tu vida. Esa es la clave para manifestar el deseo de tu
corazón.
• Utiliza afirmaciones para
mantener el flujo de energía y para desvincularte del resultado. La información
más útil que puedo proporcionarte en este sentido es bastante simple: «Soy infinito
y universal, y confío en el poder divino del universo, que también está dentro
de mí». Conserva esto siempre en tu conciencia y utilízalo para mantener el
flujo de energía universal en tu vida. Al hacer diariamente esta clase de
afirmaciones te desprendes de la impaciencia natural que hay en tu mente y te
desvinculas de los resultados, y permites que la fuente fluya en tu vida, sin
impedimento alguno.
Sé consciente de la buena marcha
de las cosas en tu fuente interior de energía y de que surgirán las personas
adecuadas para ayudarte en tu manifestación. Procura estar abierto a tu energía
e imagínate a ti mismo evolucionando feliz y fácilmente a través de cada
experiencia del día.
Esta afirmación, utilizada por la
mañana, te permite llegar al fondo de tu ser y reconocer tu belleza infinita y
el lugar perfecto que ocupas en todas las cosas que forman parte de este día.
Esta afirmación te protegerá contra la negatividad a la que te verás expuesto
por el lado del inconsciente colectivo y por el lado de las creencias que ya no
forman parte de tu mundo interior.
Con esto concluye el octavo
principio de la manifestación espiritual, que implica trascender la propia
mente y la mente colectiva que ha estado contigo desde tu concepción. Exige de
ti que seas paciente cuando tu mente exija resultados, y también que te
desprendas de la preocupación de esta con respecto a esos resultados y que
confíes en algo que tu mente no puede ver y que tu cuerpo no puede imaginar con
sus limitados medios perceptivos, conocidos como sentidos. Exige que dejes que
tus sentimientos más profundos se conviertan en una guía para tu vida, y que
confíes en esa guía. Y, lo más importante de todo, te pide que te permitas a ti
mismo conocer y ver la infinita luz blanca del espíritu vivo que te rodea y te
protege, y que te proporciona todo aquello que puede imaginar tu espíritu
interior, como una pieza del espíritu universal infinito.
Una vez que perfecciones esa
paciencia infinita, demostrarás tu confianza en algo distinto a tu propio
cuerpo/mente limitado, y permitirás pacíficamente que tus deseos se manifiesten
a su modo y a su debido tiempo.
El noveno y último principio de
la manifestación espiritual implica la necesidad de estar eternamente
agradecido, de ser generoso y ponerse al servicio de los demás.
Noveno principio
Abraza tus manifestaciones con
gratitud y generosidad
La expresión consciente de
gratitud y generosidad es el último principio de este milagroso proceso de la
manifestación espiritual. Experimentar una sensación de gratitud y generosidad
es el resultado de estar en armonía con los otros ocho principios presentados
en este libro.
La gratitud es la expresión de
reconocimiento de la unicidad de la energía universal que actúa en colaboración
con tus deseos.
LA NATURALEZA DE LA GRATITUD
La naturaleza de la gratitud es
la respuesta completa y plena del corazón humano a todo lo que hay en el
universo. Es la ausencia de sentimiento de alienación o separación. Representa
nuestro pleno reconocimiento y aprecio de la energía que fluye a través de
todas las cosas y que nos aporta dones en forma de la realización de nuestros
deseos.
La gratitud es una forma de
reconocer que no hay que dar nada por sentado y, lo que es más importante,
constituye una expresión del amor completo e incondicional a la fuerza de Dios,
que está en todas las cosas. Es una forma de estar en unidad con la fuerza de
Dios, en la más plena serenidad interior. Una forma de reconocer que el
espíritu que hay dentro de nosotros es el mismo que sostiene toda la vida sobre
el planeta.
La gratitud, pues, representa a
la totalidad de nosotros mismos. Cuando nos sentimos agradecidos y damos las
gracias, cuando enviamos esta clase de energía amorosa al mundo, del mismo modo
que hicimos al pedir que se manifestara el deseo de nuestro corazón, nos
sentimos completos. La gratitud nos permite sentirnos más conectados con
aquello hacia lo que estamos agradecidos. Anula cualquier sentimiento de
separación y alienación de Dios. La naturaleza de la gratitud ayuda a disipar
la idea de que no tenemos suficiente, de que nunca tendremos suficiente, y de
que nosotros mismos no somos suficiente.
Si tu corazón está lleno de
gratitud, te sientes agradecido por todo y no te centras únicamente en lo que
te falta. Si tu atención, en cambio, se centra en la escasez, le estás
comunicando al espíritu universal que necesitas más y que no te sientes
agradecido por lo que ya tienes. La naturaleza de la gratitud confirma nuestra
plenitud y abundancia, y reconoce que somos los receptores de la generosidad de
otros, de la vida y del espíritu universal.
La gratitud contribuye con una
respuesta amorosa al conjunto de la creación y a nuestra relación con esta. Esa
relación nos ilustra cómo todo está interconectado y es interdependiente,
incluidas las manifestaciones de nuestras vidas. Al comprender la naturaleza de
la gratitud, podemos identificar más claramente aquellas cosas que hay dentro
de nosotros mismos y que son obstáculos para poder practicar la gratitud.
OBSTÁCULOS A LA GRATITUD
La gratitud es un proceso interior.
Es una actitud de agradecimiento que se mantiene incluso cuando las cosas no
aparecen en la forma que nos gustaría. Rumi escribió: «No te lamentes por lo
que no llega. Algunas de las cosas que no suceden evitan que ocurran
desastres». La gratitud es una forma de enfrentarse al mundo con amor, sin
prejuicios. Los tres obstáculos más habituales a una actitud de gratitud tienen
origen en los procesos mentales. Representan una forma de pensar que impide que
se manifieste la gratitud.
1. Encontrar defectos. Sin duda
habrás escuchado la expresión «encontrar defectos». Pero, dentro de ese mismo
contexto, raras veces encontramos la frase «encontrar amor». La gran mayoría de
nosotros ponemos mucho más énfasis en encontrar defectos que en encontrar amor.
Siempre tenemos la alternativa de
buscar defectos o encontrar amor. El que se dedica a lo primero, se centra en
lo que anda mal y en lo que falta. Ese centro de atención muestra crítica,
juicio y cólera. La sensación es la de estar en contra de las manifestaciones
que aparecen en el mundo, antes que la de estar a favor de lo que se recibe.
Los principios iniciales de la
manifestación explican que es esencial recordar que lo que pensamos es lo que
se expande, tal como se expresa en la frase: «Seremos aquello que pensemos». Si
utilizas tu mente para pensar en lo que está mal y en lo que falta, eso será
precisamente lo que se manifestará en ti. Tu mundo interior es la fuente de lo
que manifiestas. Encontrar defectos en lugar de sentirte agradecido y dedicarte
a encontrar amor, garantiza que no podrás participar en la creación de tu vida
y en el cumplimiento de tus deseos.
Encontrar defectos no es algo que
suceda debido a lo que observas en tu mundo. Es el observador que hay en ti el
que elige un punto de vista crítico o colérico.
2. Quejarse. Yo tengo un lema que
he utilizado durante muchos años y que es bastante simple, pero muy efectivo
para superar este obstáculo a la adopción de una actitud de gratitud: «¡No te
quejes! ¡No expliques!».
El que se queja siempre se siente
estafado y, en consecuencia, siente envidia y amargura hacia quienes parecen
haber sido bendecidos con lo que a él le falta. El que se queja se siente
aislado y separado de la bondad y el gozo. Como quiera que la plenitud de la
vida parece estar ocurriendo en alguna otra parte, el que se queja está lleno
de ingratitud.
Para practicar debidamente la
manifestación de los propios deseos, es crucial tener una actitud de amor
incondicional, sentir que no estás solo y que la vida es un don que se te ha
concedido. La experiencia de lamentarse y de sentirse privado conduce a la
cólera contra la fuente universal que parece haberte negado el beneficio de su
aportación infinita. La misma actitud de desear quejarse es suficiente para
garantizar que continuarás sintiéndote estafado en la vida. Quejarse es una
expresión de la ausencia de amor que hay en tu mundo interior. Si sientes amor,
no queda espacio para que te molestes porque Dios no ha cedido a las exigencias
de tu ego.
El ego te instiga constantemente
para que necesites y desees más y te dice que quejarse ayuda. El problema es
que el ego nunca se siente satisfecho. No importa lo mucho que lo alimentes,
siempre te planteará una nueva lista de demandas casi inmediatamente después de
haber visto satisfechas las anteriores. Si le das alcohol hasta emborracharlo,
y sexo hasta que se derrumba en el éxtasis, y drogas hasta hacerlo volar, y
dinero y coches y cualquier cosa que puedas pensar, a la mañana siguiente te
planteará una lista más larga de exigencias. El ego nunca se siente satisfecho
y vive de acuerdo con el eslogan de que más siempre es mejor, y si ese más no
llega precisamente cuando el ego siente la necesidad, tienes todo el derecho
para quejarte. Eso supone un gran obstáculo para adoptar una actitud de gratitud,
y es un impedimento todavía mayor para manifestar la esencia de los deseos de
tu
3. Dar por sentado lo que se
tiene. Dar por sentadas las cosas y las personas que hay en tu vida te priva de
la alegría que podrías experimentar si te sintieras agradecido. Dar las cosas
por sentado significa pasar por la vida sin percibir la multitud de dones que
hay, en todos y cada uno de sus momentos.
Piensa en las actividades y
experiencias que te perderías si, de repente, desaparecieran, y cultiva una
conciencia que no dé la vida por sentado. Esfuérzate por permanecer alerta para
buscar amor. Recuerda que no hay momentos insignificantes. Jugar a la pelota
con un niño, contemplar la forma de las nubes a primeras horas de la mañana,
escuchar los sonidos de las estaciones, darle las buenas noches a un ser
querido..., todas y cada una de las experiencias de la vida son una oportunidad
para experimentar gratitud o su opuesto, una sensación de aburrimiento. Eso es
siempre una decisión que tomas tú.
Pasar por la vida corno un
sonámbulo es una alternativa que impide la gratitud necesaria para convertirse
en un manifestador. Si lo das todo por sentado, con ausencia de gozo y aprecio,
nunca podrás ver los indicios que aparecen en la superficie y que te
proporcionarán el ímpetu para emprender la acción sobre la manifestación
deseada. La aparición de la persona correcta o el don inesperado que pueden ser
el principio de tu manifestación serán saludados con un encogimiento de hombros
y con un desinterés que te impedirán recibir tu bendición. Mantente despierto y
muéstrate agradecido con todo y con todos.
Cambia tu actitud de ingratitud
imaginando, aunque sólo sea por un momento, lo vacía que estaría tu vida sin
esas bendiciones. A menudo no valoramos a nuestros seres queridos y todos los
dones del universo hasta que ya es demasiado tarde y estos han abandonado
nuestras vidas. Pienso con frecuencia en esto en relación con mis propios
hijos. Sé que pronto se marcharán de nuestro hogar y que vivirán sus propias
vidas, con sus propias familias. Y entonces me sorprendo al darme cuenta de lo
mucho que los amo. Marcelene y yo hemos adquirido la costumbre de rodearlos con
nuestros brazos y decirles lo afortunados que somos por el hecho de que formen
parte de nuestras vidas, y lo privilegiados que nos sentimos por ser sus
padres.
Este acto de amor evita que demos
por sentada la presencia de los otros. Una expresión de gratitud hacia los
abuelos, compañeros de trabajo, cónyuges e incluso los pilotos de un avión, es
una forma de salir de la trampa del aburrimiento. Deja de asumir que la vida es
algo garantizado. Demuestra tu aprecio por la vida y cultiva el agradecimiento.
APRECIO Y DESPRECIO
Al menospreciar algo, devaluamos
o disminuimos su valor. Despreciamos las cosas o a las personas al expresar
desaprobación o disgusto. Si apreciamos algo o a alguien, le damos valor con
nuestra aprobación y alabanza. Al apreciar las cosas, lo que hacemos es
incrementar su valor.
Es imposible sentirse agradecidos
por algo o por alguien que no valoremos. Empieza a ver las cosas y a la gente
tal como son en realidad, en lugar de dejarte dirigir por la valoración que
haces de ellas, que es un juicio interno. Toda persona es hija de Dios.
Reconoce el despliegue de Dios en cada persona a la que conozcas. Entonces podrás
apreciarla. Si no lo haces así, la desprecias.
Tu experiencia del sufrimiento,
el vacío y el temor se halla relacionada con tu desprecio por aquello que
aparece en tu vida. Piensa en todo lo que críticas con regularidad y te darás
cuenta de qué cosas has dejado de apreciar. Si encuentras defectos en los
negros o en los blancos, en los musulmanes o en los judíos, en los iraquíes o
los estadounidenses, en los jóvenes o los viejos, lo que estás haciendo es devaluar
a grupos de personas. Una vez que participas en ese proceso de depreciación,
bloqueas tu capacidad para experimentar gratitud y, en consecuencia, obstruyes
tu capacidad para manifestar prosperidad, amor y alegría.
Esencialmente, la actividad de la
depreciación significa que no percibes la belleza de la vida. En lugar de
reforzar las percepciones erróneas de tu ego, aprendes a apreciar las cosas y,
por tanto, a manifestar viendo en la otra persona o grupos de personas al
Cristo que te devuelve tu reflejo.
CULTIVAR UNA ACTITUD DE GRATITUD
A continuación se ofrecen algunas
sugerencias para activar la práctica de la gratitud. Aprende a ser agradecido
por todo lo que eres, por todo lo que tienes, y potenciarás tu capacidad para
manifestar en tu vida la esencia de todo lo que deseas.
• Aprende a imaginarte como
receptor en vez de como víctima. Prácticamente todo aquello que posees en tu
vida, lo tienes gracias al esfuerzo de los demás. Tus muebles, coche, hogar,
ropas, jardín y, sí, incluso tu propio cuerpo son, de algún modo, dones
ofrecidos por los demás. Sin los esfuerzos de miles y miles de personas que
obran en armonía, no tendrías nada que mostrar en tu vida.
Aunque seas una «persona hecha a
ti misma», no podrías haber llegado muy lejos sin los dones de los elementos
básicos que utilizaste para hacerte a ti mismo. Sólo tienes que recordar cada
día este hecho y la gratitud empezará a sustituir al cinismo.
• Practica la expresión
silenciosa de gratitud cuando empieces a ver la manifestación de tus deseos a
partir de la fuente universal. Todo lo que se necesita es un sencillo e íntimo:
«Gracias Dios mío, veo tu obra en mi vida y reconozco con amor mi aprecio por
todo lo que me has aportado». Esta clase de recordatorios íntimos impedirán que
te veas bloqueado por esos obstáculos sobre los que acabas de leer.
• Conviértete en una persona
dispuesta a decirles a quienes te rodean lo mucho que los aprecias. Realiza un
esfuerzo para decir en voz alta lo mucho que amas a los miembros de tu familia,
sin convertirlo en un ritual ficticio. Muéstrate dispuesto a decir en voz alta
el encantador hogar que tienes y lo mucho que lo aprecias, o expresa tu aprecio
por alguien que te lava la ropa o que te prepara una comida exquisita. Hazlo de
una forma sincera y verás con qué rapidez encuentras reciprocidad y aprecio por
esta actitud.
Puedes practicar esta actitud de
gratitud con personas extrañas. Haz pequeños favores, como devolver el carro de
la compra a la tienda, en lugar de dejarlo en el aparcamiento, o decirle a la
camarera lo mucho que aprecias su amable atención a los detalles. Cuanto más
dispuesto estés a expresar gratitud, tanto más cultivarás una experiencia de
amor incondicional que, como ya sabes, es el secreto de la manifestación.
• Sé agradecido y quéjate lo
menos posible. Recuerda mi eslogan personal: «¡No te quejes! ¡No expliques!». Contente
cuando estés a punto de encontrar un defecto en alguien o en alguna situación.
Entonces, en lugar de eso, di algo que refleje una voluntad de encontrar amor:
«Probablemente, no les han enseñado a realizar adecuadamente esa tarea», en
lugar de decir: «Ya no queda nadie que sepa hacer las cosas bien. No sé adónde
va a parar este mundo».
Cuanto más practiques la ausencia
de crítica y de quejas, tanto más se llenará de amor y de aprecio el vacío que
hay en ti. Concédete un período específico de tiempo para practicar y aprender
a no quejarte y encontrar defectos, quizá durante treinta días. Experimentarás
cómo te vacías del rencor y de las quejas de tu interior, y su sustitución por
la apertura al amor, el aprecio y la gratitud. La presencia del amor
incondicional te conducirá al fondo de ti mismo, allí donde es posible la
manifestación de tus deseos.
• Empieza y termina el día con
una expresión de gratitud y da las gracias. Cada mañana, al levantarte se te ha
concedido el don de una salida del sol y de veinticuatro horas de vida. Es un
don precioso. Tienes la maravillosa oportunidad de aprovechar este día y
vivirlo gozosamente, con aprecio por todo aquello que encuentres.
Respira profundamente y siéntete
agradecido por esta magnífica experiencia de respirar en la vida y en el amor.
De modo similar, termina el día con una expresión de amor y una repetición de
la palabra paz, Shalom. Esa palabra combina los sonidos de la manifestación y
de aquello que se ha manifestado para ti.
• Sé consciente de la necesidad
de sentirte agradecido por el sufrimiento y las luchas que forman parte del
tejido de tu vida. En ocasiones, resulta muy fácil sentirse simplemente enojado
ante el sufrimiento, en lugar de reconocer que eso es un catalizador para tu búsqueda
y despertar.
Tu capacidad para conocer el
poder de la amabilidad y del amor surgió muy probablemente a partir de alguna
oscuridad y dolor experimentados en el pasado. Sin aquellas experiencias,
seguirías atascado. Las adicciones enseñan el elixir de la pureza. La cólera
enseña el éxtasis del amor. La ingratitud enseña la necesidad de la gratitud.
Acumular enseña el placer de dar. Tu dolor te enseña a ser más consciente de tu
existencia y a amar a los demás.
Tu varicela te enseñó a evitarla
más tarde en la vida, al darte la oportunidad de crear anticuerpos en tu
sistema inmunológico. ¡La vida trae consigo los exámenes! Siéntete agradecido
por esos exámenes, en lugar de mostrarte crítico con ellos.
• Recuerda que la naturaleza del
pensamiento es la de incrementarse. Cuantos más pensamientos se centren en lo
que te falta, tanto más deficiente te sentirás y mayores serán las quejas que
expresarás. De modo similar, cuanto más practiques la gratitud, tanto más
agradecimiento y aprecio experimentarás por todo lo que te proporciona la vida,
y tanto más alimentarás tu experiencia de abundancia y de amor. Y cuanto más lo
practiques, incluso con los pequeños detalles, tanto más abundante te sentirás
y, en último término, tanto más atraerás hacia ti mismo.
Una de las cosas que he venido
haciendo desde hace años es ofrecer una expresión de agradecimiento a Dios cada
vez que encuentro una moneda, independientemente de su valor. La moneda es para
mí un símbolo de la prosperidad que ha sido puesta en mi camino. He descubierto
que recibo monedas casi cada día. Una moneda de cinco centavos aquí, una de
veinticinco centavos allá, en la acera. Aparecen con regularidad, casi como un
recordatorio de todo lo que se ha manifestado en mi vida. Me limito a recoger
la moneda y digo: «Gracias, Dios mío. Sé que estás trabajando en mi vida y me
siento agradecido por este símbolo». Cada vez que recibo una moneda de esta
manera, siento el deseo de extender el favor a otros, con alguna forma de
generosidad. Nuestra gratitud se extenderá en último término en la generosidad
y en el servicio a los demás.
GENEROSIDAD Y SERVICIO: EL PASO
FINAL EN LA MANIFESTACIÓN
La extensión natural de sentirse
agradecido es el desarrollo de un corazón generoso. La generosidad perfecta es
la voluntad para dar de uno mismo y de todo aquello que ha manifestado sin
esperar nada a cambio. Quizá te parezca paradójico que la fase final de la
manifestación del deseo de tu corazón sea el compartir generosamente lo que has
recibido y alejar tu atención de lo que has pedido que se manifieste. No
obstante, si revisas todos los principios de la manifestación espiritual, te
darás cuenta de que esto es consecuente con lo que hemos dicho hasta ahora.
La manifestación supone conectar
con el espíritu universal, que es infinito y abundante en su variedad. No se
trata de ver las propias necesidades, sino más bien de sentirse completo con
esa abundancia radiante. No se trata de anhelar y pedir. Se trata de expresar
un amor incondicional y de atraer ese amor abundante a tu vida individual.
Mientras estés en tu cuerpo físico, tendrás deseos. No tienes por qué
avergonzarte por ello o no sentirte espiritual. Tu cuerpo y las necesidades
físicas de tu ser material pueden ser satisfechos con dones abundantes, y lo
serán siempre y cuando sigas estos nueve principios y no permitas que tu ego
vuelva a hacerse con el control de tu vida.
Al sentir la presencia de esa
abundancia, tu sensación de gratitud te empujará en la dirección de la
generosidad. Es en la expresión de tu generosidad donde te sentirás más
conectado con el amor incondicional del espíritu universal. Cuanto más sientas
el deseo de compartir incondicionalmente lo que recibes, tanto más
experimentarás el flujo de ello en tu vida.
GENEROSIDAD Y AUTOLIBERACIÓN
La generosidad es útil para tu
propia liberación en la medida en que te enseña la cualidad interior del
desprendimiento. Desprenderte y liberarte de las cosas a las que te sientes más
apegado es la mejor manera de liberarte de tu ego. La necesidad de aferrarte a
las cosas y al dinero que recibes surge a partir de la sensación de estar
incompleto. La práctica de la generosidad te alinea con tu sentido del amor y
de plenitud.
La generosidad que te da
liberarte de tu ego se extiende mucho más allá de compartir simplemente tus posesiones
materiales. La generosidad significa ofrecer amabilidad, cuidado, amor y
nutrición allí donde se necesiten. Además, el espíritu de la generosidad puede
relacionarse, y en último término se relaciona con la forma que tenemos de
tratarnos a nosotros mismos. Si tienes un corazón generoso al que no le
angustia dar, te tratarás a ti mismo de forma amorosa, y te nutrirás sin ningún
sentido de culpabilidad.
Si eres capaz de dar libremente,
en un acto incondicional de amor, sin expectativas, experimentas lo que
considero como una libertad total. Renuncias a aferrarte a tu ego engreído, que
te anima a creer en la limitación y en la competencia. Esta capacidad para dar
sin condiciones supone también un reconocimiento de que aquello que se ha
manifestado en tu vida procede de una oferta infinita y de que no puedes
experimentar nunca una conciencia de escasez porque sabes que formas parte de
esa oferta infinita.
DAR Y RECIBIR: LA FORMA EN QUE
FUNCIONA EL UNIVERSO
Cada vez que inspiras y espiras,
participas en un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y
espiritual. Con cada inhalación absorbes el oxígeno y el nitrógeno que
necesitas para existir, y con cada exhalación devuelves el anhídrido carbónico
del que se nutre todo el mundo de las plantas. El ciclo de dar y recibir
generosamente es exactamente el mismo que el acto de respirar.
Mira a tu alrededor y observa que
todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena
alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo
infinito de manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, los
excrementos de estos, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del
pájaro y así sucesivamente.
Todo eso tiene que producirse
aquí, en este universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata,
simplemente, de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El
hierro de tu corriente sanguínea forma parte de la infinita oferta de hierro
que regresará de otra forma una vez que tú hayas abandonado el mundo físico,
quizá en las alas de un murciélago. Tú aportas tu propia oferta de hierro y
tomas lo mismo. Dar y recibir es una función natural de la vida.
El flujo natural de dar y recibir
puede detenerse con la tacañería y la acumulación. El proceso funciona de la
misma forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son
devueltos multiplicados por diez. El viejo dicho: «Según hagas, así te harán»
es algo más que un sentencioso consejo. Es un hecho del universo, a todos los
niveles de la conciencia. En realidad, en eso consiste precisamente la
manifestación.
Tú envías energía amorosa para
conectarte con aquello que deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y
recibir. No obstante, puedes interferir en esta progresión natural del dar y
recibir al aferrarte egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y
detener el flujo de energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez
es obra del ego, que siempre se siente incompleto porque está convencido de
hallarse separado de Dios.
CULTIVA UNA ACTITUD DE
GENEROSIDAD
He aquí unas pocas sugerencias
para poner generosidad en tu práctica de la manifestación y mantener el flujo
natural de dar y recibir que mueve tu vida.
• Reconoce en primer lugar que
esta es una forma de ser que se puede desarrollar. Quizá estés convencido de
que dar es imposible porque tienes demasiado poco para ti mismo. Si no eres
generoso cuando serlo es difícil, no lo serás tampoco cuando te resulte fácil.
La generosidad es una función del corazón, no de la cartera.
Puedes dar de ti mismo,
compartirlo poco que tienes con aquellos que están más necesitados, puedes dar
el diezmo a quienes te aportan alimento espiritual sin pedir nada a cambio. Un
corazón generoso es aquel que no impone limitaciones a su capacidad para ser
generoso con los demás, y que no lo hace por la recompensa o el reconocimiento.
Puedes cultivar esta actitud de generosidad y practicarla enviando amor y
afabilidad con tanta frecuencia como te sea posible. En último término, se contagiará
a otros y te conducirá a una mayor manifestación de los deseos de tu corazón.
• Piensa en la multitud de cosas
que haces cada día por otros, incluidos los animales y el entorno del que
formas parte, y considéralas como formas de practicar la generosidad. Hablar
con un vecino solitario, alimentar a un gato callejero, abrir una puerta, pagar
anónimamente el peaje del coche que viene detrás de ti, recoger a tus hijos del
colegio, pasar la aspiradora por la alfombra, llenar el depósito de gasolina
del coche para tu esposa o lo que se te ocurra en los miles de acciones que
realizas cada día. Recuerda que practicas la generosidad, en lugar de sentirte
ignorado o poco apreciado.
Y, lo más importante, recuerda
que dar sin expectativa de reconocimiento es verdaderamente la obra de tu yo
superior. El ego necesita y exige que se le rindan honores con la mayor
frecuencia posible, acompañado además de una gran fanfarria. Procura mantener
en la intimidad tus actos de generosidad, sin fanfarronear acerca de tu gran espíritu
generoso.
• Sé consciente de la resistencia
interior que surge dentro de ti cuando sientes el impulso de dar. Tu temor a no
tener suficiente para ti mismo y tu familia, tus dudas acerca de si los otros
están verdaderamente necesitados, tu timidez o azoramiento, el hecho de que los
otros no lo aprecien debidamente o de que quizá no hagan sino pedir más, son
impulsos que debes respetar como válidos. Todas estas dudas y temores deberían
ser examinadas sin prejuicios. Representan una parte de tu respuesta
condicionada a la generosidad.
Al dar porque uno tiene un
espíritu generoso y para extender amor, y no por ninguna otra razón, se
desvanecen todas esas dudas. A mí se me critica a menudo cuando doy dinero en
la calle a un evidente drogadicto. Cuando me dicen: «Con ese dinero sólo van a
comprar más droga», mi respuesta es: «Lo que hagan con el dinero no tiene nada
que ver con el motivo por el que se lo he dado. Este ser humano que se conecta
con otro en un espíritu de amor, puede ser el acto de afabilidad y generosidad
que le acerque un poco más a Dios, donde tiene lugar la curación genuina».
• Proponte practicar la
generosidad durante determinados períodos, particularmente para ayudar a otros.
A veces observo a mi hijo más
pequeño jugando al fútbol él solo, dándole patadas a la pelota y deseando que
alguien jugara con él. Entonces me recuerdo a mí mismo la necesidad de
olvidarme de los millones de cosas que tengo que hacer, mi estado de fatiga, mi
deseo de ver un vídeo o lo que sea, y dedico las próximas horas a compartir
simplemente mi tiempo con él. No lo hago porque sea magnánimo, sino porque es
una oportunidad para ser generoso con mi tiempo y con mi amor. También me
proporciona la gloriosa oportunidad de hacer algo que realmente me encanta, que
es estar con mi muchacho, al que amo tiernamente.
• Practica la virtud de recibir.
Acepta la ayuda cuando otros te la ofrecen. Permite que otros hagan algo por
ti, sin sentirte en una situación embarazosa ni tener la sensación de que tu
independencia se ve amenazada. Recuerda que dar y recibir constituyen el
intercambio natural de la energía del universo. Esa es la fuente misma de tu
práctica de la manifestación.
Al rechazar la ayuda que se te
ofrece, interrumpes el flujo natural de energía, del mismo modo que cuando
rechazas el dar. Practica y di: «Gracias, aprecio mucho tu ayuda», aun cuando
tu ego te diga: «Realmente, no la necesito». Recibir forma parte de la práctica
espiritual de la manifestación, y de ti depende permitir que eso se produzca en
tu vida, con gratitud y amor.
• Descúbrete a ti mismo en el
momento en que experimentes ingratitud y utiliza ese momento para practicar tu
nueva generosidad. Una vez que percibas la escasez, tu inclinación inmediata
será la de acumular, pero dedicarte a acumular no hace sino ampliar los efectos
de tus sentimientos de tacañería y temor.
Esto puede suponer algo tan
sencillo como dar una propina mayor de la esperada, o puede implicar el
expresar amor o un cumplido a aquellos ante quienes practicas tu comportamiento
de escasez. En esos momentos, déjate guiar por tu yo superior, que desea
experimentar gozo y paz y manifiestes un poco de generosidad. Recuerda que un
espíritu generoso infunde alegría y fortaleza a la mente. Así es precisamente
como te sentirás cuando hayas superado la respuesta condicionada que te induce
a la acumulación y la tacañería.
• Practica dar un poco más de lo
que creas que puedes dar, y un poco más de lo que te resulte cómodo. Sé algo
más paciente con un niño, dale a tu cónyuge un abrazo apasionado más prolongado
que el abrazo superficial al que está acostumbrado, dale un poco más de dinero
de lo habitual a la camarera que te atendió durante tu estancia en el hotel.
Procura ir más allá de tu límite
de generosidad, con la plena seguridad de que eso no va a causar ninguna
dificultad en tu vida. Sabe también que eso te proporcionará un sentido de
realización espiritual que te hará sentirte más cerca de Dios, y que te pondrá
realmente en contacto con tu yo superior.
Puedes intentar también ser un
poco más generoso de lo habitual contigo mismo. Pide ese plato del menú que
cuesta un poco más, o concédete unos pocos días extra de vacaciones, o
permítete el lujo de que te apliquen un masaje corporal o facial relajantes.
ACOSTÚMBRATE A PROYECTAR TU
GENEROSIDAD COMO UN SERVICIO
En este mundo todos vivimos con
otras personas; nuestros encuentros y relaciones con ellas constituyen un
componente fundamental de nuestra vida e influyen sobre nosotros mismos y los
demás. «Servicio» es una palabra en la que no solemos pensar como parte de
nuestra forma de ser en las relaciones corrientes. Pero lo cierto es que el
servicio a los demás no puede separarse de las relaciones. Todos nos
beneficiaremos de asumir esto como una actividad consciente de nuestras vidas
cotidianas en relación con Dios, con nuestros semejantes, nuestro entorno y
nosotros mismos.
Millones de fibras nos conectan
con nuestros semejantes y, a través de ellas, estamos conectados con todos los
seres humanos que habitan nuestro planeta. Al cultivar una actitud de gratitud
y generosidad, descubrirás que deseas ser útil a los demás. Te parecerá
entonces natural extender también hacia los demás aquello que recibes y ponerlo
a su disposición.
Si recibes una gran enseñanza,
querrás enseñarla a los demás. Si recibes amor, desearás proyectar ese amor
incondicionalmente hacia el exterior. Percibirás automáticamente tus relaciones
como dones para ponerlos al servicio de otros.
Al contemplar el propósito de tu
vida en el plano material, descubrirás que lo único que puedes hacer con esta
vida es entregarla. No puedes aferrarte a nada en un universo que cambia
constantemente. No puedes establecer derechos sobre nada. Todo es transitorio.
La única parte de ti mismo que es permanente, aquella que no cambia, es la
esencia espiritual que reside en una dimensión invisible. Encontrarás un
propósito y fortaleza cuando veas que estás relacionado con todos los otros
seres vivos, y tendrás un propósito y te sentirás en paz contigo mismo cuando
sirvas a los demás en alguna medida.
El propósito mismo de la
manifestación es el de servir más plenamente y dejar atrás el engreimiento
dominado por el ego. Tu bienestar, que es el propósito de la práctica de la
manifestación, se halla genuina e inextricablemente conectado con las vidas y
el bienestar de otros. Esencialmente, tus intereses son inseparables de los
intereses de los demás.
Es este reconocimiento de nuestra
interconexión fundamental lo que nos permite darnos cuenta de que todos estamos
en una constante situación de servicio los unos con los otros. Es esta
conciencia la que queremos mantener como la más importante en nuestra mente, a
medida que generamos este principio de la manifestación espiritual.
El servicio es la opción que
tenemos cada uno de nosotros de mostrar una actitud útil y curativa a otros,
así como a nosotros mismos. Una de las consecuencias naturales de sentirse
agradecido por las manifestaciones de nuestra vida cotidiana es la de experimentar
la inclinación a ser generoso. La gratitud, la generosidad y una actitud
servicial, tomados como nuestro propósito, constituyen los valores
fundamentales de este último principio.
Al asumir el servicio a los demás
como uno de los propósitos de tu vida y dejar atrás el engreimiento, descubres
la ironía de la manifestación. Cuanto más decidas ponerte al servicio de los
demás, tanto más profundamente experimentarás amor incondicional y tantas más
cosas verás materializarse en tu vida.
El servicio debe verse como un
centro de atención en tu vida, no como algo que se ve limitado a ciertas clases
de actividades de dar y compartir. El servicio es un estado de la mente que
expresa amor, antes que temor, y confianza antes que desconfianza. Y que hace
que veamos a los demás como iguales con los que compartimos una identidad
espiritual. Esta actitud interior de amor se manifiesta en tus actos.
Al aceptar un compromiso para dar
una conferencia, deseo ser amor y compartir generosamente lo que se me ha dado.
He descubierto que, cuando me dispongo a dirigirme a un público numeroso, la
mejor forma de salir de mi ego, que está centrado en sus propias recompensas,
como el aplauso, el ganar dinero y el recibir premios, consiste en meditar
durante una hora antes de la conferencia. El mantra que repito durante mis
meditaciones es: «¿Cómo puedo ayudar a los demás?». Me repito una y otra vez
estas palabras hasta que se funden para formar una pacífica actitud interior.
Luego, cuando me dispongo a pronunciar la conferencia, centro toda mi atención
en servir y no me veo atrapado por mi ego. En este estado mental, disfruto de
una guía amorosa que me ayuda a servir a todos aquellos que forman parte del
público.
Que sirvas a los demás no
significa que tengas que convertirte en una madre Teresa. Servirás a los demás
dejando el ego en suspenso y extendiendo el amor que ahora Llena ese espacio.
Puede adoptar un millón de formas diferentes, pero cuando se practica con
autenticidad, desde el corazón, hace que merezca la pena todo lo que se ha
manifestado en tu vida.
Sólo encontrarás dificultades
para adoptar esta actitud de servir a los demás en tu vida si lo haces sin
amor. En el momento en que impongas una condición a tu servicio, o que pidas
algo a cambio, o que esperes que tu ofrecimiento sirva para que te lo
devuelvan, acompañado por la apropiada respuesta de agradecimiento, introduces
un elemento condicional, antes que un amor incondicional. La imposición de una
condición hace entonces que el servicio esté vacío.
Si vas a servir a otro,
pregúntate si puedes amar al ser humano al que quieres servir. Si no puedes, no
entregues nada sin amor y limítate a pasar y a enviarle una bendición
silenciosa. Si tienes la sensación de que alguien pide limosna inducido
simplemente por la pereza o el deseo de evitar el trabajo, y sientes eso en el
fondo de tu corazón, no le des nada. El servicio sin amor es obligación, y
lleva consigo culpabilidad, cólera y resentimiento. Trabaja para alcanzar un
estado de amor incondicional en tus esfuerzos por ser útil a los demás, y si no
percibieras auténtico amor, reconócelo también así.
Con esto concluye el noveno
principio de la manifestación espiritual. Muéstrate dispuesto a tomar todo lo
que hayas atraído hacia ti como resultado de tu práctica de los principios de
la manifestación, y devuélvelo después con un espíritu de gratitud y
generosidad, entregándote a un acto de servicio. Cuanto más practiques de este
modo, tanto más verás cómo se materializan con regularidad los objetos de tu
deseo. No tiene por qué haber ningún conflicto entre tu conciencia espiritual
de querer servir a los demás y la presencia de deseos propios. Tal y como
observó Rumi hace ya casi un milenio: «La gente que renuncia a los deseos se
convierte a menudo, de repente, en hipócrita».
Tienes deseos, tanto a nivel
material como en términos de ser más espiritualmente amoroso y generoso al
servicio de los demás. Ambas cosas no tienen por qué entrar en conflicto.
Quisiera acabar este último
principio con otra observación de Rumi, titulada «El sirviente que amaba sus
oraciones». Sintetiza todo lo que he escrito, no sólo aquí, en este último
principio sobre la gratitud, la generosidad y el servicio, sino en todo el
libro. Lee cuidadosamente las palabras y, al cerrar el libro y ponerte a
trabajar en tu propio programa de manifestación espiritual, vuelve a leer de
vez en cuando este pasaje de Jalal od-Din Rumi, que nació en el año 1207 en el
Imperio persa, en lo que actualmente se conoce como Afganistán. Te recordará el
papel que juegas en todo esto, un papel que sólo se ve limitado por las
restricciones que tú mismo impones sobre tu conciencia espiritual.
EL SIRVIENTE QUE AMABA SUS
ORACIONES
Al amanecer, un cierto hombre
rico quiso ir a los baños de vapor.
Despertó a tu sirviente, Sunqur.
«¡Eh! ¡Despierta! Toma la jofaina
y las toallas y la arcilla para el lavado y vámonos a los baños».
Las criaturas terrestres se
mueven sobre el suelo. Ninguna inteligencia puede cambiar esto. Sólo hay uno
que puede abrir la cerradura de estas cuestiones.
Te deseo que nades siempre en el
océano de la abundancia, al mismo tiempo que manifiestas tu propio y divino
destino. Escucha a tu amigo.
Olvida tus imaginaciones.
Olvídate de ti mismo. Escucha a tu Amigo.
Cuando seas totalmente obediente
a ese, serás libre.
Inmediatamente, Sunqur reunió lo
que se necesitaba, y se pusieron en camino, uno junto al otro.
Al pasar ante la mezquita, sonó
la llamada a la oración. Sunqur amaba orar cinco veces al día.
«Os lo ruego, amo, descansad en
este banco durante un rato, para que pueda recitar la azora 98, que empieza
diciendo: "Tú, que tratas a tu esclavo con afabilidad"».
El amo se sentó en el banco,
mientras Sunqur entraba en la mezquita.
Una vez terminadas las oraciones,
cuando el sacerdote y todos los fieles se habían marchado, Sunqur seguía en el
interior.
El amo esperó y esperó.
Finalmente, gritó hacia la mezquita: «Sunqur, ¿por qué no sales?».
«No puedo. Este inteligente no me
deja. Tened un poco más de paciencia. Os escucho ahí fuera.»
El amo esperó hasta siete veces, y
luego gritó.
La respuesta de Sunqur fue
siempre la misma, «Todavía no. Aún no me deja salir».
«Pero si ahí dentro no hay nadie,
excepto tú. Todos se han marchado. ¿Quién te hace permanecer sentado tanto
tiempo?»
«El que me mantiene aquí dentro es
el que os mantiene a vos ahí fuera. El mismo que no os permite entrar, no me
permite a mí salir.»
El océano no ofrece tus peces por
sí mismo. Tampoco permite que los animales terrestres entren donde se mueve el
pez delicado y sutil.
Resumen
Quisiera que vieras los nueve principios
juntos, de modo que puedas consultarlos con frecuencia y ver cómo configuran un
programa paso a paso para poner en práctica la conciencia de la manifestación
espiritual en tu vida. Cada principio fluye hacia el siguiente, y si los
aplicas de este modo secuencial, te puedo garantizar que empezarás a verte a ti
mismo como un milagro absoluto, como un individuo conectado con el espíritu
universal que todo lo impregna, de una manera tan firme que te darás cuenta de
que eres el cocreador de tu propia vida y de todo lo que atraes hacia ella.
LOS NUEVE PRINCIPIOS
UNO
• Sé consciente de tu ser
superior Esta toma de conciencia te ayuda a verte a ti mismo como algo más que
simplemente una creación física.
DOS
• Confiar en uno mismo es confiar
en la sabiduría que lo creó Este principio te establece como una unidad con la
fuerza universal de Dios.
TRES
• No eres un organismo en un
entorno, sino un ambientorganismo Este principio establece que no hay
separación entre tú y nada que exista fuera de ti en el mundo material.
CUATRO
• Puedes atraer aquello que
deseas Este principio establece tu poder para atraer aquello con lo que ya estás
conectado.
CINCO
• Respeta tu mérito para recibir
Este principio afirma que eres merecedor de todo lo que has atraído a tu vida.
SEIS
• Conéctate a la fuente divina
con un amor incondicional Este principio te hace ser consciente de la
importancia de aceptar tus manifestaciones con absoluto amor.
SIETE
• Medita al sonido de la creación
Este principio te proporciona las
herramientas para vibrar según los mismos sonidos que hay en el mundo de la
creación. Estas son las herramientas para atraer y manifestar.
OCHO
• Desvincúlate pacientemente del
resultado Este principio resalta la necesidad de eliminar las exigencias y ser
infinitamente paciente.
NUEVE
• Abraza tus manifestaciones con
gratitud y generosidad Este principio enseña el valor de domesticar el ego,
sentirte agradecido y ponerte al servicio de los demás con tus manifestaciones.
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